Gerald Durrell - Atrápame ese mono
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- Libro:Atrápame ese mono
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1977
- Índice:4 / 5
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Atrápame ese mono: resumen, descripción y anotación
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Como viene siendo ya costumbre en esta serie de libros de Durrell, se incluye un breve glosario de animales mencionados en el texto y que consideramos poco conocidos. Obviamente, se exceptúan los que el propio autor describe detenidamente.
Alcatraz.— Ave marina de la familia Sulidae de cuerpo aerodinámico, alas largas y colas en forma de abanico. Para pescar se lanzan en picado y persiguen a los peces bajo el agua. Ponen sus huevos en las peñas. Existen en todas las latitudes y no tienen miedo al hombre, lo que está llevando a su desaparición.
Avetoro.— Ave zancuda migratoria, Botaurus lentiginosus, parecida a la garza, de color leonado, con pintas pardas, cabeza negra y alas con manchas transversales negruzcas. Suele habitar en zonas pantanosas.
Civeta (gato de algalia).— Mamífero carnívoro parecido al gato, de la subfamilia Viverridae, oriundo de África y Asia. Mide un metro de la cabeza a la cola. Es de color gris oscuro con franjas transversales o manchas negras. Cerca de los genitales tiene una especie de bolsa doble donde segrega la algalia o civeto, por cuya sustancia se lo persigue.
Dodo.— Ave no voladora extinguida hacia el siglo XVII, del género Raphus (esp. solitarius), pariente de la paloma, pero del tamaño del pavo. Vivía en las islas de Mauricio, la Reunión y Rodríguez. Desapareció por la acción del hombre y de los animales introducidos por éste.
Gato cerval (o clavo).— Especie de gato de patas muy largas, oriundo de África, Felis serval o Felis capensis. De cabeza gruesa, tiene el pelaje gris o leonado y manchas negras abundantes que hacen anillo en la cola. Es muy feroz. En España quedan ejemplares en el Centro y en el Sur.
Focha (o foja).— Ave zancuda acuática del género Fúlica (Atra en el Viejo Mundo). De unos 30 centímetros de largo, es nadadora, pero vuela mal. Tiene los dedos palmeados, pico grueso y plumaje negro con reflejos grises y una mancha blanca en la frente.
Frailecillo.— Ave marina del género Fratercula. El autor se refiere a la especie arctica. De color negro o gris oscuro con el pecho blanco, mide de 30 a 50 centímetros, con un pico triangular muy grande, de brillantes colores amarillo, azul y rojo. El traductor los ha visto en grandes colonias en Islandia, donde esos picos brillantísimos se destacan sobre el negror de la lava y la blancura de la nieve como explosiones de color en ese paisaje lunar. Viven desde el Polo Norte hasta Cuba.
Quetzal.— Ave trepadora de la América tropical. Mide 25 centímetros hasta la cola, y ésta puede medir hasta los 60 centímetros. Su nombre latino es Pharomachrus mocinna. Tiene un plumaje brillante verde tornasolado. Fue objeto de adoración de aztecas y mayas, que lo relacionaban con Quetzalcoatl. Es ave nacional de Guatemala y da el nombre a la moneda de ese país.
Nota del Autor
Como los incidentes narrados en este libro abarcan un período de unos siete años, y he tenido que hacer muchos recortes y adiciones, algunos de ellos no aparecen en el orden exacto en que ocurrieron. Así se ha hecho con el exclusivo propósito de que la narración sea más fluida, de modo que si alguno de mis lectores observa que hay cosas que no mantienen necesariamente una secuencia, comprenderán por qué.
Mi agradecimiento a Messrs. Rupert Davies por haberme concedido permiso para utilizar el extracto de Mansión para Animales, que figura en las páginas 16 y 17.
