Carrie Fisher - El diario de la princesa
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- Libro:El diario de la princesa
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2016
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El diario de la princesa: resumen, descripción y anotación
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El diario de la princesa — leer online gratis el libro completo
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Cuando Carrie Fisher descubrió los diarios que había escrito durante el rodaje de La guerra de las galaxias, la primera película de la trilogía Star Wars, le asombro descubrir unos ingenuos poemas de amor y unas cándidas reflexiones que apenas reconocía. Hoy Carrie Fisher ha pasado a la historia como actriz e icono pop, pero en 1976 solo era una chica de diecinueve años perdidamente enamorada de su compañero en la pantalla, Harrison Ford.
Con extractos de sus cuadernos manuscritos, El diario de la princesa es el recuerdo íntimo y revelador de lo que sucedió dentro y fuera de uno de los sets de rodaje más famosos de todos los tiempos. Pero Fisher también reflexiona sobre la fama y el absurdo de una vida inventada por la realeza de Hollywood. La sinceridad de sus palabras convierte este libro en las conmovedoras memorias de la inolvidable princesa Leia Organa.
Carrie Fisher
ePub r1.0
NoTanMalo 26.9.17
Título original: The Princess Diarist
Carrie Fisher, 2016
Traducción: Irene Saslavsky
Editor digital: NoTanMalo
ePub base r1.2
PARA:
George Lucas
Harrison Ford
Mark Hamill
Irvin Kershner
J. J. Abrams
Rian Johnson
Se estrenaban en televisión las series Los Ángeles de Charlie, Laverne & Shirley y Family Feud.
Steve Wozniak y Steve Jobs fundaban Apple en un garaje.
La FDA, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, prohibía el colorante rojo n.º 2 al descubrirse que provocaba tumores en la vejiga de los perros.
Howard Hughes moría a los setenta años debido a una insuficiencia renal mientras volaba en su jet privado rumbo a un hospital de Houston. Tenía una fortuna de dos mil millones de dólares y pesaba cuarenta kilos.
Se publicaba Entrevista con el vampiro, la primera novela de Anne Rice.
Israel rescataba a los ciento dos pasajeros de Air France secuestrados en el aeropuerto de Entebbe, en Uganda.
Isabel II enviaba el primer e-mail real, el IRA hacía estallar bombas en Londres y los Sex Pistols y la Bohemian Rhapsody de Queen alcanzaban un enorme éxito.
Claudine Longet, la exmujer de Andy Williams, mataba «accidentalmente» de un disparo a Spider Sabitch, su amante esquiador.
Un congresista de Pennsylvania ganaba la nominación por duodécima vez pese a haber muerto dos semanas antes.
Caitlyn Jenner, que por entonces aún era Bruce, se hacía con la medalla de oro en decatlón olímpico y obtenía el título de «la mejor atleta del mundo».
Estaban ocurriendo tantas cosas…
En África estallaba la primera epidemia de ébola, reinaba el pánico por la gripe porcina y, en un contaminado hotel de Filadelfia, un brote de legionelosis acababa con la vida de veintinueve personas.
Un golpe militar destituía en Argentina a la presidenta Isabel Perón.
Sal Mineo moría apuñalado y fallecían Agatha Christie y André Malraux, aunque no juntos.
Saul Bellow ganaba el premio Pulitzer por El legado de Humbolt y el Nobel de Literatura por toda su obra.
El Hijo de Sam asesinaba a su primera víctima.
Los disturbios de Soweto suponían el principio del fin del apartheid en Sudáfrica.
Se formaba el grupo de rock que se convertiría en U2.
La Asociación de Tenis de Estados Unidos prohibía a la transexual Renée Richards disputar el Open de Estados Unidos.
Network nos brindaba la icónica diatriba de Howard Beal: «Estoy absolutamente furioso y no pienso seguir soportando esto», y Paul Simon ganaba el Grammy al Álbum del Año por Still Crazy After All These Years.
Jimmy Carter derrotaba a Gerald Ford, incluso tras afirmar en una entrevista para la revista Playboy que, en el fondo, le volvían loco las mujeres.
Nacían Ryan Reynolds, Benedict Cumberbatch, Colin Farrell, Rashida Jones, Alicia Silverstone, Rick Ross, Anna Faris, Peyton Manning, Audrey Tatou, Ja Rule y Reese Witherspoon.
George Harrison era declarado culpable por plagiar He’s So Fine en My Sweet Lord.
El running back O. J. Simpson, de los Buffalo Bills, jugaba el mejor partido de su vida, recorriendo doscientos cincuenta metros y anotando dos touchdowns contra los Detroit Lions.
Fallecía Mao Zedong.
La Corte Suprema restablecía la pena de muerte, declarando que dicho castigo no era especialmente cruel ni extraordinario.
The Band ofrecía su concierto de despedida en San Francisco.
Elizabeth Taylor y Richard Burton se separaban tras cuatro meses de matrimonio, precedidos por dieciséis meses de divorcio.
Estados Unidos celebraba su bicentenario.
Imagino que lo comprendéis. Fue un año estupendo y, al igual que todos los años, sucedieron un montón de cosas. La gente trabajaba en la tele o en el cine, escribía canciones que gustaban más que otras canciones; había algunos que destacaban en el mundo del deporte y, como siempre, murieron muchas personas famosas y con talento. Pero mientras todo eso sucedía, ocurría algo importante (y tantas décadas después, mira por dónde, sigue ocurriendo): Star Wars.
En 1976 estábamos en Londres rodando el primer título de la saga y ningún miembro del reparto podía imaginar lo mucho que cambiarían nuestras vidas cuando la película se estrenase al año siguiente.
P asemos a 2013. Estaban ocurriendo cosas bastante similares, solo que con mayor rapidez e intensidad. Y George Lucas anunció que la franquicia de Star Wars volvía a empezar y que el reparto original actuaría en el nuevo filme.
Me sorprendió, en la medida en que a uno le sorprende algo cuando tiene más de cuarenta años. Me refiero a que alguna vez había pensado (y no mucho, la verdad) que rodarían más películas de la saga, pero dudaba que yo apareciera en ellas. Y entonces resultó que sí. ¡Aleluya!
Y ello a pesar del hecho de que no me entusiasmase verme en pantalla (ni siquiera me fascinó a la edad en que supuestamente debía hacerlo): ahora existía el 3D, la alta definición y cosas por el estilo, así que todas tus arrugas y tus carnes marchitas quedaban en evidencia. Si cuando era joven no me gustaba, no iba a gustarme ahora. El problema era que sería incapaz de ver la nueva secuela, al menos como parte del reparto. Pero qué más daba, ¡alguien podía contármela!
Si actuaba en el nuevo filme de la saga tendrían que pagarme algo, pese a que una sombra de duda podía proyectarse poco a poco sobre ese hecho hipotético basado en parte en la historia de Star Wars. (Ni hablar de merchandising, ¡pero quizás esta vez consiguiera un poco!).
En cualquier caso, todos queríamos figurar en la película, y cualquiera podía ser eliminado fácilmente de la lista. Bueno, tal vez no tan fácilmente, pero podían descartarnos si nos poníamos muy exigentes en cuanto a lo que queríamos cobrar. Y en este caso, cuando hablo en plural me refiero a mí.
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