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Jaime Gil de Biedma - Retrato del artista en 1956

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Jaime Gil de Biedma Retrato del artista en 1956

Retrato del artista en 1956: resumen, descripción y anotación

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Fue voluntad expresa de Jaime Gil de Biedma que este diario llegara a la - photo 1

Fue voluntad expresa de Jaime Gil de Biedma que este diario llegara a la imprenta después de su fallecimiento. Las tres partes que lo componen («Las islas de Circe», «Informe sobre la administración general en Filipinas» y «De regreso a Ítaca»), no sólo constituyen el relato, inteligente y brillante, de los avatares personales, laborales y creativos experimentados a lo largo de casi un año por el poeta, en plena juventud, sino que ofrecen una visión del mundo, de la literatura y del tiempo social y político en el que le ha tocado vivir, que completa, ilumina y agiganta la lectura de su obra poética. Considerado, pese a la brevedad de su obra, uno de los autores mayores de la poesía española del presente siglo, este diario revela a un prosista excepcional, que pasa magistralmente de la ternura a la crítica, del análisis a la descripción, del relato a la insinuación lírica y de la ironía a la desolación.

Jaime Gil de Biedma Retrato del artista en 1956 ePub r10 Titivillus 070717 - photo 2

Jaime Gil de Biedma

Retrato del artista en 1956

ePub r1.0

Titivillus 07.07.17

Jaime Gil de Biedma, 1993

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

1 - LAS ISLAS DE CIRCE Jirai là-bas où larbre et lhomme pleins de sève Se - photo 3

1 - LAS ISLAS DE CIRCE

J’irai là-bas où l’arbre et l’homme, pleins de sève,

Se pâment longuement sous l’ardeur des climats.

BAUDELAIRE

En el fondo del fondo la nostalgia del orden, el deseo de simetría. Un poco lo mismo que Enrique, mi cuñado, que durante sus estancias en casa se ha impuesto la tarea de leer los libros del armario extremo de mi biblioteca de izquierda a derecha y de arriba a abajo; imposible resistir a la tentación de casar los dos comienzos, el del diario y el del año.

Algo cansado, si pienso en las últimas semanas y en los pocos días que aún quedan hasta que me marche. Lo que nos viene de fuera, dictado, tiene el inconveniente de ahorrarnos decisiones; estamos a la espera, simplemente, y eso desmoraliza. Llevar una vida sin acontecimientos exteriores parece una condición indispensable si se pretende tomar decisiones de orden moral. Así la muerte, que siempre nos viene impuesta, desmoraliza tanto.

La felicidad de controlar los hechos —«facilidad, felicidad sin tacha»—. Mi embriagadora destreza de anoche en el manejo de la situación, la precisión maravillosa con que cada cual interpretó su parte en la exposición del tema y en el gran acorde de la bronca, me hubieran hecho feliz por varios días. Lamentablemente, en el país de los hechos siempre se acaba llegando a una provincia rebelde y allí los nativos nos esperan, erizados de azagayas mortíferas.

Incomunicado con mi poema desde el pasado día 26; me he salido de situación. Eso significa que llegaré al final mucho más tarde de lo que pensaba —imposible trabajar aquí durante los días que me quedan, y hasta que me sienta establecido en Manila y pueda distraerme del mundo exterior, habrá pasado por lo menos mes y medio—. Aunque salirse de situación tiene también ventajas; uno ve más claramente de qué lado quiere tirar el poema y es más fácil renunciar a los pequeños efectos que se tenía tanto empeño en conseguir.

Todavía con resaca. Los amigos se dan el gusto malévolo de contarme lo que hice y dije durante los prolongados lapsos de tiempo de los que no guardo recuerdo. Todos coinciden en que disparaté de lo lindo.

Ligeros remordimientos por haber convertido al Pére de Trennes en espectáculo de feria; no se lo merece, además de que siento por él sincero afecto.