GERALD DURRELL es conocido universalmente por su afición a los animales, con los que ha vivido múltiples aventuras por todos los continentes. Pero es igualmente conocido por sus narraciones humorísticas que suelen tener por escenario la Grecia donde pasó su infancia, en la que uno se puede encontrar en las situaciones más disparatadas y vivir los episodios más divertidos… como les sucede a estos simpáticos secuestradores de burros.
Dedico este libro a cuatro leales subordinados míos, cuya labor, dedicación y buen ánimo (incluso en momentos sombríos y melancólicos) de tanto me han servido. Sin su firme respaldo, poco o nada podría haber logrado yo. Se trata de Catha Weller, Betty Boizard, Jeremy Mallinson, John (Shep) Mallet y John Hartley (Jon el Largo).
Título original: Catch me a Colobus
Gerald Durrell, 1977
Traducción: Aurelio Martínez Benito
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
[1] Alusión a la famosa obra de K. Winsor «Forever Amber» (Por siempre Amber), de 1945. (N. del T.).
[2] Lingua franca con muchas variantes, generalmente basada en el inglés, utilizada en varias partes de África, el Índico, el Pacífico y el Caribe. (N. del T.).
[3] En castellano en el original. (N. del T.).
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] Retraducido del inglés. (N. del T.).
[7] Idem.
Gerald Durrell recoge en «Atrápame ese mono» multitud de historias ocurridas en el Zoo de Jersey, fundado por el propio naturalista, a lo largo de siete años. Un viaje a Sierra Leona en busca de leopardos y colobos, el difícil parto de una leona, los esfuerzos para lograr la reproducción en cautividad de una pareja de faisanes de cuello blanco y la búsqueda en México del teporingo o conejo de los volcanes son algunas de la estampas recogidas en este entretenido volumen, que se cierra con un alegato a favor del equilibrio biológico y en defensa de algunas especies en extinción.
Gerald Durrell
ePub r1.2
Titivillus 26.04.2018
A lavarse tocan
Estimado señor Durrell;
Muchas veces se me ha ocurrido que las bolsas de los canguros…
Cuando vuelvo de una expedición al extranjero siempre me siento muy contento de volver a ver el zoo: las jaulas nuevas, construidas durante mi ausencia a partir de lo que antes no eran más que planos, los nuevos animales que han llegado, los animales que han tenido crías, los gritos discordantes de alegría de los chimpancés, y los gruñidos y otros ruidos de animales que lo reconocen a uno y se alegran de verlo de regreso. En general, es una vuelta a casa muy agradable y tonificante.
Pero esta vez llegaba yo de un viaje bastante largo por Australia, Nueva Zelanda y Malaya, y a mi regreso me encontré, con gran consternación, con que mi precioso zoo tenía un aire descuidado y cochambroso. No sólo eso, sino que poco después averigüé que estaba casi en quiebra. Después de todo el trabajo y el dinero que había invertido en él, aquello era como una coz en el plexo solar. En lugar de poder dedicarme a descansar tras un viaje que había resultado bastante frenético, tuve que dedicarme a toda velocidad a ver qué podía hacer para salvar el zoo.
Naturalmente, lo primero que hice fue encargarme yo mismo de la gestión de la casa, y después ofrecer el empleo de subdirector a Jeremy Mallinson, que trabajaba en el zoo desde el principio. Sabía lo inmensamente íntegro que era y cuánto cariño les tenía a los animales que se le encargaban. Además, había trabajado en todas las secciones del zoo, y por consiguiente estaba al tanto de todos los problemas que teníamos. Para infinito alivio mío aceptó el puesto. Después celebré una reunión con todos los demás jefes de sección y les expliqué la situación. Dije que era más que probable que se hubiera de cerrar el zoo, pero que si estaban dispuestos a seguir conmigo y a trabajar todas las horas del mundo por una miseria, quizá pudiéramos salir del atolladero. Para eterno crédito suyo, todos lo aceptaron. Así sabía, por lo menos, que los animales no sufrirían y estarían bien atendidos.
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