Introducción
El objetivo de este libro es poner al servicio del desarrollo organizacional la reflexión filosófica realizada en Occidente desde el siglo IV a.C. hasta nuestros días, con el fin de extraer aprendizajes, orientaciones, descubrimientos e intuiciones que ayuden a ser mejores líderes y a construir mejores organizaciones.
Mi vocación profesional es, desde hace muchos años, traer conocimientos de valor al molino de las organizaciones para contribuir a su efectividad, desarrollar mayores niveles de confianza, cumplir con la vocación de servicio a la que están llamadas y fortalecer sus identidades. Siempre me he propuesto hacerlo bajo un estilo que combine simplicidad, orientación práctica y rigor. Mis libros Crear valor con las personas; Me nombraron jefe ¿qué hago?; Magos, reyes y guerreros, y De jefe a líder, han intentado cumplir con dicho llamado.
20 filósofos visitan su empresa está destinado a directores, gerentes y líderes, pues todos ellos tienen una especial responsabilidad en la construcción de organizaciones y en el desarrollo de personas. La vida completa acontece en medio de organizaciones: nacemos, nos educamos, trabajamos, nos enfermamos, sanamos, morimos y somos soportados por ellas en el diario vivir. Por ello, el modo que adopten impacta directamente nuestra identidad, bienestar y capacidad de acción. Es por tanto un aporte al desarrollo de la comunidad todo aquello que se haga por construir, conducir y mantener organizaciones de mejor nivel.
¿Por qué un libro de filosofía? La respuesta nace de motivos personales, profesionales y convicciones.
En lo personal, estudié filosofía como primera carrera profesional, fui ayudante de la cátedra de Filosofía Moderna y posteriormente profesor ayudante de la cátedra Grandes Ideas de Occidente. Allí me apasioné por la reflexión, la libertad para pensar y la búsqueda del sentido. Si bien mi camino posterior, desde 1998, siguió el sendero de la consultoría organizacional, nunca he abandonado la lectura filosófica y siempre he encontrado en ella orientaciones para mi trabajo.
En lo profesional siempre he sentido «algo de rechazo» por el conocimiento meramente instrumental que se toma el mundo de las organizaciones, el desarrollo de las personas y el liderazgo: «Herramientas para…», «Las fórmulas del…», «10 tips para…» y «Consejos para…». Si bien ello es valioso, y muchas veces necesario, frecuentemente extraño el fundamento, la perspectiva del sentido y la mirada amplia donde la herramienta encuentra su sitio. Este horizonte es propio de la reflexión filosófica. Asimismo, clientes y alumnos han valorado esa mezcla de profundidad y aplicación, pensamiento y acción que he intentado dar a mi ejercicio de la consultoría y la formación.
Tengo la convicción profunda de que todo líder requiere contar con una visión mayor que lo meramente instrumental; mal que mal, están a cargo del desarrollo de personas, enfrentados a dilemas éticos, son convocados para implementar cambios, se ven en la encrucijada de tomar decisiones difíciles y enfrentar disputas de poder. En estas cuestiones propiamente humanas, la perspectiva filosófica ayuda e ilumina, pues estos temas se repiten desde largo tiempo: es que el mundo no empezó con la revolución digital, el desarrollo de la planificación estratégica o las metodologías ágiles.
Como estructura, el libro imagina «visitas» que connotados filósofos hacen a nuestras organizaciones interpelándonos a pensar el liderazgo. Algunos capítulos los he escrito en forma de verdaderos diálogos y otros como exposición de ideas centrales y aprendizajes que se derivan de ellas para el rol de líderes. Al final de cada autor he listado —bajo el título «el instrumento de…»— una serie de preguntas que imagino que cada autor formularía para observar tanto el rol de líderes como las propias organizaciones.
