Noam Chomsky.
Avram Noam Chomsky es uno de los lingüistas e intelectuales más relevantes e influyentes de toda la segunda mitad del siglo XX y principio del XXI. Hoy, cuando tan fácil resulta cuantificarlo todo, se sabe que es el pensador más citado en el campo de las humanidades. Su ingente obra ha transformado parcial o completamente diversos campos de estudio: la lingüística, las ciencias cognitivas y la política. Como el dios romano Jano, que tenía dos rostros orientados en direcciones opuestas, Chomsky ha trabajado paralelamente en la lingüística —construyendo un modelo teórico nuevo, la «gramática generativa», muy conectado a las capacidades cognitivas de la mente— y en la política, como crítico del poder global de Estados Unidos, de su militarización y dominio mundial, de la perversión del sistema democrático y de la función propagandística y casi totalitaria de determinados medios de comunicación de masas en las sociedades occidentales. Si su tarea en lingüística ha sido eminentemente teórica —entender cómo funciona el lenguaje enclavado en la mente—, su labor política ha tenido también una vertiente práctica, activista: la de contribuir a cambiar las instituciones y la dinámica del supuesto mundo democrático a partir de un análisis profundo de las fuerzas, los intereses y los organismos que lo determinan, a menudo desde la sombra. Que haya logrado sacar a escena poderes fácticos que desearían permanecer invisibles, que haya mostrado a miles y tal vez millones de personas cómo funcionan realmente la política, el poder y las comunicaciones estadounidenses, es una consecución intelectual revolucionaria de igual envergadura que la que ha alcanzado en el campo de la lingüística.
La producción de Chomsky es ingente. Cerca de un centenar de libros, cientos de artículos y miles de discursos, todo ello completado con incontables entrevistas y cartas. Esta portentosa capacidad comunicativa está basada en un conocimiento muy riguroso de las cuestiones que trata en los dos campos de su actividad. Su mentalidad es científica, analítica. No se permite ninguna afirmación gratuita e infundada, ni siquiera de orden hipotético o conjetural. Sabe que sus ideas son tan opuestas a las dominantes que necesita fundamentarlas en las bases conceptuales y empíricas más firmes; de lo contrario, las muchas instancias poderosas interesadas en acallar su voz crítica se apresurarían a derribar toda su construcción intelectual. Si de algo no cabe dudar en su tarea, pues, es del más autoexigente rigor científico e intelectual, surgido tanto del propio talante personal como de la necesidad pragmática de crear un discurso compacto y sin fisuras.
Hay una clara disparidad en la percepción pública de Chomsky como lingüista y como pensador y activista político. En el primer ámbito es una gran autoridad, posiblemente la máxima autoridad mundial. Su gramática generativa ha creado un paradigma tan potente en el estudio del lenguaje y de la mente humanos, que cualquier lingüista de los últimos sesenta años, partidario o contrario a esta teoría, ha tenido que definirse respecto a ella. No es posible analizar el lenguaje humano prescindiendo de Chomsky: aunque solo sea para rechazar o refutar sus ideas, todo científico en este campo debe posicionarse. En claro contraste con la publicidad que tiene su teoría del lenguaje, las ideas políticas de Chomsky son objeto de una marginación deliberada en los medios de comunicación dominantes, lo cual no resulta, por cierto, nada extraño. Pocos críticos, si es que alguno, tan radicales, informados y coherentes ha tenido el sistema capitalista estadounidense y global como este lingüista metido a analista del poder político, económico y mediático, y a infatigable activista contra la opresión y en favor de la libertad y la dignidad de los seres humanos. Chomsky es, como veremos, un anarquista libertario que —según algunos, de modo contradictorio— cree a un mismo tiempo en la libertad del individuo y en el poder de la comunidad. Desde su perspectiva, ambos deben nutrirse y reforzarse mutuamente. Este punto de vista es lo más contrario que pueda concebirse al neoliberalismo capitalista imperante, que en su afán por crear mercados económicos desregulados y eximidos de cualquier responsabilidad social y humana, ha socavado las bases de cohesión y solidaridad comunitarias, al tiempo que ha coartado la libertad de muchas personas. Con su idealismo y activismo un tanto quijotescos —en el mejor sentido de la expresión— contra el mundo corporativo norteamericano, fusionado con la política y con los medios de comunicación dominantes, Chomsky se ha convertido en un personaje molesto, irritante, para los poderosos. Ha importunado, y mucho, su denuncia de las falsedades, las mentiras y la desinformación en situaciones tales como la ya lejana Guerra de Vietnam (la guerra más prolongada de los Estados Unidos, solo comprensible desde la lógica de la Guerra Fría), el neocolonialismo en América del Sur, el totalitarismo económico capitalista y la «guerra contra el terrorismo» impulsada por la administración estadounidense, así como las diversas incursiones militares en el Golfo Pérsico. No es de extrañar, pues, que su presencia en los medios mainstream esté muy limitada, que se le nieguen a menudo espacios públicos para expresarse. Su ideario anarco-libertario no es asimilable para estos medios, y por lo tanto se le rechaza. Pero este ostracismo de la prensa corporativa es compensado con su aparición constante en los medios alternativos e independientes, congresos altermundistas y, con la llegada de las nuevas tecnologías, el gran abanico de posibilidades que ofrece internet. Para ser un pensador sistemática y deliberadamente marginado, Chomsky tiene una audiencia enorme. La diferencia, al fin y al cabo, es que en lingüística y ciencia cognitiva es un pensador central y de referencia obligada, mientras que en política y comunicaciones es un outsider muy atendido en los márgenes.
La formación de un intelectual
El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
Pero, ¿quién es Chomsky en realidad? ¿Cuáles son los orígenes de este intelectual y científico, y de dónde proviene su gran presencia mediática en relación con temas de actualidad política, militar, social y económica? En definitiva, ¿qué hay detrás del hombre, y qué hay detrás de sus ideas?
Noam Chomsky nació el 7 de diciembre de 1928 en Filadelfia y estudió en la Universidad de Pensilvania, donde se doctoró en 1955.
Durante aquellos años, formó parte del programa «Society of Fellows» de la Universidad de Harvard, que lo becó y apoyó su investigación. Ese es el primer elemento clave a tener en cuenta para entender a Noam Chomsky: su prestigio se ha forjado en el ambiente intelectual de Cambridge, en Massachusetts (Estados Unidos), entre Harvard y el MIT. Hablamos del lugar en que, en esencia, se juntan las mejores mentes en los Estados Unidos, y en el que se pone a disposición de ellas todos los recursos necesarios, materiales e inmateriales, para que sus ideas nazcan y se desarrollen. El sistema universitario norteamericano es el primero del mundo porque dispone de un sistema de financiación sin parangón, que destaca por su capacidad para combinar fondos privados con el apoyo de las instituciones públicas y, cabe añadir, del ejército: la mayor parte de las investigaciones que se efectúan en el MIT, por ejemplo, han sido y siguen siendo financiadas porque se considera que en algún momento pueden ser relevantes desde el punto de vista militar. Muchos genios en diversos campos del saber se han beneficiado de esta situación: así, si observamos sobre todo los primeros libros de Noam Chomsky —inofensivos libros de lingüística— se encuentra siempre un agradecimiento a algún cuerpo del ejército y el reconocimiento de que «esta investigación ha contado con el apoyo de…». La historia de Chomsky también es esta: una historia que se ha desarrollado en el extraordinario fervor intelectual de Cambridge, Massachusetts.