Dejo de leer; abajo está el desierto, llano y sin rocas desde hace unos segundos. Exaltación, una vez salido del letargo alcohólico que me ha durado hasta El Cairo, y un fundamental sentimiento de extrañeza; que la hora local y la moneda de curso legal sean otras en cada escala me llena de aprensiones en cuanto a la relatividad del mundo y del momento.

Anoche aún sentía nostalgia de Roma. Jorge, guapo como siempre y otra vez con barba —igual que en los primeros encuentros, hace cinco años—. Ni un solo Museo. Y una paseata, ya anochecido, bien abrigados contra el relente húmedo del Trastevere, todo él de color rosa oxidado. Era mi última noche europea en muchos meses y yo me sentía embriagado de romanidad.

Olor de pintura al óleo fresca, que a mí siempre me pone en vena de recuerdo sentimental, cuando entramos en su apartamento. ¡Y tan raro, dormir otra vez juntos! Sentado al borde de la cama, mientras me descalzaba, casi hubiera preferido irme a la otra habitación. All time is unredeemable. Aunque físicamente apenas hayamos cambiado, el temple amoroso de cada cual es ya muy otro. Lo curioso es que nunca podrá serme indiferente: la vida que lleva y la gente que le rodea siempre tienen prestigio para mí; y a su lado en la cama sentí una tranquilidad, un detenimiento que hace tiempo que no sentía.

Bien, una visita encantadora que me ha dejado una visión de Roma que probablemente no volverá a repetirse, y eso sí que sería un fastidio.

El aeropuerto de Colombo, como los de El Cairo y Karachi, guarda un aire militar que me hace recordar vagamente el campamento de La Granja. El mismo olor a zotal y a cal viva que en La Granja. Ramón Barata, que ha ido al urinario, me dice al regresar:

—Si quieres mear, ve antes de que esté lleno.

No he entendido del todo la advertencia hasta ver el retrete: un cubo, amenizado con unos soportes y una tapa de madera.

Un lugar extraño, Colombo.

mixing

memory and desire, stirring

dull roots with spring rains.

El cielo cubierto y el aire pesado, el aeródromo extendido entre colinas y bosquetes. Flota un olor a vegetación y agua que me recuerda veraneos en Santander y en el País Vasco. Calor.

Veníamos del sueño. Y un calor

se demoraba sobre nuestros labios

humedeciendo, suavizando el día.

Sentado en el barracón del aeropuerto me acordaba de esos versos míos. Colombo es un lugar paradisíaco y por eso causa angustia.

Lo delicioso es que el cubo mediado con orines, el olor a zotal y el tapete pegajoso de la mesa en la cantina participan de esa calidad paradisíaca del paisaje y de las nubes y de esa familia, venida a despedir a un muchachito con americana color fucsia —camino seguramente del colegio en Europa— que me ha recordado mi infancia y los poemas juveniles de Saint-John Perse. Los imagino hacenderos y me parecen desvaídos entre la gente nativa; se trasluce en ellos, además, una cierta sobrentendida petulancia que hace pensar en las familias pretenciosas de provincia…

Corregidor. Se ven luces frente a nosotros, y Ramón Barata me habla de lo hermosa que es la vista aérea de Manila por la noche.

Seguiría indefinidamente en el avión, haciendo vida intrauterina, alimentado, abrigado y transportado. Horror de llegar.

Voici des details a peu prés exactes

A las diez y media de la noche entrábamos, Ramón Barata y yo, en la sala de Aduanas. Recepción formalmente informal y un tanto recelosa: Charlie Davies, Jorge Weber, Encho Correa, varios más que me fueron presentando; todos inmaculadamente vestidos de blanco, gloriosamente distintos entre la pululación de rostros oscuros. Órdenes. A los diez minutos se terminaban las formalidades aduaneras, uno diría que por sí solas, pues a nosotros nos mantuvieron aparte. We are not only caucasian but also connected with Tabacalera. El hecho de que Barata abandonara el avión y me lo hiciera abandonar a mí dejando atrás bolsas, maletines, abrigos y paquetes, para salir con las manitas vacías, ya fue significativo. Enseguida nos encontramos acomodados en los coches.

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