héctor ñaupari
Liberalismo
es Libertad
Prólogo de Ángel Soto
© 2015 Héctor Ñaupari
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Para Catalina, hija amada,
porque eres libertad
ÍNDICE
SOBRE TODAS LAS PÁGINAS LEÍDAS.
Liberalismo
SOBRE LAS imágenes doradas.
Antologías
SOBRE el molino de las sombras.
Libros de poesía
SOBRE la soledad desnuda.
Entrevistas
PRÓLOGO
Hace unos días, conversábamos con un profesor en la universidad donde dicto clases, y concordamos que hoy «todos quieren ser liberales». Está de moda. Cuestión vaga, pero que al mismo tiempo termina ahí, porque lo que cada uno entienda respec to a colocarse la tan ansiada «etiqueta» dependerá de tantas interpretaciones como seguidores existan. Personalmente me da igual, y como dice otro buen amigo: «¡Viva la libertad!» Debate que, en vez de empequeñecer, engrandece, pues precisamente da cuenta de la enorme riqueza que se provoca cuando ponemos al individuo como centro de atención.
Ahora bien, una cosa es tener la etiqueta de liberal y —como bien dice mi amigo Héctor Ñaupari en el libro que el lector tiene en sus manos— ser en ocasiones un «tigre de papel del liberalismo», y otra muy distinta es ir más allá del «cartel» y vivir como un «liberal». Tal como dice Tom Palmer en su libro Why Liberty ?: «Si ya te comportas como un liberal, ¡quizás deberías ser uno!»
Por eso me alegró —y honró— que Héctor me pidiera escribir unas líneas que sirvieran de prólogo a su libro, especialmente tras leer su título: Liberalismo es Libertad.
Con anterioridad ya nos había llevado por la Senda de la Libertad , pero esta vez, al afirmar con fuerza que Liberalismo es Libertad , me pregunté: ¿será necesario ahondar más y enfrascarse —como vemos en la actualidad— en luchas por demostrar quién es más liberal, o más puro que el otro, mientras del lado contrario nos van empujando y haciendo retroceder?
La afirmación, que da título a este libro, me recordó a un autor que sé, y lo señala Héctor, es uno de sus escritores de cabecera. No es un economista, tampoco un politólogo, ni —que me perdonen— mucho menos un abogado, sino un poeta: Octavio Paz, para quien, con la misma profundidad de Ñaupari, pero al mismo tiempo con la misma simpleza de la sabiduría, nos enseña que la libertad no se define, se ejerce.
Héctor Ñaupari es uno de estos hombres. No es un «tigre de papel», y si bien es profundo y conoce las definiciones teóricas, es de acciones concretas. Su amplio currículum —académico, profesional, hombre público, emprendedor, intelectual y un largo etcétera— nos dice que es jurista, poeta, ensayista; pero quienes lo conocemos sabemos que, antes que nada, es un enamorado de su familia —como él mismo reconoce en las entrevistas que se reproducen—, un incansable viajero y un escritor que, con los ojos abiertos, no se contenta con mirar, sino que observa, piensa, actúa. Es un hombre libre que vive intensamente.
Nos escribe, citando a Roberto Salazar:
Nadie paga por vivir
menos aquí
la vida se escapa
si no la tomas por asalto.
Tomar la vida por asalto. Al menos esta es la sensación que me quedó al leer su libro, donde nos vamos adentrando, más que en un tratado académico, en la erudición de la experien cia y la sabiduría que le ha dado esa forma de vivir, intensa y apasionadamente, el mundo. Que nos lleva por un mundo de diversidad racial, cultural, geográfica y de respeto al prójimo.
Una reflexión sobre unas páginas leídas y una biblioteca que aún le espera por leer donde, en reiteradas oportunidades, hace referencias a lo peruano; pero, ¿cómo no extrapolarlo a lo latinoamericano, especialmente cuando sabemos de su preocupación por nuestro continente?
Un ferviente defensor de una globalización que promueve ver daderos ciudadanos universales. Dejando atrás las estrecheces de las fronteras nacionalistas, nos invita a derribar «muros», que más que nada son prejuicios ideológicos. Afirmo que «nos invita» a todos, intergeneracionalmente, porque su lectura demuestra que tampoco Ñaupari se ha «comprado» un discurso que está en boga en muchos «liberales» actuales. Me refiero a la manía de apelar (y escribir) solo a los sub 40, como si los demás no tuvieran nada más que hacer en este mundo.
Y es que quien nos escribe mira el mundo desde la óptica de quien podemos decir es un hombre culto, y por eso es verdaderamente libre. Ni siquiera menciona las tan de moda «políticas públicas», ni se encasilla en el discurso «institucionalista» que en oportunidades obnubila a algunos amigos liberales. A quienes con cariño les decimos: «la cultura es lo que importa». Es bueno tener aliados como Héctor en esta batalla, pues ambos hemos sido testigos, protagonistas y combatientes para aportar a la construcción de «un relato más humano».
Tampoco se entrampa entre liberales, libertarios ni libertinos, como alguna vez nos reímos conjuntamente sobre estas pugnas internas. No. Nos escribe desde la poesía. Una antología en la que las imágenes doradas nos invitan a soñar, pero también a seducir. ¿No es eso lo que debe añorar un espíritu libre?
Libros de poesía sobre el molino de las sombras, escribirá demostrando una erudición que encanta, apasiona, emociona, ilusiona y jamás agota, evidenciando que mucho de quijotesco tiene nuestro autor. Como buen hombre de mundo, pero espe cialmente siendo un latinoamericano, no podía estar ausente la idea de la soledad. Esa que lo «desnuda» y que nos regala al abrirse y permitirnos compartir su intimidad, pero que habla de un hombre que —al contrario del que sufre los tormentos propios de la contemporaneidad del siglo XXI—, cual romántico, se inclina por gozar la vida. Sin aspiraciones materiales, con generosidad, sensualidad y amor, como esa confesión en que dice que si quedaran pocas horas para el fin del mundo abrazaría a su esposa e hijas hasta que ese terrible momento llegara.
Literatura, poesía, actualidad, experiencia, son los componentes de su «relato» que, si se quiere, puede ponérsele un apellido: «liberal», con el cual nos invita a dar una lucha, pues la mayor amenaza para la libertad, nos dice, no son quienes quieren acabar con ella, sino que «los liberales no hagamos nada para defenderla».
Me pregunto: ¿Quiénes son los que verdaderamente la defienden? ¿Los «tigres de papel»? Esos intelectuales que desde la comodidad de bibliotecas europeas, aviones o la casita en el «campo» nos escriben pontificando «sus verdades absolutas», con soberbia e intolerancia. ¿Aquellos empresarios que creen que con su dinero pueden comprar las ideas, envasarlas en seductores envoltorios y regalarlas como si fueran «productos» de «su» empresa para luego medir cuánto se consumió? ¿Los tecnócratas, reyes de las métricas, esclavos de encuestas, management , políticas públicas, que con su postgrado creen que pueden hacer tabla rasa de los sub 40 dictando cátedra basándose en su «modelo»?
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