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Maureen F. McHugh - China Montaña Zhang

Aquí puedes leer online Maureen F. McHugh - China Montaña Zhang texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: Libros del Atril, S.L., Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Maureen F. McHugh China Montaña Zhang
  • Libro:
    China Montaña Zhang
  • Autor:
  • Editor:
    Libros del Atril, S.L.
  • Genre:
  • Año:
    2013
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China Montaña Zhang: resumen, descripción y anotación

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En un futuro dominado por la China comunista, un homosexual de ascendencia chino-hispano intenta labrarse un porvenir en unos Estados Unidos que, como todo el planeta, es un país satélite de la gran potencia china, donde la homosexualidad es perseguida. Una ucronía que resulta incluso superior a la clásica “El hombre en el castillos” de Philip K. Dick. Una sociedad creíble y unos personajes y situaciones sumamente humanos con una hipótesis político-social nada desdeñable.

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China Montaña Zhang Maureen F McHugh Traducción de Pedro Jorge Romero - photo 1
China Montaña Zhang

Maureen F. McHugh

Traducción de Pedro Jorge Romero

Sinopsis

En un futuro dominado por la China comunista, un homosexual de ascendencia chino-hispano intenta labrarse un porvenir en unos Estados Unidos que, como todo el planeta, es un país satélite de la gran potencia china, donde la homosexualidad es perseguida. Una ucronía que resulta incluso superior a la clásica “El hombre en el castillos” de Philip K. Dick. Una sociedad creíble y unos personajes y situaciones sumamente humanos con una hipótesis político-social nada desdeñable.

Título original: China Mountain Zhang

@ 1992, by Maureen F. McHugh

Primera edición: mayo de 2007

@ de la traducción: Pedro Jorge Romero

@ de esta edición: Libros del Atril S.L.

Marques de l'Argentera, 17. Pral. 1.ª 08003 Barcelona

Impreso por Puresa, S.A.

Girona, 206

Sabadell (Barcelona)

ISBN: 978-84-96575-35-6

Depósito Legal: B. 1.405-2007

Una forma fácil de conocer una ciudad es ver cómo trabajan sus habitantes,

cómo aman y cómo mueren.

ALBERT CAMUS

La plaga

C hina Montaña (Zhang)

E l capataz habla en Meihua, la hermosa lengua, el inglés de Singapur.

—Que venga aquí. ¡Toda esta basura! Poco tiempo —es un chino bajito y rechoncho que ha sufrido muchas decepciones—. Que alguien se ocupe de ese cortador, ¿xing buxing?

Alguien soy yo, el técnico.

Xing —digo—. Vale —el buen equipo no se puede confiar a las manos de los estúpidos nativos de Nueva York. Sopeso el cortador, lo equilibro contra el muslo. Las gafas se me oscurecen, eliminando los edificios, incluso la parcela que estamos limpiando para construir.

—Vale —dice, retrocediendo, encantado de disponer de un ingeniero CNA. CNA: Chino Nacido en América, o como dicen los waiguoren, los no chinos, Otro Chino Cabrón. Con las gafas oscurecidas sólo puede ver el resplandor al extremo del cortador mientras atraviesa el acero oxidado y retorcido, vigas entrecruzadas tiradas por ahí como cuerdas en un montón. Allí donde el cortador toca atraviesa como si fuese mantequilla, y el acero cortado reluce limpio y sin óxido. El acero deja caer salpicaduras como de mercurio, metal reluciente blanco. El aire huele como si se acercase una tormenta.

Al capataz le lanzo callados juramentos en español, pero está demasiado lejos para oír nada, lo que está bien. No sabe que hablo español. CNA; sabe que hablo mandarín, Poutonghua, americano estándar y el inglés de Singapur que los asiáticos llaman meihua y los waiguoren chinglish. (Los waiguoren no pillan el chiste. Es meihua, lengua hermosa, porque esto es Meiguo: América. En mandarín, meiguo significa «país hermoso» porque «meiguo» se aproxima al sonido de A-mér-i-ca para oídos chinos.) El capataz está bien, para alguien nacido dentro. Habla inglés como si lo hubiese aprendido en Shanghái, como así fue, pero al menos lo habla sin asistencia. Le caigo bien; trabajo duro y hablo mandarín mejor que la mayoría de los CNA. Soy casi como un chino de verdad. Tengo buenos modales. Un ejemplo de cómo se manifiesta la buena crianza, incluso en un país de segunda como éste. Puede hablarme, y probablemente haya muy pocas personas a las que el capataz Qian vea cada día con las que pueda hablar.

¿Estás aquí para qué? —me pregunta—. Tú listo. ¿Tú ir Shanghái? —todos los de dentro creen que todos los demás nos morimos por ir a China.

