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Marina Garcés - Ciudad Princesa

Aquí puedes leer online Marina Garcés - Ciudad Princesa texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Ciudad: Barcelona, Año: 2018, Editor: Galaxia Gutemberg, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Marina Garcés Ciudad Princesa
  • Libro:
    Ciudad Princesa
  • Autor:
  • Editor:
    Galaxia Gutemberg
  • Genre:
  • Año:
    2018
  • Ciudad:
    Barcelona
  • Índice:
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Ciudad Princesa: resumen, descripción y anotación

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Luz

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A todas las amigas y amigos,

escuela política,

escuela de agradecimiento

Índice

I
PONER EL CUERPO

II
TOMAR LA PALABRA

III
NACER AL MUNDO

PRÓLOGO

Aprender de las luchas que no hemos ganado

Aún no hemos nacido,

aún no hay mundo.

A RTAUD

No sé hasta qué punto hemos luchado realmente. Tampoco sé hasta qué punto hemos perdido del todo. Sí sé que las ideas y las formas de vida en las que creo no triunfan, pero que tampoco están perdidas. La generación de los setenta quería asaltar el cielo y se quemó las alas. Los que venimos después crecimos entre sus cenizas y vimos cómo se apagaban los fuegos de sus anhelos y de sus ideales. Algunos pactaron con el sistema de partidos, con el conformismo privado, con el oportunismo económico y mediático. Otros se refugiaron en exilios interiores de muchos tipos. Hubo también quien abrazó la destrucción o la autodestrucción. Y sólo algunos, pocos, siguieron alimentando las brasas del pensamiento y del compromiso radicales.

Los que nos politizamos a finales de los años noventa no mirábamos al cielo si no era para descansar un rato. Nuestros pasos y nuestros ojos se dirigieron hacia el mundo, hacia este mundo, que ya amenazaba con síntomas claros de devastación: humana, ambiental, económica, política... La globalización sólo brillaba, como una luz encendida en Nochebuena, si se miraba de lejos. Vivido de cerca, el mundo global estaba lleno de oscuridades, de malestares, de guerras no declaradas, de fronteras enmascaradas, de violencias privatizadas. Con los zapatistas, aprendimos a decir que queríamos crear muchos mundos en este mundo, con los okupas aprendimos a abrir espacios de vida en nuestros pueblos y ciudades, con la antiglobalización pusimos palabras y colores a otro mundo posible, con el movimiento contra la guerra recordamos que, como siempre, los muertos los ponemos nosotros mientras las guerras siguen siendo suyas, y con el 15M inventamos la expresión más simple de la radicalidad democrática: «No nos representan». En medio de todos estos grandes movimientos, leímos autores nuevos y antiguos, recuperamos la memoria resistente de la Transición española no explicada, reaprendimos prácticas de cooperativismo, de apoyo mutuo y de autoorganización que los años ochenta parecían haber desterrado para siempre, llegó internet y tejimos en la red nuevas relaciones autónomas y autoorganizadas. Aprendíamos de los hackers y de la cultura libre. Reinventábamos el feminismo. Descubríamos los barrios como lugares de implicación, Europa como problema, para nosotros y para los que desean llegar desde la miseria del mundo, y la globalización como un destino muy poco común. Experimentamos mucho, nos inventábamos palabras y prácticas cada día. Atacábamos la ciudad-empresa y las catedrales del consumo, y convertimos la acción directa en un arte de calle, a la vez que aprendíamos a cuidar de nuestros cuerpos, de nuestras vidas, y de los ecosistemas naturales y culturales maltratados.

Escribo este prólogo una tarde de invierno de 2018. El último trimestre, vivido desde Catalunya, parece haber durado siglos y a la vez ha sido un relámpago que ha incendiado la historia. Hace tiempo que el tiempo se ha desbocado. Y con él, el mundo, presente y futuro, parece entregado a una carrera loca y cada vez más violenta que no sabemos dónde apunta. O sí: a un futuro que sólo sabemos teñir de negro. Condición póstuma, lo he denominado en algún escrito: la destrucción como condición generalizada y el privilegio como refugio temporal de sus efectos. «Dormíamos, despertamos», dijo el 15M . Pero, ¿dónde hemos despertado? No dejo de preguntármelo. Hace décadas que Occidente despierta del bello sueño del progreso, a golpe de guerras, de devastación ecológica, de nuevos despotismos y de crecientes desigualdades. Últimamente, mucha gente ha visto rotos sus sueños particulares de confort y de bienestar, por humildes que fueran. Las crisis políticas, económicas y de civilización se superponen. Y con ellas, los anhelos de transformación del mundo hacia sociedades más vivibles y más justas se convierten en campañas urgentes de reparación de daños cada vez más irreversibles. Los revolucionarios se transforman en enfermeros del mundo y los guerrilleros de lo imposible en socorristas desesperados. Lo más fácil es rendirse al catastrofismo o protegerse en el particularismo. Pero ¿dónde estamos? ¿Podemos dibujar mapas que, desde el espacio y el tiempo, nos den las coordenadas de nuestro ahora y aquí? De estas preguntas han surgido los hilos de este escrito que he necesitado tejer, a lo largo de los últimos tres años, como una malla para no caer, como una liana con la que seguir avanzando de árbol en árbol, sin acabar de ver el bosque.

