BBB—Nunca conocí el sentido de la vida hasta que me enseñaste a amar.
Linda Tomchin—Gracias, como siempre, por darle una voz a los fantasmas.
Sam—Quien comprende las cosas por sí misma, siendo esto algo bueno... ¿verdad?
Los “chicos”—Me enorgullezco de llamarlos mis hijos. ¡Vivan, amen y prosperen!
Cammy Farone—Nunca podré expresar el aprecio que siento por todo lo que haces. Tu incansable devoción al sitio web y tu ayuda a los demás para que salgan de su dolor es inigualable.
Kelley Kreinbrink—Aprecio que estés ahí para recoger los pedazos y armarlos otra vez.
Bernadette—Eres realmente un ángel y una sanadora. Desde las criaturas de cuatro patas hasta las de dos, gracias por compartir tu bondad y compasión.
Ruth—Eres realmente el significado de familia. Gracias por ser parte de la mía.
Christian—¡Ella es demasiado! Gracias por la amistad, las risas y el amor. ¡Te dejo con esto!
Joerdie Fisher—Mamá, gracias por vivir tu verdad y por dar a los otros el valor de mirar en su interior para encontrar la suya.
Marilyn Jensen—Bendiciones para mi única y especial Ruby Star.
Peter Redgrove—Gracias por compartir cada paso de esta estadía en la tierra. Algún día la contemplaremos desde el otro lado y sabremos que valió la pena.
Mary Ann Saxon—Me siento bendecido de poder llamarte una amiga verdadera y sincera. La Navidad siempre será nuestra.
Cindy Schacher—Con todo tu amor, apoyo y chispas, le ganarías incluso a Campanita.
Mary Ann Winkowski—Eres y siempre serás mi cazafantasmas predilecto. Gracias por mantener los pies en la tierra mientras otros se pierden en el espacio.
Scott Schwimer—Gracias por estar siempre ahí a lo largo de los años. Me siento bendecido de conocerte.
Gideon Weil—Seguramente te envió el cielo. Eres el mejor editor que pueda tener un autor. Gracias por todo el ánimo que me has dado.
A todos los fantasmas que conocí en la tierra—nos veremos cuando llegue al cielo.
JAMES VAN PRAAGH es autor bestseller del New York Times de Talking to Heaven y Reaching to Heaven . Actualmente, Van Praagh es el cocreador y coproductor ejecutivo de la serie de televisión Ghost Whisperer, el drama que lleva el primer lugar en la cadena CBS, protagonizado por Jennifer Love Hewitt. Van Praagh está desarrollando nuevos proyectos para Paramount y es conductor invitado de los programas Entertainment Tonight y The Insider . Para encontrar más información sobre el autor, visite su página web: www.vanpraagh.com .
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“Veo personas muertas”. Estas tres palabras de la película El sexto sentido se han incorporado a la cultura popular y siempre serán sinónimas de la forma como una persona describe su capacidad de ver fantasmas y de comunicarse con ellos. Desde que se estrenó esta película de enorme éxito en 1999, se ha producido toda una avalancha de libros, películas y programas de televisión, la mayor parte de los cuales nunca se habrían visto hace una década. Ya nadie parece estar a salvo de un encuentro o dos con fantasmas. De hecho, la gente se me acerca todo el tiempo para describir sus historias, a menudo increíbles, sobre apariciones de fantasmas. Estoy profundamente agradecido de haber podido ser parte de quienes educan a otros sobre la comunicación con los espíritus y sobre la vida después de la muerte.
Para iniciar este viaje de descubrimiento, primero quiero asegurar a todos que la muerte no existe. La muerte se refiere únicamente al final del cuerpo físico. Digo esto con certeza, porque desde la edad de dos años, he estado comunicándome con “los muertos”. Los fantasmas caminan entre nosotros, impresionándonos con su amor, guiándonos con su sabiduría y protegiéndonos de todo daño.
EL AMOR DE UN ABUELO
Nunca olvidaré la primera vez que fui consciente de las personas del otro mundo. Era un bebé en mi cuna y escuché el sonido de una risa adulta que provenía de otra habitación. Deseaba tanto estar fuera de mi cuna y estar con mis padres. Al igual que muchos bebés, lloré para llamar su atención. Mi madre entró en la habitación, me alzó y me tranquilizó un rato, luego me dejó solo de nuevo. No comprendía que yo quería estar con ella y con los otros adultos en aquella otra habitación. Noche tras noche, permanecía despierto y escuchaba a los adultos.
Después de un rato, fui consciente de unas luces diminutas y brillantes que danzaban alrededor de mi habitación, formando figuras únicas sobre la pared y alrededor de mi cuna. Estas luces brillantes me fascinaban. Luego, una noche, las luces se unieron y formaron una figura. Podía ver la sombra de un hombre que se encontraba en el rincón de la habitación; sus brillantes ojos azules penetraban la oscuridad. Había un brillo a su alrededor, un brillo que venía de su interior. Sentía que su presencia era tranquilizante y amorosa. Mientras se aproximaba a mi cuna, sonreía. No había nada que temer; en realidad, me resultaba conocido. Aun cuando no emitió palabra, yo podía comprender sus pensamientos. Después de su primera aparición, este fantasma me visitaba ocasionalmente y me enviaba pensamientos telepáticos sobre ponis pintados que trotaban alrededor de un aro de figuras de colores. Yo comprendía sus pensamientos porque eran en forma de imágenes y siempre sentí una gran cantidad de luz y amor de su parte. Al crecer, sus visitas cesaron.
Cuando iba a entrar al jardín infantil, solía pasar muchos fines de semana visitando a mi abuela. Los dos compartíamos un vínculo muy especial, y nuestros encuentros siempre estaban llenos de risas junto con una comida deliciosa. Durante una de mis visitas al apartamento de mi abuela, miré un álbum de fotografías. Ella se sentó a mi lado y me contaba de las personas que aparecían en las fotos. Cuando vi la foto del hombre de los ojos brillantes, parado frente a un árbol, la señalé y pregunté, “¿Quién es este?”
“Es tu abuelo”, dijo. “Murió antes de que tú nacieras. Vino de Inglaterra y trabajó en el rodeo. Sabes, también trabajó instalando las carpas para el programa de Búfalo Bill”.
“Yo lo conozco, abuela. Solía visitarme cuando era un bebé y contarme cuentos sobre los caballos”.
Mi abuela sonrió. Sé que no me creyó. Sólo dijo, “Le fascinaba relatar historias sobre los vaqueros y los indios”.
Años más tarde, cuando había comenzado mi trabajo como médium, recuerdo haber terminado una lectura y apagado mi grabadora y desde la esquina de la habitación, escuché a un fantasma que decía “Bien hecho, James. ¡Estoy orgulloso de ti, hijo!” El tono amable desencadenó un recuerdo lejano del hombre con los brillantes ojos azules. Sabía que era mi abuelo. Era una tranquilidad saber que todavía estaba cerca, cuidando de mí.
LA SENSIBILIDAD DE UN NIÑO
Las visitas de mis fantasmas se habían convertido en una parte especial de mi vida pero, a diferencia del niño de El sexto sentido, nunca me sentí temeroso de ver o escuchar fantasmas, porque se me aparecían como órbitas de luz. Todo esto me parecía tan natural, como si todos pudieran ver lo que yo veía.