HANS-HERMANN HOPPE (Peine, Alemania, 1949) es un economista de la escuela austriaca y filósofo anarcocapitalista paleolibertario.
Estudió en la Universidad del Sarre en Saarbrücken y en la Universidad Goethe en Fráncfort, donde obtuvo su doctorado en Filosofía en 1974.
Tras impartir Filosofía, Sociología, Historia y Economía en diversas universidades de Alemania e Italia, se trasladó a los Estados Unidos en 1986 para estudiar con el economista Murray Rothbard, de quien se convirtió en un colaborador cercano hasta su muerte en enero de 1995.
En la actualidad, Hoppe es profesor emérito de Economía en la Universidad de Nevada en Las Vegas, miembro distinguido del Mises Institute, miembro vitalicio de la Real Sociedad de Horticultura y fundador y presidente de la Property and Freedom Society.
Sus aportaciones abarcan desde la filosofía de la ciencia aplicada a la economía (donde sostiene la necesidad de las categorías apriorísticas para la construcción de cualquier teoría científica, lo que le lleva a afirmar la superioridad de la metodología económica racionalista de la escuela austriaca), a la ética (donde fundamenta apodícticamente la ética de no-agresión desde la teoría de la ética de la argumentación), pasando por la economía aplicada (refutando el concepto de bienes públicos) y la estrategia política y la apología del derecho privado como el único ético y económicamente eficaz.
Hoppe se identifica como un libertario culturalmente conservador. Sus teorías no han estado exentas de polémica tanto en la economía austriaca como en la teoría libertaria (siendo en ambas uno de sus principales referentes contemporáneos), generando debate incluso más allá de estos círculos.
Capítulo 1
Introducción
El siguiente estudio de la economía, la política y la moralidad del socialismo y del capitalismo es un tratado sistemático de teoría política. De alcance interdisciplinario, discutirá los problemas centrales de la economía política y la filosofía política: cómo organizar a la sociedad para promover la producción de riqueza y erradicar la pobreza, y cómo ordenarla de tal forma que resulte un orden social justo.
Pero al hacer esto discutiré y aclararé constantemente problemas sociales y políticos en el sentido más específico y común de estos términos. De hecho, uno de los principales objetivos de este tratado es desarrollar y explicar las herramientas conceptuales y argumentativas, económicas y morales, necesarias para analizar y evaluar cualquier tipo empírico de orden social o político, para entender o juzgar cualquier proceso de cambio social y para explicar o interpretar las similaridades tanto como las diferencias en la estructura social de dos o más sociedades diferentes.
Al concluir el tratado deberá quedar claro que solamente por medio de una teoría —económica o moral— que no esté en sí derivada de la experiencia si no que parta de un postulado lógicamente incontestable (siendo esto muy distinto que decir «un axioma arbitrariamente postulado») y procediendo de una forma puramente deductiva (probablemente recurriendo a alguna suposición de carácter empírico introducida explícitamente y que sea empíricamente comprobable) para obtener resultados que son en sí mismos lógicamente inexpugnables (y por tanto no requieren de ninguna clase de comprobación), será posible organizar o interpretar hechos u opiniones de la realidad social que de otra forma parecen caóticos, demasiado complejos e inconexos, para formar un sistema conceptual —económico o moral— coherente. Se espera poder demostrar que sin el uso de tal teoría, la economía política y la filosofía pueden ser consideradas nada más que dar pasos en la oscuridad, produciendo en el —mejor de los casos— opiniones arbitrarias acerca de lo que pudo haber causado esto o aquello, o qué es mejor que tal otra cosa: en suma, opiniones cuyo opuesto puede ser generalmente defendido tan fácilmente como las opiniones originales (¡lo cual equivale a decir que no pueden ser defendidas en el estricto sentido del término!).
