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Isaac Newton - El sistema del mundo

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Isaac Newton El sistema del mundo
  • Libro:
    El sistema del mundo
  • Autor:
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    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1728
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SIR ISAAC NEWTON Woolsthorpe Lincolnshire 25 de diciembre de 1642 4 de - photo 1

SIR ISAAC NEWTON (Woolsthorpe, Lincolnshire; 25 de diciembre de 1642 / 4 de enero de 1643, Kensington, Londres; 20 de marzo / 31 de marzo de 1727) fue un físico, filósofo, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés. Es autor de los Philosophiae naturalis principia mathematica, más conocidos como los Principia, donde describe la ley de la gravitación universal y estableció las bases de la mecánica clásica mediante las leyes que llevan su nombre. Entre sus otros descubrimientos científicos destacan los trabajos sobre la naturaleza de la luz y la óptica (que se presentan principalmente en su obra Opticks) y el desarrollo del cálculo matemático.

Elogio de Sir Isaac Newton

Elogio de Sir Isaac Newton

Monsieur Fontenelle

Sir Isaac Newton había nacido en Wolstrop, condado de Lincoln, el día de Navidad de 1642, descendiente de la antigua estirpe de la familia de Sir John Newton, Baronet, señor de Wolstrope. La hacienda de Wolstrop pertenecía a su familia desde hacía 200 años. Los Newton habían venido aquí desde Westby en el mismo condado, pero originariamente provenían de Newton en Lancashire. La madre de Sir Isaac, cuyo nombre de soltera fue Hannah Ascough, era también de una antigua familia: volvió a casarse después de la muerte de su primer marido, el padre de Newton.

Cuando su hijo tuvo doce años lo envió a la escuela pública de Grantham, de donde lo sacó algunos años después, para que fuera acostumbrándose poco a poco a dirigir sus asuntos y a valerse por sí mismo. Pero lo encontró tan despreocupado por tales cosas y tan metido por los libros, que lo envió de nuevo a Grantham para que libremente pudiera seguir sus inclinaciones, dándole licencia después de ir la Trinity College de Cambridge, donde fue admitido en 1660, cuando tenía dieciocho años.

En sus estudios de matemáticas no necesitó estudiar a Euclides, quien le parecía tan fácil y sencillo que no valía la pena perder en él su tiempo, pues lo comprendía casi sin leerlo y con solo una ojeada al contenido de los teoremas le bastaba para dominarlos perfectamente. Pasó enseguida a la Geometría de Descartes, a la Optica de Kepler, etcétera, hasta el punto de que podemos aplicarle lo que Lucano decía del Nilo, cuyo nacimiento era desconocido para los antiguos:

Arcanum Natura caput non prodidit ulli

Nec licuit populis parvum te, Nile, videre (Lucano, 1.X)

A nadie la naturaleza reveló el arcano origen

Ni te permitió a las gentes verte aún pequeño, Oh Nilo!

Ciertamente Sir Isaac hizo sus grandes descubrimientos en Geometría y encontró las bases de sus dos famosas obras, los Principia y los Optiks, en la época en que tenía veinticuatro años de edad. Si los seres sobrehumanos progresan de tal modo en el conocimiento es porque vuelan mientras nosotros caminamos a gatas y porque saltan sobre los mediums a través de los cuales avanzamos con dificultad desde una verdad a otra relacionada con ella.

