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VV. AA. - Humanidades en acció

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VV. AA. Humanidades en acció
  • Libro:
    Humanidades en acció
  • Autor:
  • Editor:
    Rayo Verde Editorial
  • Genre:
  • Año:
    2019
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Humanidades en acció: resumen, descripción y anotación

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Humanidades en acció recoge las propuestas de Aula Oberta, un proyecto colectivo dirigido por la filósofa Marina Garcés. El objetivo: pensar las Humanidades desde su potencial transformador y como un activo positivo para el conjunto de la sociedad.

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Marina Garcés

(Barcelona, 1973) es profesora de Filosofía en la Universitat Oberta de Catalunya. Su trabajo se centra en el ámbito de la política y el pensamiento crítico, y en la necesidad de articular una voz filosófica capaz de interpelar y comprometerse.

www.marinagarces.com

marinagarces Mi trabajo tiene que ver con los usos de la palabra pública - photo 1@marinagarces

[Mi trabajo] tiene que ver con los usos de la palabra pública, entendida como un margen que se abre y hace posible encontrarnos y pensar los unos con los otros. En concreto, gracias a la filosofía podemos ser vidas que se piensan unas en relación a las otras y que se transforman en la medida que pueden hacerlo libremente.

La necesidad de la filosofía, tal y como yo la entiendo, es personal y colectiva al mismo tiempo. Personal, porque tiene que ver con una determinada forma de estar en el mundo. Y colectiva, porque no tiene sentido sin interlocutores, ya sean cómplices o críticos. Las consecuencias que percibo de manera concreta en lo que hago es que amplían lo que nos podamos atrever a vivir y a pensar.

Sólo se puede enseñar a pensar con valentía desde las condiciones materiales y relaciones laborales dignas. Tengo la sensación de que la cultura, las humanidades, las artes e incluso las ciencias vuelven a formar parte de aquellos privilegios que las clases más altas hacen suyos cuando las desigualdades aumentan. No podemos ser un elemento de distinción para los ricos del mundo. Tenemos que continuar luchando por que la cultura, en todas sus dimensiones, sea una herramienta de emancipación para todos.

Emancipación

Marina Garcés

H UMANIDADES ZERO

Las humanidades son hoy en día una serie de productos depurados de muchos de sus efectos secundarios. Ni nos hacen más cultos, ni más libres, ni más sensibles, ni más iguales, ni más sabias. No tienen ni efectos positivos ni negativos. Son las Humanidades ZERO que, como los refrescos actuales, acompañan nuestro ocio con un simulacro de dulce frescor.

¿Para qué sirven, entonces? Para entretenerse, para distinguirse, para consumir, para producir, para ganarse (mal) la vida, para hacer turismo, para especializarse, para sumar puntos en el currículum… Entre los subproductos humanísticos, higienizados y envasados al vacío, hay de todo y para todos los niveles y todos los gustos: patrimonio cultural de todas las épocas y culturas para visitar, preservar y catalogar; objetos de estudio del pasado y del presente listos para ser convertidos en carne de paper académico; congresos en los que nadie escucha a nadie; kits de autoaprendizaje, festivales musicales, teatrales, cinematográficos, performativos, de circo…; exposiciones que sólo entiende el comisario; libros de divulgación que parten de la premisa de que el pueblo es tonto e infantil; listas infinitas de enlaces y archivos en la red que no podremos ver ni escuchar nunca; novedades, muchas novedades, y «clásicos» que no tienen más de cincuenta años y ya pesan en el canon.

Mientras escogemos y consumimos, mientras nos apuntamos a cursos y másteres, mientras descargamos libros, películas y canciones, mientras tanta novedad nos satura y tanta saturación nos distrae, hay dos tipos de alertas que se alzan por encima del ruido para decirnos algo y, se supone, hacernos reaccionar.