Finalmente, acompaño una ficha resumen de cada autor con aspectos biográficos, históricos y bibliográficos para quien los sienta necesarios. Aclaro desde ya que este no es un libro de historia de la filosofía ni menos un trabajo sociológico sobre el vínculo entre autor, saber y época; para ello hay otros muy buenos trabajos.
Como es de suponer, la elección de los autores es de mi responsabilidad. Creo que en ella cumplo con presentar a los más grandes pensadores de la filosofía occidental. He incluido a Maquiavelo —al que muchos no consideran filósofo— por su importancia histórica y teórica en la reflexión sobre el poder, y también he incorporado un capítulo sobre pensamiento sistémico, aunque muchos también dejarían dicha tradición fuera de la ruta de la filosofía.
Debo confesar que este proyecto de libro fue el primero que tuve en mi mente hace ya muchos años; nació en una conversación entre Santiago y Buenos Aires donde tuve la intuición de que las personas también podemos crecer hacia atrás, hacia la tradición, el saber acumulado, las experiencias y saberes de otros. No todo es para adelante, como parece creer la literatura organizacional dominante: también se puede volver la mirada, valorar lo pasado, rendirse a la belleza y poder de la retrospectiva. La retroalimentación, práctica tan importante en nuestros días, tiene un momento de evaluación del pasado y otro de diseño del futuro, pues ambos son necesarios para el desarrollo.
Quiero agradecer a Penguin Random House en la persona de Daniel Olave por creer en este proyecto; a mis queridos maestros de filosofía, en especial a Rolando Salinas que me introdujo en la filosofía moderna; a Óscar Velásquez y su pasión desbordada por el pensamiento griego; a Raúl Velozo por su interés único en la fenomenología, y a Pablo Oyarzún por su pasión crítica por la filosofía contemporánea. Un especial reconocimiento a Óscar Godoy, de quien aprendí a leer los textos filosóficos con perspectiva política y organizacional. Finalmente, mi amor y gratitud para Andrea, mi mujer y correctora de estilo, quien siempre me anima a que las urgencias de la vida práctica no posterguen el amor por el conocimiento.
Si logro despertar pasión por el conocimiento, asombro, nuevas preguntas, admiración por soluciones propuestas por grandes pensadores o una nueva orientación para el quehacer directivo, me siento más que pagado. Aunque he de reconocer que ya lo estoy, pues he disfrutado releyendo a los clásicos y escribiendo sobre ellos.
Heráclito y Parménides pertenecen a la generación de los primeros filósofos que vivieron en la península de Grecia en el siglo IV a.C. Ellos tuvieron el valor de oponerse a la cosmovisión mitológica que atribuía a la voluntad y al capricho de los dioses el devenir de la naturaleza y los hombres y que, por tanto, calificaba de sabio a aquel que tenía acceso a la palabra revelada y capacidad para influir en las decisiones divinas. Por su parte, los filósofos —o amigos de la sabiduría en su significado original— sostenían que tras el permanente fluir de la naturaleza y los seres humanos existía algo trascendente y permanente que explicaba el cambio. El arjé: un principio inmutable, arquitectura básica o razón trascendente que gobierna la naturaleza, los seres humanos y los cambios aparentes como el nacimiento, el desarrollo y la muerte.
Para Heráclito, la característica fundamental de todo lo real es su permanente cambio y fluir: los hombres cambian todos los días y a todo momento, la naturaleza nos sorprende cada día con su eterno fluir y constante renovación, e incluso las comunidades se transforman por medio de disputas, contactos o desarrollos técnicos. Nada permanece, todo cambia; al decir de Heráclito: «nadie se baña dos veces en el mismo río». Por ello, el principio fundamental y rector de la realidad es la oposición de contrarios, la polaridad entre vida y muerte, justicia e injusticia, felicidad e infelicidad. Es la ley de la lucha de los opuestos, igual para todos los seres y permanente en el tiempo la que produce la permanente transformación: «La guerra es el principio de todas las cosas.» Como el