HENRY KISSINGER
China
Debate
Sinopsis
Cualquier intento de comprender el futuro papel de China en el mundo comienza con el reconocimiento de su historia: ningún otro país puede reivindicar una relación tan poderosa con su pasado y sus principios tradicionales, y son muy pocas las sociedades que han alcanzado una dimensión y una sofisticación comparables. Henry Kissinger fue el gran artífice de la apertura de China al mundo con su visita en 1971 como secretario de Estado, y la preparación de la que al año siguiente llevaría a cabo el presidente Nixon. Desde entonces, la relevancia de China en el mundo no ha dejado de crecer. Kissinger ha ayudado a configurar las relaciones de China con Occidente, y ha escrito por fin la historia de un país que conoce íntimamente. A partir de documentos históricos y de las conversaciones mantenidas con los líderes chinos durante los últimos cuarenta años, examina el modo en que China ha abordado la diplomacia, la estrategia y la negociación a lo largo de su historia, y reflexiona sobre sus consecuencias en el balance global del poder en el siglo XXI.
Autor: Kissinger, Henry
©2012, Debate
ISBN: 9788483069455
Generado con: QualityEbook v0.72
China
Henry Kissinger
Traducción de
Carme Geronès y Carles Urritz
www.megustaleer.com
Índice
Cubierta
Prefacio
Nota sobre la ortografía china
Prólogo
1. La singularidad de China
2. La cuestión del kowtow y la guerra del opio
3. De la preeminencia a la decadencia
4. La revolución permanente de Mao
5. La diplomacia triangular y la guerra de Corea
6. China se enfrenta a las dos superpotencias
7. Diez años de crisis
8. El camino hacia la reconciliación
9. La reanudación de las relaciones: primeros contactos con Mao y Zhou
10. La semialianza: conversaciones con Mao
11. El fin de la era de Mao
12. El indestructible Deng
13. «Tocar el trasero del tigre»: la tercera guerra de Vietnam
14. Reagan y la llegada de la normalidad
15. Tiananmen
16. ¿Qué tipo de reforma? La gira de Deng por el sur
17. Los altibajos en el camino hacia otra reconciliación: la era Jiang Zemin
18. El nuevo milenio
Epílogo: ¿La historia se repite? El informe Crowe
Notas
Biografía
Créditos
Acerca de Random House Mondadori
Para Annette y Óscar de la Renta
Prefacio
Hace casi cuarenta años, el presidente Richard Nixon me concedió el honor de enviarme a Pekín para restablecer el contacto con un país clave en la historia de Asia, con el que Estados Unidos no había tenido relaciones de alto nivel en más de veinte años. El inicio del contacto tenía como objetivo principal que el pueblo estadounidense viera una panorámica de paz que trascendiera las penalidades de la guerra del Vietnam y las alarmantes perspectivas de la guerra fría. Por su parte, China, aunque aliada técnicamente con la Unión Soviética, necesitaba espacio de maniobra para oponer resistencia al temido ataque de Moscú.
Durante aquel período me desplacé a China en más de cincuenta ocasiones. Al igual que muchos otros visitantes a lo largo de los siglos, acabé admirando al pueblo de este país, su fuerza, su sutileza, su sentido familiar y la cultura que representa. Por otro lado, durante toda mi vida he reflexionado sobre la paz, en gran parte desde la perspectiva de Estados Unidos, y he tenido la suerte de poder conjugar estas dos líneas de pensamiento en mi función de alto cargo de la administración, de transmisor de mensajes y de erudito.
Esta obra, basada en parte en conversaciones con dirigentes chinos, intenta explicar la forma conceptual en que los chinos se plantean los problemas de la paz, la guerra y el orden internacional, y su relación con el enfoque estadounidense más pragmático, que los aborda caso por caso. Las distintas historias y culturas a veces aportan conclusiones divergentes. No siempre estoy de acuerdo con la perspectiva china, lo mismo les ocurrirá a los lectores. Pero es necesario comprenderla, porque China ejercerá una función muy importante en el mundo que empieza a vislumbrarse en el siglo XXI.
Desde la primera visita que efectué a este país, China se ha convertido en una superpotencia económica y en un importante factor en la configuración del orden político mundial. Estados Unidos se ha impuesto en la guerra fría. La relación entre China y Estados Unidos ha pasado a ser un elemento clave en la meta de la paz y el bienestar mundial.
Ocho presidentes de Estados Unidos y cuatro generaciones de dirigentes chinos han llevado esta delicada relación con una gran coherencia, teniendo en cuenta las diferencias en los puntos de partida. Ni una parte ni otra ha permitido que sus respectivos legados históricos o sus diferentes concepciones del orden interno interfieran en su relación, básicamente colaboradora.
Ha sido un camino complejo, pues ambas sociedades consideran que representan valores únicos. La excepcionalidad estadounidense es propagandista. Mantiene que este país tiene la obligación de difundir sus valores por todo el mundo. La excepcionalidad china es cultural. China no hace proselitismo; no reivindica que sus instituciones tengan validez fuera de China. Sin embargo, el país es el heredero de la tradición del Reino Medio, que clasificó de manera formal el resto de los estados en distintos niveles tributarios basándose en su aproximación a las formas culturales y políticas chinas; en otras palabras, aplicó un tipo de universalidad cultural.
El libro tiene como núcleo básico la interacción entre los dirigentes chinos y estadounidenses a partir de la creación en 1949 de la República Popular de China. Desde el gobierno y fuera de él, he mantenido mis archivos de las conversaciones celebradas con cuatro generaciones de dirigentes chinos, y a estos documentos he recurrido como fuente principal para la redacción de la obra.
No podría haber escrito este texto sin la ayuda eficaz y la dedicación de una serie de colegas y amigos que me han permitido abusar de su generosidad.
Schuyler Schouten se convirtió en alguien indispensable en mi tarea. Lo conocí hace ocho años, cuando John Gaddis, profesor de Yale, me lo recomendó diciéndome que era uno de sus alumnos más aventajados. Cuando inicié el proyecto, le pedí si podía conseguir dos meses de permiso en el bufete en el que trabajaba. Lo hizo y se implicó tanto en el proceso que siguió la obra hasta su finalización, un año después. Schuyler se hizo cargo de buena parte del trabajo de investigación. Echó una mano en la traducción de textos chinos y se comprometió por completo en las agudas implicaciones de otros escritos más delicados. Trabajó incansablemente en la redacción y en la fase de corrección de pruebas. Jamás había contado con la colaboración de un investigador mejor que él, y en contadas ocasiones con alguien de su talla.
La suerte quiso que trabajara conmigo diez años en el amplio abanico de mis actividades Stephanie Junger-Moat, una persona de las que en béisbol se conocen como jugador polivalente. Se ocupó de una parte de la investigación y de la redacción y fue mi principal contacto con la editorial, aparte de encargarse de la tarea de comprobación de todas las notas. Colaboró en la coordinación de la composición de los textos y arrimó siempre el hombro cuando se acercaban las fechas límite. Una contribución crucial, afianzada por su encanto personal y sus dotes diplomáticas.
Harry Evans se ocupó hace treinta años de preparar la edición de White House Years. Me he permitido abusar ahora de nuestra amistad y ha sido quien ha repasado todo el manuscrito. Él apuntó un gran número de acertadas sugerencias en cuanto a redacción y estructura de la obra.
Theresa Amantea y Jody Williams mecanografiaron un sinfín de veces el original y pasaron noches y fines de semana ayudándome a terminarlo en el plazo previsto. Su buen humor, eficacia y perspicacia para los detalles resultaron vitales.