José Ingenieros - La simulación en la lucha por la vida
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- Libro:La simulación en la lucha por la vida
- Autor:
- Editor:ePubLibre
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- Año:1903
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La simulación en la lucha por la vida: resumen, descripción y anotación
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Este ensayo sobre La simulación en la lucha por la vida fue escrito por el autor antes de terminar sus estudios universitarios y presentado a la Facultad de Medicina como introducción de su tesis Simulación de la locura (1900). Careciendo de recursos para editarla, concediósele que sólo imprimiera una parte, publicándose la obra entera, por capítulos, en las revistas «La Semana Médica» y «Archivos de Psiquiatría» (1900-1902). En 1903 se hizo una primera edición conjunta (Spinelli, Buenos Aires), apareciendo en el mismo año una traducción italiana (Flli. Bocea, Torino, «Biblioteca Antropologico-Giuridica»).
En volumen aparte se publicó la tercera edición, española, de La simulación en la lucha por la vida (Sempere, Valencia, 1904), con leves correcciones de estilo y algunas notas; sobre ese texto se hizo una traducción francesa (Charles Barthez, Narbonne, 1905). Posteriormente se han hecho seis reimpresiones españolas, sin conocimiento previo ni intervención del autor, acumulándose en ellas tantos y tan graves errores que la última puesta en circulación (1917) es ya ilegible; baste decir que si en las primeras las variantes son de origen tipográfico, en otras ha llegado a alterarse, además del texto, el índice y las conclusiones. En la última aparece modificado… el título mismo.
La presente, copia de la 1.ª, restaura el texto de la tercera, con ligeras variantes de forma.
El autor ha resistido a la tentación de rehacer este ensayo y ha respetado sus deficiencias; cada estación tiene sus frutos y los libros de juventud merecen vivir como han nacido, con la ligereza propia de su menor responsabilidad. Son testigos sinceros, aunque poco ceremoniosos; sería injusto que atestiguasen la gravedad propia de las primeras canas.
Aunque sólo fue una introducción a un estudio de patología mental, aprovechó el autor en ese ensayo algunos conocimientos de ciencias naturales y de ciencias sociales, que había adquirido simultáneamente con los de medicina. Años más tarde advirtió que Homero había pintado, en Ulises, el arquetipo de los simuladores, y que entre los ensayos de Bacon figuran cuatro páginas dedicadas a comentar la utilidad de la simulación. Con ésos, y otros datos de bibliografía clásica, compuso su conferencia La moral de Ulises (curso de psicología de los caracteres humanos, 1910), que no agrega al presente volumen por ser de época muy posterior.
Al revisar el texto, diez y siete años después de su redacción, el autor ha tropezado con defectos de estilo y con opiniones ligeras sobre tópicos accesorios; ha tenido, en cambio, la grata satisfacción de observar que poseía ya ciertas ideas generales que aún considera como las menos inexactas. Y por un justo escrúpulo, casi documental, se ha abstenido de hacer variante alguna en la «Introducción», profesión de fe de su juventud, escrita poco después de los veinte años: primera página de su primer libro.
I. La lucha por la vida. — II. Medios ofensivos y defensivos en la lucha por la vida. — III. Aspectos accidentales, instintivos y voluntarios de los fenómenos de simulación. — IV. Su valor como medio de lucha por la vida. — V. Conclusiones.
En el progresivo desarrollo del pensamiento humano pocas nociones han sido tan fecundas para el conocimiento del hombre y de la sociedad como las derivadas de las ciencias naturales. De crasos errores primitivos, fundados sobre una observación superficial o una escasa experiencia, se ha marchado, gradualmente, a través de errores cada vez más cercanos de la verdad, hacia una comprensión, lenta pero inevitable, de la realidad que impresiona nuestros sentidos. Así lo observamos en todas las ciencias.
Ocurre eso mismo en biología. Cuando Linneo osa afirmar: Nulla species novce, species tot sent diversas quot diversas ab initio creavit infinitum ens, encuentra favorable acogida entre los naturalistas, surgiendo en apoyo de su doctrina los trabajos respetables de Cuvier y de Agassiz. No se podría, ante la doctrina linneana, negar o desconocer que ella señaló una etapa de aproximación a la verdad; baste pensar en las absurdas divagaciones de los antiguos naturalistas, cuya concepción del origen de los seres orgánicos reducíase a la generatio exputredini, y cuyas nociones sobre la diversidad de las formas se exteriorizaban en la suposición de incongruentes «metamorfosis».