Si fuese a estudiar a China, me dedicaría a cosas mucho mejores que trabajar como ingeniero técnico de una cuadrilla de construcción. Quizá los demás nos muramos por ir a China, quizás incluso yo. Pero quizás aprendiese primero español porque el nombre de mi madre era Teresa Luis y es sólo porque mis padres pagaron la modificación genética de su hijo que tengo la frente inclinada como mi padre. Pero eso Qian no lo sabe; mi apellido es Zhang y hablo mandarín, y cuando me pregunta por qué no me voy a estudiar a Shanghái o a Guangzhou, me limito a encogerme de hombros.

Ese encogimiento de hombros le pone furioso. Cree que es una característica nativa, que denota indiferencia y una especie de fatalismo contraproducente. Pero el simple hecho de tener aspecto chino no basta para conseguir ir a China. Mis padres no eran ricos, y fue caro trastear con los genes. Quizá me acerque lo suficiente al estándar chino como para que me dejen pasar; pero igualmente, es posible que algo demuestre que soy Hidalgo. No me presento, y por tanto no tengo que someterme a las pruebas médicas.

Pronto, el acero está formando trozos que se pueden llevar. Apago el cortador, las gafas protectoras se aclaran y regreso al mundo real.

—Dadle quince minutos para que se enfríe —digo—, luego sacadlo de aquí.

Los obreros me han estado mirando cortar, se pararían a mirar cualquier cosa. El capataz está ahí de pie, con las manos en las caderas. Los waiguoren creen que los chinos nunca manifiestan ninguna emoción, así que él no está mostrando ninguna y yo tampoco. Así que los obreros creen que estamos furiosos porque no están haciendo nada y se ponen a trabajar. Es una buena cuadrilla, excepto cuando el capataz Qian está presente. Entonces ya no puedo conseguir que trabajen.

—Zhang —dice el capataz y le sigo hasta la oficina. Dentro, sobre la puerta, se lee «La Revolución anida en el corazón del pueblo», pero la pintura empieza a caerse. Probablemente lo pintasen durante la campaña Grandes Vientos Purificadores. No creo que el capataz Qian sea muy puro ideológicamente, se interesa demasiado por el balance de cuentas. Es como el crucifijo en el salón del apartamento donde crecí, algo frente a lo que todos pasan todos los días. No tengo religión: ni Cristo ni Mao Zedong.

—A menudo me pregunto, ¿qué haces con tu vida?, chico muy bueno —dice el capataz Qian—. Nos respetamos, ¿dui budui?

Dui —digo. Correcto.

—Aquí, tú ingeniero técnico, trabajo más o menos.

Bu-cuo —respondo. No está mal.

—Tengo hija —dice el capataz Qian—. Pido que a mi casa vengas, la conozcas, ¿hao buhao?

Tengo la sensación momentánea de que esta conversación, que el capataz Qian y yo ya hemos mantenido antes, me acaba de superar.

—Capataz Qian —digo, tartamudeando—. Yo… yo no puedo… sólo soy ingeniero técnico…

—No seas tonto —dice y pasa al mandarín—. ¿Cuánto años tienes? ¿Veinticinco?

—Veintiséis, señor.

—Mi esposa y yo sólo tenemos una hija. Aquí no tiene a nadie más. Me gustaría que conociese a un joven agradable.

—Capataz Qian —no sé qué decir.

—No tengo hijos, y no podré regresar a China… —Es ciudadano chino y si lo mejor que puede conseguir es un trabajo como capataz de construcción, es que ha caído en desgracia. Me pregunto qué haría el capataz Qian durante los Grandes Vientos Purificadores para meterse en problemas—. Tengo un primo en la Universidad de Shanghái. Yo podría patrocinar a un yerno.

Totalmente inesperado. Un verdadero desastre. ¿Qué ha hecho creer al viejo Qian que yo podría ser un buen yerno?

Desde fuera suena bien: ofrece a un joven de veintiséis años la oportunidad de asistir a la Universidad de Shanghái y la ciudadanía por matrimonio que es casi tan buena como una ciudadanía por nacimiento dentro. Quizá yo consiguiese una oportunidad de quedarme dentro, por lo que su hija tendría un hogar allí. El capataz Qian y su esposa podrían retirarse a China y vivir con su hija y su yerno.

—Comprendo que ni siquiera conoces a mi hija —dice el capataz Qian—. No pretendo más que os conozcáis.

—No puedo, patriarca Qian —me muestro arcaicamente formal en mi intento por decir algo, recurriendo al mandarín de manual, a frases ridículas—. No soy digno. —

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