Específicamente, se desarrollará una teoría de la propiedad y de los derechos de propiedad. Se demostrará que el socialismo —bajo ningún concepto una creación del marxismo del siglo diecinueve si no algo mucho más antiguo— debe ser comprendido como una agresión o interferencia institucionalizada contra la propiedad privada y los derechos sobre ella. El capitalismo, por otro lado, es un sistema social basado en el reconocimiento explícito de la propiedad privada y de los intercambios contractuales y pacíficos entre propietarios. Como se puede entender de este última frase, a lo largo de este tratado se volverá clara la concepción de que pueden existir distintos tipos y grados de socialismo y capitalismo, es decir, grados diversos de respeto o indiferencia hacia los derechos de propiedad. Las sociedades no son simplemente capitalistas o socialistas. Ciertamente todas las sociedades actualmente existentes son socialistas en cierta medida. (Incluso los Estados Unidos de Norteamérica, una sociedad que es relativamente más capitalista que la mayoría de países es, como se verá, asombrosamente socialista y se ha vuelto aún más durante el tiempo).
Un objetivo es entonces demostrar que el grado general de socialismo, es decir, el grado general de interferencia con los derechos de propiedad que existe en un país determinado, explica su nivel de prosperidad. Mientras más socialista es un país, más obstruido estará el proceso de creación de nueva riqueza y el mantenimiento de la existente, y el país será pobre o estará volviéndose más pobre. El hecho de que los EE.UU. sea, por mucho, más rico que Europa Occidental, y que Alemania Occidental sea más rica que Alemania Oriental puede ser explicado por su grado menor de socialismo, tanto como el hecho de que Suiza es más prospera que Austria, o que Inglaterra —el país más rico del mundo en el siglo diecinueve— haya retrocedido a la estructura económica de lo que puede ser llamado propiamente un país en desarrollo.
Pero la inquietud no es solamente el efecto sobre el nivel de riqueza, ni el ángulo económico del problema solamente. Para empezar, al analizar las distintas clases de socialismo para las cuales existen ejemplos reales, históricos (ejemplos que, ciertamente, muchas veces no son llamados socialismo, pero se les ha dado un nombre más atractivo), es importante explicar por qué y de qué forma, cualquier intervención, donde sea, grande o pequeña, aquí o allá, un efecto distorsionante sobre la estructura social que un observador superficial, sin entrenamiento teórico, cegado por las inmediatas «consecuencias positivas» de una intervención particular, puede no percibir. Sin embargo este efecto existe y en cierto plazo causará problemas en un lugar diferente del tejido social, de mayor número o severidad que los originalmente resueltos por la acción interventora inicial. En este sentido, por ejemplo, los resultados altamente visibles de políticas socialistas como «alimentos baratos», «arriendos bajos», «gratis» esto o «gratis» lo otro, no son cosas positivas flotando en el aire, desconectadas de todo lo demás, si no que por el contrario son fenómenos que deben ser pagados de alguna manera: menos comida o de menor calidad, escasez de vivienda, deterioro y tugurios, racionamiento y corrupción, y sobre todo, niveles de vida más bajos, reducción en la formación de capital y/o mayor destrucción del existente. Y un menos evidente pero siempre «positivamente» mencionado hecho —un mayor sentido de solidaridad entre la gente, mayor valor atribuido a la familia, los parientes o amigos, que puede hallarse entre —por ejemplo— los alemanes del Este comparados con los mucho más «individualistas» y egoístas vecinos de Alemania occidental— deja de ser, nuevamente, un hecho simple, aislado y oscuro. Tales sentimientos son el resultado de un sistema social de constantes escaseses y de oportunidades continuamente reprimidas de mejorar la propia situación por medios propios. En Alemania Oriental, para lograr las tareas rutinarias más simples, tales como reparar la propia casa, que en otros países no requieren de más que una llamada telefónica, uno debe depender ampliamente de relaciones «personales» (en oposición a relaciones impersonales de trabajo); y donde la vida personal «pública» se encuentra bajo constante observación por parte de la «sociedad», uno necesita volverse sujeto de total privacidad. Se analizan en cierto detalle los efectos particularmente distorsionantes que resultan de: (1) una política marxista tradicional de nacionalizar o socializar los medios de producción, específicamente por la expropiación de estos medios a sus propietarios privados; (2) por una política revisionista, socialdemócrata, de igualdad redistributiva del ingreso; (3) por una política conservadora de tratar de preservar el