Javier Martínez-Pinna López - Los exploradores de Hitler. SS-Ahnenerbe

Quiero agradecer y dedicar este libro a todos aquellos que han inspirado mi obra. En primer lugar a Isabel López-Ayllón, con la que siempre estaré en deuda por haber confiado en mí desde el principio. También a todo el equipo de Nowtilus, por haber hecho realidad este proyecto.

Desde estas páginas quiero tener unas palabras de reconocimiento para los que me dieron la oportunidad de colaborar en revistas como National Geographic Historia (Jesús Villanueva López), Muy Historia (Palma Lagunilla), Vive la Historia (Cristina Fernández) y especialmente en El octavo sabio (Helena Olmo) y Clío Historia (María Lorente), con las que tengo el placer de trabajar habitualmente.

Este libro no habría sido posible sin la influencia de excelentes autores cuyos trabajos me han ayudado a entender algunos de los hechos más extraños y enigmáticos protagonizados por los hombres de la SS. Las investigaciones de Óscar Herradón resultaron imprescindibles para seguir la pista de los más prestigiosos exploradores de la Ahnenerbe en sus viajes por el mundo con la intención de descubrir los orígenes de la raza aria. Mariano Fernández Urresti, Lorenzo Fernández Bueno y Manuel Jesús Segado Uceda desarrollan magistralmente en su obra el empeño de los nazis por hacerse con alguno de los grandes objetos de poder como el grial o el arca de la alianza. El trabajo de Héctor Feliciano resulta igualmente importante para comprender el expolio que llevaron a cabo los alemanes en los países europeos hasta ser finalmente derrotados en 1945, mientras que José Gregorio González me abrió el camino para investigar cuáles fueron las actividades de los nazis en Canarias.

Por supuesto, quiero agradecer a mis amigos Óscar Fábrega Calahorro y Javier Ramos, por haberme honrado con sus magníficos prólogos. También a todos los que he encontrado en estos últimos años y que siempre han tenido una palabra de apoyo para animarme a seguir adelante: José Ignacio Carmona Sánchez, David Benito (de Ágora Historia), Tomé Martínez Rodríguez, Alejandro Sánchez, Juan Carlos Pasalodos, Eladio de la Concha, Manuel Cimadevilla, Eva María Corrales, Elena Merino, Miguel Blanco, Jesús Callejo, Carlos Canales, Jesús Ortega, Maribel Díaz, Ángel Almazán y Jordi Fortià (de Luces en la Oscuridad).

Y finalmente a mi familia, a la que pido perdón por todas las horas que les he robado mientras me documentaba para escribir este libro, especialmente a Ade y a mis hijas Sofía y Elena, las luces que iluminan mi camino en un mundo de sombras.

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No todos los investigadores alemanes interesados en tratar de resolver los misterios y enigmas de nuestro pasado se dejaron atrapar por las garras del nazismo. Algunos como Walter Horn decidieron huir del país para, desde ese momento, ponerse al servicio de los que estaban dispuestos a combatir contra las fuerzas de un mal que amenazaba con extenderse por toda Europa.

Horn nació en la ciudad alemana de Waldangelloch el 18 de enero de 1908. De su juventud es poco lo que sabemos, tan solo que estudió Historia del Arte en las universidades de Heidelberg y de Berlín, y que consiguió su doctorado en el año 1934, el mismo en el que huyó de Alemania por su oposición al recientemente instaurado régimen de terror nacionalsocialista. Escapando de la represión y del extremismo ideológico, dirigió sus pasos hacia el Instituto Alemán para el Estudio de la Historia del Arte situado en la ciudad de Florencia, pero en 1938 se trasladó definitivamente hasta los Estados Unidos de América para iniciar una larga y fructífera relación con la Universidad de California. A pesar de la estabilidad que consiguió en su nuevo destino, no dudó en alistarse en el ejército americano para luchar contra lo que él más odiaba: el nazismo. En los momentos finales del conflicto tenemos al teniente Horn sirviendo bajo las órdenes del general Patton, quien utilizó el perfecto alemán de su subordinado en el mando para interrogar a los prisioneros de guerra que fue capturando el ejército americano en su imparable marcha hacia Alemania.

No fue hasta el final de la guerra cuando se producen los principales acontecimientos por los que Horn fue elevado a la categoría de héroe. A pesar de la rendición incondicional de Alemania, el ejército americano siguió contando con los servicios del profesor durante los siguientes años y le encargaron la misión de investigar y tratar de descubrir los lugares en donde los alemanes habían escondido reliquias, joyas y obras de arte, por lo que se inició su colaboración con los hombres y mujeres que formaron parte del programa de Monumentos, Arte y Archivos, más conocidos como