Nicolás Mercátor, que había nacido en Holstein, pero que pasó la mayor parte de tu vida en Inglaterra, publicó en 1668 su Logarithmotechnia donde resuelve la cuadratura de la Hipérbola por medio de series infinitas. Esta fue la primera aparición en el mundo ilustrado de una serie de este tipo, basada en la particular naturaleza de una curva, y ello de un modo completamente nuevo y abstracto. El célebre Dr. Barrow, entonces en Cambridge donde también vivía Mr. Newton que a la sazón contaba 20 años, recordaba que se había encontrado con el mismo tema en los escritos del joven caballero, y no solo referido a la Hipérbola, sino extendido mediante fórmulas generales a toda clase de curvas, incluso las mecánicas, a sus cuadraturas, a sus rectificaciones y centros de gravedad, a los sólidos formados por sus rotaciones y a las superficies de tales sólidos; de manera que cuando era posible determinarlas, las series tenían un límite dado o, si no lo tenían al menos, sus sumas venían dadas por reglas establecidas. Pero, si su determinación era imposible, entonces incluso era posible aproximarlas infinitamente, lo que constituye el método más refinado de suplir la insuficiencia del conocimiento humano que el hombre pudiera imaginar. Ser un maestro en tan fructífera y general teoría era un mina de oro para un geómetra, y también era una gran gloria haber sido el descubridor de tan sorprendente e ingenioso sistema. Así que Sir Isaac, viendo por el libro de Mercátor que este se hallaba en el buen camino y que otros podían seguir sus pasos, debería naturalmente haberse adelantado a mostrar sus tesoros y a asegurar su propiedad que consistía en ser el descubridor. Pero se contentó con hallar el tesoro sin preocuparse de la gloria. Dice él mismo en una carta del Commercium Epistolicum «que pensó que Mercátor había descubierto completamente el secreto, o que otros lo podían descubrir antes de que él estuviese en edad de escribirlo». Sin ningún interés permitió que se aprovechasen de él, de algo que le podía reportar mucha gloria y colmarle con las más agradables esperanzas. Esperó con paciencia hasta alcanzar una edad adecuada para escribir o hasta hacerse un nombre conocido en el mundo, pese a ser ya capaz de grandes cosas.

Su manuscrito sobre las series infinitas solo fue comunicado a Mr. Collins y a Lord Brounker, ambos conocedores de estos temas. E incluso estos no lo recibieron, salvo por el Dr. Barrow, quien no le permitió una modestia mayor que la que hubiera deseado.

Salió este manuscrito del estudio del Autor en el año 1669, con el título de THE METHOD WICH I FOR MERLY FOUND OUT, etc., y suponiendo que este «for merly» signifique no más que tres años, pudo entonces haber descubierto esta admirable teoría de las series cuando aún no tenía veinticuatro años de edad; pero lo que es más todavía, este manuscrito contiene tanto el descubrimiento como el método de Fluxiones, o sea de cantidades infinitamente pequeñas, que dio lugar a una gran polémica entre él y Mr. Leibniz, o más bien entre Alemania e Inglaterra, polémica de la que he dado cuenta en 1716, en el Elogio de Mr. Leibniz, y aunque ello estaba en el Elogio de Mr. Leibniz, la imparcialidad de un historiador se hallaba tan escrupulosamente preservada allí que nada nuevo hay que decir ahora de Sir Isaac Newton. Se observaba allí de manera particular que «Sir Isaac fue sin duda el descubridor, que esta gloria era indudable, y que la única cuestión era si Mr. Leibniz había tomado esta noción de él». Toda Inglaterra está convencida de que efectivamente la tomó de él, aunque la Royal Society no lo declaró así en su Determinación, aunque tal vez podría haberlo sugerido. Sin embargo Sir Isaac Newton fue con certeza el primer descubridor y ello por varios años. Mr. Leibniz por otra parte fue el primero en publicar el método, y si lo hubiese tomado de Sir Isaac, al menos se parecería a Prometeo en los infiernos robándole el fuego a los dioses para dárselo a los hombres.

En 1687 Sir Isaac decidió destaparse y mostrar quién era, y en consecuencia apareció a la luz la obra Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Este libro, que ofrece por base la más profunda Geometría para un nuevo sistema de Filosofía, no alcanzó al principio toda la fama que merecía y que iba a adquirir después. Como está escrito con gran conocimiento, concebido en pocas palabras y las consecuencias frecuentemente extraídas de los principios de modo súbito, el lector se ve obligado a suplir por sí mismo las conexiones y se requiere tiempo para que el público llegue a dominarlo. Geómetras de prestigio no llegan a comprenderlo sin gran aplicación y los de menor nivel no lo comprendieron hasta que fueron provocados por el aplauso de los más competentes, pero a la postre cuando el libro ha llegado a ser suficientemente comprendido, todos estos aplausos que lentamente se ha ido ganando estallaron por todas partes y se unieron en una general admiración. Todos quedaron asombrados por ese original estilo, que brilla por toda la obra, por esa magistral genialidad que en todo el ámbito de este siglo feliz puede solo ser reconocido en tres o cuatro hombres distinguidos de entre las naciones más cultas.

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