Por un lado, tenemos las conciencias biempensantes de nuestras sociedades, que lamentan la pérdida de importancia de las humanidades, su descrédito y su falta de crédito, la pérdida de aura y el desprestigio, la falta de respeto y la banalización. Sus voces se mueven entre la nostalgia y el miedo: la nostalgia de lo que se pierde y el miedo al abismo en el que se cae. Sin humanidades no hay democracia, dicen. Olvidan la historia del siglo XX , cuando las sociedades aparentemente más cultas de la historia cometieron los crímenes más atroces y construyeron las pesadillas políticas más terroríficas. Sin humanidades no hay tolerancia. Olvidan que el humanismo fue el núcleo ideológico de la colonización y de su proyecto imperial, racista y patriarcal. Sin humanidades no hay libertad. Olvidan que la cultura no ha sido sólo un recurso de la resistencia, sino que también ha sido —y, de hecho, de forma mucho más frecuente— una herramienta de dominio y de construcción de marcos de dominación, tanto nacionales como de clase. Desde la nostalgia que idealiza el pasado, todos estos aspectos históricos de la cultura humanística pierden sus efectos, y corremos el riesgo de recibir su legado como un patrimonio depurado que sólo podemos preservar y venerar, o ante cuya pérdida sólo podemos lamentarnos y temer las consecuencias que se derivarán de ella.

Por otro lado, hay otro tipo de conciencia que, más que biempensante, podríamos denominar hipercrítica, y que se ha centrado en afilar y afinar el instrumental con el que desenmascarar, diagnosticar, descuartizar y denunciar los lenguajes y las instituciones de la cultura. De manera muy necesaria, las antiguas disciplinas humanísticas han evolucionado hacia una crítica de sí mismas y de las relaciones de poder que transmiten y legitiman con sus discursos y sus referentes. De este modo, no sólo han hecho visibles los mecanismos de la dominación a través de la cultura y del humanismo, sino que también han visibilizado las subjetividades excluidas, las culturas minorizadas y racializadas, las formas de vida no reconocidas y las posibilidades de transformación radical que se han combatido. Las conciencias hipercríticas han hecho y siguen haciendo una labor esencial para que no se perpetúen una recepción y una defensa acríticas del legado humanista. Pero han insistido tanto en la necesidad de la crítica que, a mi parecer, han topado con un límite intrínseco a su propio discurso y propósito: nos han enseñado a conocer todos los aspectos de las relaciones entre conocimiento y poder, pero nos hemos olvidado de practicar las relaciones entre el conocimiento y la emancipación, y de hacerlo, como no puede ser de otro modo, en el marco de las condiciones sociales, tecnológicas, políticas y culturales de nuestra época.

La nostalgia retroutópica y la hipercrítica distópica son, para mí, las dos caras de la misma impotencia contemporánea: la impotencia para dar sentido y valor a la experiencia humana desde el punto de vista de su dignidad. Si queremos que las humanidades sean algo más que un conjunto de venerables disciplinas del pasado, o un conjunto de herramientas del poder cultural hegemónico occidental, tal vez sea necesario retomar y desplazar su pregunta inicial y la más radical de todas las que se formula: ¿qué nos hace dignos de nosotros mismos y del mundo que compartimos con el resto de seres humanos y no humanos? La pregunta sobre la dignidad es la pregunta por el estatuto de una experiencia que no tiene garantizado su valor. Por eso necesitamos darle formas siempre tentativas, abiertas y cambiantes. Las humanidades son, sobre todo, el conjunto siempre abierto de estas formas y las reflexiones que podemos elaborar a partir de ellas. Desde un punto de vista emancipador, su valor no es ni patrimonial ni productivo: es indisolublemente ético y político, en la medida en que la existencia humana se desarrolla como la inacabable e inacabada historia de aprender —y desaprender— a vivir juntos.

L O HUMANO EN DISPUTA

La defensa de las humanidades, bien entrados ya en el siglo XXI , tiene sentido en el contexto de la actual disputa por lo humano. Precisamente porque se trata de algo que no nos es dado, el sentido de la experiencia humana siempre ha sido objeto de disputas: entre religiones, entre géneros, entre clases sociales, entre culturas, entre diferentes épocas… En estos momentos lo es en el marco de lo que muchos autores llaman una crisis de la civilización que, por primera vez, afecta a todo el planeta. Aunque la vida sobre la Tierra esté marcada por grandes desigualdades materiales e inmateriales, económicas y culturales, en este momento el sistema de producción, económico y de consumo sitúa al conjunto de la especie humana frente a una amenaza común (aunque compartida de forma desigual): la del agotamiento de los recursos y de las capacidades que permiten que este sistema funcione y crezca. La amenaza de colapso se cierne como una espada de Damocles sobre la especie humana y nuestras formas actuales de vida.

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