John Keegan - Historia de la guerra

G randes cambios se han producido en el mundo desde que comencé a escribir esta obra en 1989, y de ellos hay que dar cuenta en primer lugar. Concluyó la guerra fría, en el Golfo tuvo lugar un breve pero espectacular conflicto bélico por tierra y aire, y en la antigua Yugoslavia estalló y prosigue una feroz y prolongada guerra civil. Algunos de los temas desarrollados en esta obra han cobrado realidad —al menos para mí— en esas guerras del Golfo y de Yugoslavia.

En el Golfo, las fuerzas aliadas infligieron una derrota clausewitziana a las tropas de Sadam Husein, pese a que su negativa a aceptar la realidad de la catástrofe sufrida recurriendo a una retórica islámica que descarta la derrota espiritual haya robado a la victoria aliada gran parte de su propósito político. La supervivencia y continuidad en el poder de Sadam, que los vencedores parecen aprobar, es ejemplo evidente de la inutilidad del «método de guerra occidental» con un adversario que niega sus presupuestos culturales, pues cabe considerar la guerra del Golfo como un choque entre dos culturas militares totalmente distintas, ambas bien enraizadas históricamente e incomprensibles ambas con abstracciones sobre «la naturaleza de la guerra», ya que no existe tal cosa.

Los horrores de la guerra de Yugoslavia, por inexplicables y repulsivos que resulten para una mentalidad civilizada, desafían toda explicación en términos militares convencionales. El mapa resultante de odios locales solo podría entenderlo el antropólogo cuyo objeto de estudio específico fuera la guerra entre pueblos de estructura tribal y marginal. No faltan antropólogos que niegan la existencia del fenómeno llamado «guerra primitiva»; pero a una mayoría de lectores inteligentes —a quienes los datos sobre la «limpieza étnica», el sistemático maltrato a las mujeres, la satisfacción de la venganza, la matanza premeditada y el arrasamiento del territorio habrán causado profunda impresión— les llamará la atención el paralelismo existente con la manera de actuar de los pueblos anteriores a la creación del estado que se reseña en esta obra.

Doy especialmente las gracias al profesor Neil Whitehead por su ayuda orientativa en el sector de la literatura sobre antropología de la guerra; cualquier malentendido o falsa interpretación son de estricta responsabilidad mía. Resultaría imposible enumerar a cuantos militares e historiadores militares han secundado mis esfuerzos por establecer una imagen coherente de las diversas modalidades de guerra que se han dado en el planeta a lo largo de la historia. Habrá quien no se sienta identificado con la visión personal a que yo he llegado. Quiero mencionar, no obstante, a mi tutor en Balliol, A. B. Roger, de quien aprendí historia militar; al general de brigada Peter Young, condecorado con la Orden de Servicios Distinguidos y la Cruz Militar, y director del departamento de Historia Militar de la Real Academia Militar de Sandhurst, en la que me inicié en la docencia de esta materia; y al doctor Christopher Duffy, colega mío en Sandhurst, cuyos amplios conocimientos sobre la historia militar de los otomanos y de los Habsburgo fueron fundamentales para alumbrar en mí la idea de que la guerra es una actividad cultural.

Quedo profundamente agradecido a Elisabeth Sifton, mi editora estadounidense, por su trabajo en el manuscrito; a mi editor británico, Anthony Whittome, por el meticuloso esfuerzo de transformarlo en libro; a Anne-Marie Ehrlich, por la recopilación de las ilustraciones; a Alan Gilliland, por el dibujo de los mapas; a Frances Banks, por pasar a máquina mi escritura casi indescifrable; y, por supuesto, a mi agente literario, Anthony Sheil, a quien me une una amistad de treinta años. Quiero también manifestar mi especial agradecimiento a Andrew Orgill y al personal de la Central Library de la Real Academia Militar de Sandhurst, una de las mejores bibliotecas militares del mundo, a la que sigo teniendo el honor de tener acceso; al personal de la biblioteca del Ministerio de Defensa; y al personal de la London Library.

No quiero olvidar a mis numerosos amigos de The Daily Telegraph, entre ellos, Conrad Black, Max Hastings, Tom Pride, Nigel Wade —que me facilitó la visita al escenario de la guerra del Golfo en noviembre de 1990, y a Yugoslavia en el intermedio de las guerras de Croacia y Bosnia—, Peter Almond, Robert Fox, Bill Deedes, Jeremy Deedes, Christopher Hudson, Simon Scott-Plummer, John Coldstream, Mirian Gross, Nigel Horne, Nick Garland, Mark Law, Charles Moore, Trevor Grove, Hugh Montgomery-Massingberd, Andrew Hutchinson y Louisa Bull.

Mi hermano Francis, por su interés en la historia de nuestra familia materna, los Bridgman de Toomdeely, fue quien documentó la relación familiar con varios militares que marcharon de Irlanda a Francia para luchar en las guerras de Luis XV. Como uno de ellos, Winter Bridgman, constituye el ejemplo de oficial profesional internacional ampliamente representativo del contenido de esta obra, he optado por dedicársela. Quedo sumamente agradecido a Francis por el trabajo que ha realizado. Y, finalmente, quiero manifestar mi agradecimiento a mis amigos de Kilmington, en particular a Honor Medlam, Michael y Nesta Gray, Don Marjorie Davies y, cómo no, el cariño a mis hijos e hijastros, Lucy Brooks Newmark, Thomas, Rose, Matthew y Mary, y a mi querida esposa Susanne.

Kilmington Manor, 9 de junio de 1993

JOHN KEEGAN (Clapham, Inglaterra, 15 de mayo de 1934 - 2 de agosto de 2012) fue un historiador militar británico. Se caracterizó por analizar los hechos militares históricos aplicando la lógica y, a la vez, buscando el lado humano e individual del combatiente.

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