Mas las ciencias naturales, después de la teoría linneana, tenían un largo sendero que recorrer; antes que el conocimiento del mundo biológico alcanzase la comprensión exacta de la evolución de las formas vivas, Lamarck formuló, por vez primera, la doctrina de la variabilidad de las especies, mostrando la influencia del medio sobre la variación de las formas. Medio siglo más tarde, Darwin cimentó la teoría, incorporándole el fundamental concepto de la lucha por la vida y la consiguiente selección natural. Las obras del segundo, por ser más documentadas, lograron despertar ardientes discusiones entre los estudiosos, y el resultado final fue, en breve transcurso de años, la aceptación del núcleo fundamental de la teoría. De entonces acá, la doctrina de la variabilidad de las especies, o transformismo, ha sido confirmada por todas las ciencias biológicas, sin que la afecten en lo fundamental todas las disputas que le han promovido sus adversarios sobre cuestiones de detalle.
Limitándonos a consignar los hechos e ideas que reputamos base indispensable para nuestra teoría de la simulación, considerada como medio fraudulento de lucha por la vida, diremos, brevemente, las líneas generales de la doctrina darwiniana en lo que a esta última se refiere. Siendo ella la premisa que sustenta todo el desenvolvimiento de este ensayo, no será superfluo sintetizarla con claridad, definiendo de manera precisa el punto de partida de nuestras aplicaciones ulteriores.
Los naturalistas admiten, concordemente, que las causas principales de la evolución son tres: la variación, la selección y la herencia. La variación es un resultado de la adaptación al medio, que varía a su vez más o menos lentamente; la selección natural es un resultado de la lucha por la vida y determina la supervivencia de los mejor adaptados; la herencia transmite los caracteres adquiridos y sin ella es inconcebible la evolución de las especies. Aunque sería fácil repetir, de segunda mano, los fundamentos de la teoría de Darwin sobre la lucha por la vida y la selección natural, conviene, para mejor fidelidad, remontar a la fuente de origen, resumiendo en un párrafo las propias expresiones del gran naturalista.
La lucha por la existencia resulta inevitablemente de la rapidez con que todos los seres vivos tienden a multiplicarse. Nace un número de individuos mayor del que puede vivir, y de ello proviene, en cada caso, la lucha por la existencia, ya sea con los individuos de la misma especie, ya con los de especies diferentes, y sometida, en ambos casos, a las condiciones físicas del medio ambiente en que ellos viven. Es la doctrina de Malthus aplicada, en toda su intensidad, a los seres de los reinos animal y vegetal, por no existir entre ellos la aptitud de producir a voluntad los medios de subsistencia, ni otros factores éticos que pueden atenuarla entre los hombres. Obsérvese que la frase «lucha por la existencia» está empleada en sentido general y «metafórico», involucrando las relaciones de recíproca dependencia entre los seres organizados, y dos hechos, aún más importantes: la supervivencia de los individuos mejor adaptados y su capacidad para dejar descendientes. Puede afirmarse con seguridad que los animales carnívoros, en tiempo de escasez luchan entre sí, disputándose los alimentos necesarios para su existencia; también podrá decirse que una planta, en el borde del desierto, lucha por la existencia contra la sequedad, aun cuando fuera más exacto decir que su existencia depende de la humedad; con mayor exactitud diríamos que una planta, al producir anualmente un millón de semillas, de las cuales solamente una consigue desarrollarse y madurar a su vez, lucha con las plantas de la misma especie, o de otras que ya cubren el suelo. El musgo depende del manzano y de algunos otros árboles; solamente de una manera figurada podrá decirse en este caso que el manzano lucha contra los otros árboles, por hospedar al musgo, pues si un gran número de parásitos se radica sobre un mismo árbol, éste languidece y acaba por morir; pero de muchos musgos que crecen juntos sobre una misma rama y producen esporos, puede decirse que luchan el uno contra el otro. Siendo los pájaros los diseminadores de las semillas de un árbol dado, la existencia de esta especie depende de ellos, y, «figuradamente», puede decirse que ese árbol lucha con los demás frutales, pues interesa a cada uno de ellos atraer los pájaros para que coman sus frutos y diseminen de esa manera sus semillas. Empléase, pues, para mayor comodidad, el término «lucha por la existencia» en los diferentes sentidos apuntados, confundiéndose los unos con los otros. (
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