AGRADECIMIENTOS
Todos los miembros principales del equipo de expedición comparten mi más efusivo agradecimiento al Channel Televisión Inc. (Jersey, Channel Islands) y a la Jersey Wildlife Preservation Trust por haber proporcionado el fondo principal para la expedición; a la Wildlife Preservation Trust International y a la Toyota Motor Corporation, cada una de las cuales donó un Toyota Land Cruiser; así como a Air Mauritius por haber cubierto el viaje aéreo internacional para los miembros de la expedición, el equipo del Channel Televisión, los animales y el equipaje.
También debe agradecerse al gobierno de Madagascar su concesión del permiso para la expedición, y muy particularmente a la dirección de Aguas y Bosques, así como al director y al personal del Parque Botánico y Zoológico de Tsimbazaza por su cuidado excelente de los animales justo antes del viaje a Jersey.
Sin la ayuda, la pericia y el estímulo que mucha gente de Madagascar tan generosamente proporcionara, la expedición no podría haber tenido el éxito que tuvo, y es a esas personas a quienes damos las más efusivas gracias: Roland Albignac, Dennis y Helen Amy, Benjamin Andriamahaja, Mina Andriamasimanana, Alan Hickling, Olivier Langrand, Martin Nicoll, Julien Rabesoa, Mihanta Rakotoarinosy, Georges Rakotonaviro, Raymond Rakotonindrina, Victor-Solo Rakotonirina, Edmond Rakotovao, Guy Ramangason, Joseph Randrianaivoravelona, Celestine Ravaoarinoromanga, Don Reid, Licia Roger, Monsieur y Madame Roland, Eleanor Stirling, Barthélémi Vaohita, Edward y Araminta Whitley, Fran Woods, Lucienne Wilmé y toda la gente del pueblo de Antanambaobe, especialmente Marc y Marlin Marcel.
Por último, todos nosotros estamos en deuda con el equipo del Channel Televisión por su duro trabajo, entusiasmo y ánimos, que hicieron de la etapa de la expedición correspondiente a Mananara una experiencia inolvidable: el «capitán» Bob Evans, Tim Ringsdore, Mickey Tostevin, Graham Tidy, Frank Cvitanovich y nuestros dos brillantes conductores, Tiana y Bruno.
Epílogo
Espero que la lectura de este libro haya despertado vuestro interés por el futuro del ayeaye, el lémur gentil, el ratón saltador gigante y la tortuga de reja de arado. Por supuesto, también tengo la esperanza de que este libro os haya hecho adquirir más conciencia y sentir más preocupación por las múltiples y desconocidas especies que caerán en el olvido si no se hace algo por evitarlo.
A menudo recibo cartas de todas partes del mundo hablándome de nuestra terrible mala gestión del planeta y siempre sugiero lo mismo: intégrese en un grupo local de conservación para tener más voz; machaque a sus diputados o a quienquiera que le represente legalmente repitiéndole todo lo que usted cree que están haciendo mal hasta que les dé un ataque de nervios; y únase a nosotros.
Le enviaremos todos los detalles sobre nuestras múltiples actividades, incluyendo nuestra fórmula particular de búsqueda de subvenciones llamada S.A.F.E. (Salvar a los Animales en Extinción).
No sólo estamos creando colonias de reproducción en Jersey sino también en otras partes. Además, entrenamos a personas de muchas partes del mundo en el arte de la cría en cautividad para ayudar a las actividades de conservación, y dejamos los animales en libertad cuando llega el momento adecuado. Consideramos este trabajo de vital importancia y estaríamos encantados de que se uniera a nosotros. Me puede escribir al:
Jersey Wildlife Preservation Trust
Les Augrès Manor
Trinity
Jersey JE3 5BF
Si vive en Estados Unidos escriba a nuestra organización hermana, Wildlife Preservation Trust International, en:
3400 W. Girard Avenue
Philadelphia
PA 19104
USA
Si vive en Canadá escriba a nuestra otra organización hermana Wildlife Preservation Trust Cañada, en:
17 Isabella Street
Toronto
Ontario
Canadá M4Y 1M7
El tiempo realmente corre muy deprisa para la mayoría de las especies con las que tratamos y necesitamos de toda la ayuda de la que podamos disponer.
