EL INFORME AHNENERBE
Santi Baró
Créditos
Edición en formato digital: febrero de 2016
© Santi Baró, 2016
© Ediciones B, S. A., 2016
Consell de Cent, 425-427
08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
ISBN: 978-84-9069-343-8
Conversión a formato digital: www.elpoetaediciondigital.com
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Al doctor Octavi Piulats, por
prestarme tu cultura universal
y acompañarme en este viaje,
siendo mi particular Indiana Jones.
EL INFORME AHNENERBE
La Vanguardia,
lunes, 13 de septiembre de 2004
El fenómeno literario del siglo, El Informe Ahnenerbe , que ha catapultado a su autor, Marcos Clos, hasta lo más alto de la popularidad literaria mundial, no para de batir récords. Y si bien ya se trataba de la obra escrita por un español con un mayor número de ventas en el extranjero, ahora encabeza, por tercer mes consecutivo, el ranking de los más vendidos en Estados Unidos, con tal efervescencia que nadie se atreve a aventurarle un final.
Los críticos de medio mundo atribuyen dicho fenómeno a la ingeniosa habilidad de Clos para crear una ficción alrededor del gran secreto del cristianismo, la resurrección de Jesús, de tal manera que el lector queda atrapado en sus redes haciéndose preguntas que no se había formulado jamás; preguntas que van más allá de la trama novelesca y que traspasan fronteras que nunca antes nadie se había atrevido a cruzar.
El Informe Ahnenerbe es algo más que un thriller de misterio, una novela histórica o una novela de aventuras. De hecho, es un poco de todo eso. Atrapa desde la primera página como en el mejor texto de misterio, ilustra como el mejor libro de historia y sus personajes poseen el mismo carisma y actitud épica que un Harry Potter.
Leía no hace mucho en el New York Journal of Books que El Informe Ahnenerbe es un manual para entender la Biblia escrito con la gracia del que posee un don. Y yo no puedo estar más de acuerdo, pese a que parezca casi grotesco que una obra inspirada en la búsqueda del Santo Grial que llevó a cabo Hitler en 1940, en Montserrat, pueda plantear tal cantidad de reflexiones como para sostener una opinión de tanta magnitud.
Sí, Clos nos regala un auténtico manual para entender la Biblia, y añadiría más: para entender gran parte de la historia antigua, creada sobre unos pilares tan podridos que alguien tenía que derrumbarlos.
El universo de Clos crece como esos extraños fenómenos que nos sorprenden como surgidos de la nada y se quedan, ya para siempre, entre nosotros, reclamando ese papel protagonista que antaño ha correspondido a la literatura, palabras escritas, en negro sobre blanco, que dejan huella para herencia de las civilizaciones, y cuando parecía que la alta tecnología, las redes sociales, internet, etc. aplazarían, quizás hasta el olvido, un nuevo hit literario mundial, Marcos Clos se saca de la chistera esa tan lejana aventura nazi por Montserrat, con un puñetazo sobre la mesa, obligando a las imprentas a sacar humo para no dejar ni a un solo ser humano sin su Informe Ahnenerbe .
RICARDO MAURÍ
DIEZ AÑOS DESPUÉS
PRIMERA PARTE
NAGORE
Abel se asoma de puntillas agarrándose con fuerza a los barrotes de la ventana. No es que pueda ver gran cosa; de hecho, no puede ver nada. No porque sea ciego, que no lo es, sino porque vive encerrado en un piso de la Barceloneta y pese a que cada noche le llega el olor a mar, él apenas sabe si este existe de verdad. Abel es un niño que se asoma agarrado a esos barrotes que intentan impedir que las palomas se caguen en el alféizar y se acumulen sus excrementos, esos que parecen hechos aposta para recordarle que esa jaula es su mundo, su único mundo. La pared del edificio de enfrente es también parte de su mundo; nada o casi nada los separa salvo una estrecha callejuela que, como Abel, nunca ha visto el sol. Las ventanas que divisa al otro lado le parecen ojos, ojos que lo observan, ojos desnudos de emociones que eluden su sonrisa, ojos que parpadean, ojos que miran pero no desean ser vistos, ojos extraños, ojos que son sus únicos amigos, ojos con los que no se puede hablar.
Abel espera a que el baño quede disponible. Solo hay uno. Nagore, su profesora, siempre lo precede antes del desayuno. Ella vive ahí, con los padres de Abel, en una diminuta habitación con una cama empotrada en un armario de quita y pon. Ella es su amiga, pero es mayor que él, y Abel se pregunta si es normal que alcance dicha categoría alguien que casi podría ser su madre. Él no lo sabe, y por eso hoy piensa preguntárselo. Nagore lo sabe todo. Es su profesora. Cuando sale del baño oye cómo su madre le da los buenos días, luego cómo trastean juntas por la cocina en una especie de ritual que se repite madrugada tras madrugada. Su padre se levanta muy temprano para ir a trabajar. A veces lo oye marcharse, otras no. Como hoy, que ha dormido profundamente. Abel nunca recuerda nada del mundo de la noche y es por eso que piensa que, si nunca sales a la calle, no puedes construir tus sueños. Le gustaría ser un niño normal y cruzar esa diminuta calle que apenas consigue intuir cuando se asoma, andar, correr y jugar. Pero no puede ni hablar de ello, sus padres se enfadan, se lo han explicado mil veces y vuelven a enfadarse cuando hace que se lo expliquen una vez más. Nagore nunca se enfada. Nagore es muy guapa aunque casi podría ser su madre. Nagore tiene veintinueve años y él solo diez, por lo tanto si fuera su madre debería haberlo tenido a los diecinueve. Abel sabe sumar y restar sin necesidad de calculadora. Ella le dice a menudo que es un genio. Su madre no es que no sea guapa, pero no lo es tanto, aunque a él le encantaría tener el pelo de su mismo color, rojo. Eso la hace diferente. Se llama Isabel y gruñe demasiado.
Cuando Abel sale del baño, con unos pantalones de chándal y su camiseta preferida, la verde de Diesel, Nagore le espera en el comedor con un zumo de naranja recién exprimido, cereales y leche. Su madre ya ha desayunado. Su madre, o trastea por la cocina, o se viste para salir, o sencillamente se sienta a la mesa a hablar. Hoy se ha encerrado en su habitación. La casa es tan diminuta y las paredes tan de cartón que todos los movimientos y los ruidos que provocan forman parte del vocabulario vital del niño, ese que no está constituido por palabras sino por los detalles de cada instante. Ahora mismo, mientras desayuna al lado de Nagore, Abel, sin necesidad de verlo, sabe que su madre viste unos pantalones ajustados y una camisa de botones.
—¿Has descansado, cielo?
Nagore lo llama cielo, siempre lo llama cielo, desde que era un auténtico enano, desde hace tanto que Abel no consigue recordar cuándo. A veces piensa que ella es lo único de verdad que queda en su mundo.
—Pero sin sueños —le espeta como si protestase.
Isabel abre la puerta que, como las de todas las habitaciones, dan directas al comedor. Sonríe, se acerca al niño y le da dos besos. Isabel viste una camisa de seda color rosa y tejanos ajustados. Abel piensa que no le sientan bien, que le hacen el culo gordo. Descuelga el chaleco de la percha de detrás de la puerta de entrada y se lo pone sin disimular las ganas de salir a la calle.
—Estaré un rato fuera, no tardaré, me faltan cuatro cosas. Oye, que vendrá Cunningham, pero imagino que ya estaré aquí...
—No sufras, si viene ya le abriré...
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