Cuando nos perdemos, hay dos maneras de mirar para saber dónde estamos: buscar un punto alto para tener una visión general, o repasar mentalmente el camino recorrido para dar sentido a lo que nos rodea. Acostumbrada a conceptualizar, esta vez he sentido la necesidad de explorar la segunda opción: revisitar lo vivido para recoger su sentido. Por eso este libro es un conjunto de historias y de vivencias que van trenzando un pensamiento en curso. Empiezan un día muy concreto: el 28 de octubre de 1996 durante el desalojo de Cinema Princesa de Barcelona. Y, sin haberlo previsto en el planteamiento inicial, acaba otro día muy concreto: el 1 de octubre de 2017 en las calles de la misma ciudad, con la celebración y represión del referéndum de autodeterminación. Más que acontecimientos históricos, son dos puntos de inflexión que abren de manera inesperada la posibilidad de elaborar un sentido no previsto del nosotros. Un nosotros sin nombre, hecho de todos nuestros nombres. Los hilos que van de unos a otros no trazan una historia lineal, sino una malla de veintiún años de vida compartida y aprendida en colectivo. Hay muchas cosas de las que no hablo, evidentemente. No es porque no las considere importantes, sino porque no las he vivido directamente.

Lo que presento aquí no es un documento histórico ni una investigación periodística. Habrá mucha gente que lo pueda hacer mucho mejor que yo. Es un relato en primera persona que sirve para ir desplegando una reflexión. No hay voz en off, pues, ni una narradora omnisciente, sino una voz que es a la vez un singular y un plural: el singular irreductible de quien vive y piensa cada uno de los momentos y situaciones que se recogen y el plural de los nosotros que en cada ocasión le dan sentido. No son tampoco unas memorias personales, aunque sí se asume la dimensión personal de toda experiencia política. El hilo conductor es el aprendizaje: ¿qué hemos aprendido? En el aprendizaje se encuentran la política como transformación, el saber como descubrimiento y la relación con los otros como compromiso. Y en el aprendizaje se encuentran, también, el yo y el nosotros. Siempre es alguien quien aprende. Y siempre es con los otros como aprendemos.

Desde el punto de vista de los aprendizajes, el presente no es la actualidad ni el pasado está cerrado. El presente es el verdadero tiempo histórico donde encontramos lo que hemos devenido, todo lo que no ha llegado a ser y las potencialidades que desmienten la obviedad de lo que hay. Así es como abordo estos años de vida vivida. No me inspiran la épica ni la nostalgia. Solamente la necesidad de renovar, una vez más, el compromiso con el presente y, en concreto, con mi ciudad. Para hacerlo, hay que entender muchas cosas y agradecer muchas más. Éste es un libro de compromiso desde el agradecimiento.

La vida me ha dado amigos y amigas, en todos los sentidos inagotables que tienen estas palabras. Sin ellos, sin ellas, no sé si hubiera tenido mundo. Quizá hubiera tenido una vida privada más o menos confortable, una vida laboral más o menos exitosa, una vida cultural más o menos rica. Quién sabe. O ninguna de estas cosas. Pero la relación con el mundo me la han dado los amigos. No hay una categoría separada de la amistad que la recorte del amor ni del parentesco. Amigos y amigas son todos aquellos con quien se comparte la complicidad de aprender a vivir juntos. De esto va este libro, también, y por esto está dedicado a todos ellos y a todas ellas, a todos nosotros. Algunos han estado a mi lado, del primer día hasta el último, como Santi, a quien quiero agradecer tanta vida. Otros han entrado y salido, nos hemos acompañado en trayectos y en intensidades diversas. Como aquellas estrellas de Nietzsche que componen constelaciones y se borran cuando llega el día. Otros, pocos, por suerte, se han ido para siempre. Un recuerdo especial para mi madre, que ya hace quince años que nos dejó el mundo en nuestras manos, y para Carles Capdevila, con quien aún cuento para todos los proyectos posibles. En el libro salen pocos nombres, sólo aquellos que son públicos en la situación a la que me estoy refiriendo, ya sea porque son autores explícitos de algún texto o porque intervienen de manera conocida. El resto no los he utilizado por respeto a la vida y a las historias de cada cual. Lo que explico es mi vivencia de unos hechos y no he querido apropiarme del punto de vista de nadie.

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