Mensaje de la Fundación Durrell para la Conservación de la Fauna
En las instalaciones del zoo de Jersey de la Fundación Gerald Durrell se cría una colonia reproductora de ayeayes. Este animal y los reptiles de Isla Redonda son tan sólo algunas de las muchas especies en peligro de extinción a las que Gerald Durrell dedicó parte de su vida para preservar la rica diversidad de la fauna de nuestro planeta.
La larga cruzada de Gerald Durrell para salvar las especies amenazadas no concluyó con su muerte en 1995. Sus esfuerzos continúan a través de la incansable labor de la Fundación Durrell para la Conservación de la Fauna.
A lo largo de los años, muchos lectores de los libros de Gerald Durrell se han sentido tan motivados por las experiencias y las enseñanzas del autor que han querido continuarlas dando soporte al trabajo de la Fundación. Esperamos que usted sienta lo mismo, ya que a través de sus libros y de su propia vida, Gerald Durrell nos legó un reto: «Los animales son la mayoría más grande sin voz ni voto y sólo puede sobrevivir con nuestra ayuda».
No deje que su interés por el conservacionismo desaparezca al acabar de leer esta página. Escríbanos ahora mismo y le explicaremos cómo puede participar en nuestra cruzada para salvar a los animales de la extinción.
Para más información o para enviar una donación, póngase en contacto con:
Durrell Wildlife Conservation Trust
Les Augrès Manor
Jersey, English Channel Islands, JE3 5BP
UK
www.durrellwildlife.org
Preámbulo
En medio de la oscuridad vino hacia mí a través de las ramas, con sus brillantes ojos redondos e hipnóticos, sus orejas en forma de cuchara moviéndose en todas direcciones como antenas parabólicas, sus bigotes blancos tanteando el aire con estremecimientos de detector; sus manos negras, de dedos muy delgados, el tercero prodigiosamente alargado, golpeando levemente las ramas a medida que avanzaba, como las de un pianista que ejecutara un fragmento complicado de Chopin. Parecía el gato negro de una bruja de Walt Disney con un toque de E.T. Si algún día los marcianos llegan a la tierra, la criatura que salga de su platillo volante se parecerá a él. Era la encarnación del Jabberwocky de Lewis Carrol, «que surge hedoroso del bosque turgal».
Se posó en mi hombro, me inspeccionó la cara con sus enormes ojos hipnóticos y pasó sus finos dedos por mi barba y el pelo con la delicadeza de un barbero. De su mandíbula entreabierta asomaban gigantescas palas biseladas, sus incisivos que crecían continuamente, y yo no hice el menor gesto. Él profirió un minúsculo resoplido —«humpf»— y saltó sobre mis rodillas, donde enseguida se puso a examinar mi bastón. Como un flautista, hizo correr sus dedos negros de un extremo a otro de la caña. Luego se inclinó, y, con terrible precisión, de dos mordiscos certeros, la partió o casi. Despechado al no encontrar las larvas deseadas, se encaramó de nuevo sobre mi hombro. Sentí sus manitas hundirse en mi barba y mis cabellos, ligeras como un soplo de aire.
De pronto, ante mi consternación, descubrió mi oreja. «Aquí» pareció decirse, «debe de esconderse una larva de escarabajo de proporciones gigantescas y suculenta en grado máximo». Acarició el pabellón de mi oreja como un gastrónomo acaricia la hoja de un menú. Después, tomando toda clase de precauciones, introdujo el más pequeño de sus dedos. Me resigné a quedarme sordo —hazme un sitio, Beethoven, me dije, que ahora llego yo—. Pero, para mi sorpresa, no sentí prácticamente nada. No era un dedo, sino una sonda que exploraba las profundidades de mi conducto auditivo, en busca de exquisitos manjares. Al no encontrar las larvas sabrosas y perfumadas que esperaba, profirió un segundo «humpf» de irritación y regresó a las ramas.