LOS PLANETAS son, con toda seguridad, el grupo de pop español (independiente o no, alternativo o no) más importante de la década de los noventa. Desde «Medusa e.p.» (92) hasta el reciente recopilatorio «Canciones para una Orquesta Química» (99), han recorrido un camino impecable de declaraciones imposibles, estribillos fulminantes, letras directas pero con muchas lecturas, y una serie de canciones que forman parte de la memoria colectiva. Un grupo fácil y a la vez difícil, centrado y descentrado al mismo tiempo, emocional y sentimentalmente sutil, que se ha consagrado gracias al maduro «Una semana en el motor de un autobús» (98).
Este libro pretende ser la verdadera historia de la banda, aunque también una visión alterada (o sea, no light ni necesariamente exacta o consensuada con el grupo) de su obra, con todas las connotaciones que la misma ha provocado tanto en el autor como en sus miles de fans. Los Planetas, la tensión, el amor por la música y las cosas bien hechas, los momentos altos y los momentos bajos, lujo (lo más) y miseria (lo menos) de una escena, de unos granadinos y de un libro que ahora está al alcance de la mano.
Jesús Llórente
Los Planetas
La verdadera historia
Título original: Los Planetas
Jesús Llórente, 1999
Revisión: 1.0
03/03/2020
Dedico este libro a mis amigos del Pharlamento:
Josu, Susana, Aldo y Pablo
Autor
JESÚS LLÓRENTE: (Cádiz, 24-12-72) es colaborador habitual de «Rockdelux» y «Factory» y ha publicado biografías de Suede, The Cure, Led Zeppelin, The Smiths y Radiohead. Además, es autor de dos libros de versos, «Luna hiena» (Vitrubio, 98) y «Verano muerto» (Renacimiento, 99) y sus relatos cortos y poemas han aparecido tanto en revistas especializadas («Hélice», «Reloj de Arena», «Renacimiento») como en antologías editadas por Grijalbo Mondadori («After Hours», 99) y DVD («Feroces», 99). También fue coordinador de redacción de las revistas «Spiral» y «ab» y desde 1993 dirige el sello discogrático Acuarela, para el que graban grupos como Mígala, Sr. Chinarro o Mus. En la actualidad está preparando la traducción de un libro sobre Patti Smith, la versión al castellano de la colección de poemas «Dream Pólice» del escritor norteamericano Dermis Cooper, y su primera novela, provisionalmente titulada «Desorden».
I - Al fondo de la escena (1989-1994)
I
AL FONDO DE LA ESCENA
(1989-1994)
Camiones de varias toneladas nos adelantan por la izquierda y por la derecha. Nuestro improvisado conductor va fumando un porro y yo no paro de hablar. Mi cabeza es como una de esas bolas plateadas que dan vueltas y vueltas en el techo de las discotecas démodées. De mi boca sale frase tras frase, porque drogado me caigo bien, soy un tío genial, agudo, irresistible. A mi lado, Florentino Muñoz y Juan Rodríguez, Florent y J, algo menos alterados que yo, ríen y dejan reír. Recuerdo que en esos momentos no me importaba nada. Ni la velocidad del coche ni el peligro de una carretera, la N-340, que imagino con un imponente historial de accidentes, ni un corazón que hacía drum’n’bass dentro de mi pecho. Que me daba igual morir, que me matasen, matar, morir matando. Es uno de los efectos de las drogas: lo justificas todo, todo te parece bien, todo lo malo puede dejarse para luego, lo urgente se convierte en futuro, las emociones que normalmente sentimos a plazos ahora se dan a tocateja y al contado. «Yo sentía algo parecido —me diría J meses más tarde— una noche demasiado intensa».
La noche es un montón de calles en las que es difícil ver los números de las casas. La noche es una versión unplugged del día. La noche entrega siempre sus diplomas. Y somos vampiros degenerados haciendo guardia en un campamento de hemofílicos. Y somos soldados combatiendo destacamentos de palabras. Y somos poetas incapaces que poner por escrito amargas metáforas. Llevamos dentro una bomba de relojería y nuestro corazón hace tictac. Y aquella noche del 8 de agosto de 1998, Los Planetas habían fracasado estrepitosamente en el festival de Benicássim. «¿Qué te ha parecido?», me preguntó J. «Horroroso», le respondí con toda sinceridad, añadiendo que “de las doce o quinte veces que os he visto en directo, ésta ha sido sin duda la peor”.
J, Paco, Florent y May: la increíble verdad de los primeros años juntos
Antes del concierto, el camerino de Los Planetas, cercano en muchos sentidos al de Spiritualized {con quienes compartían escenario, importancia y buen rollo en los pasillos}, parecía algo entre el hotel de concentración de un equipo que se juega el ascenso y el sótano donde unos maleantes preparan el golpe de sus vidas. Con más química que física, pasábamos las horas previas a la actuación convirtiendo nuestros cuerpos en laboratorios de carne y hueso. Y justo cuando sentíamos cómo la cabeza se nos separaba del cuello, y esa cabeza se llenaba de pequeñas detonaciones indoloras, y el corazón temblaba poseído por una felicidad oscura, diminuta, que vemos dentro de nosotros y alrededor de nosotros… a los pobres Planetas se les dice: «¡Hala, al escenario!». Y en el escenario J parecía cantar en bable, entrando tarde y mal en muchas de las canciones. Eric, el batería, tocaba a 78 revoluciones por segundo en un mundo de 33. Todos se equivocan de cabo a rabo en “La playa”, y la actuación se sucede con más pena que gloria. El público —unas veinte mil personas entregadas al grupo desde el primer acorde— se va volviendo cada vez más frío, y les devuelve indiferencia por indiferencia. Los Planetas han perdido la oportunidad de consagrarse definitivamente, culminar una temporada llena de éxitos, ponerse la corona del pop alternativo de nuestro país, detener el tiempo durante casi una hora para que todos nos sintiéramos un poco como ellos: jóvenes, jodidos, jubilosos. Y la noche acabó como acabó: subiéndonos por las paredes del hotel, nerviosos, viendo dibujos animados dignos de un Buñuel de trípi, sin dormir, contándonos las cosas hasta cinco y seis veces.
Y después, cien mil pestañas cerrándose al unísono, los frenazos de los camiones de la basura, la viscosa oscuridad del cielo, un montón de sueños en cámara lenta, el lenguaje clandestino de las diez de la mañana. Unas horas más tarde, Los Planetas se iban completamente molidos a Galicia para otro concierto, y yo me quedé durante unos días más en Benicássim con mi nihilismo de andar por casa y un temblor en el brazo izquierdo.
Hay algo, apenas intuido, en los párrafos anteriores que explica la verdadera esencia de Los Planetas; se trata de una mezcla de sinceridad, debilidad, cachondeo, sencillez, inseguridad, vacío y eso que los anglosajones llaman angst, aunque todo regado con esa chispa y esa actitud super-guay que desprenden. Desde que les conozco han sido así, y ya en la primera entrevista que les hice para el difunto fanzine «Malsonando» allá por el 92 decían cosas como: «A mí de toda la vida me había gustado la idea de tener un grupo. No tentamos ni puta idea de tocar. Venían todos los rockeros de Granada a vernos y decían: “Hostia, está muy bien, pero todas las canciones son en re”. Sólo sabíamos tres acordes: re, sol, la. En un periódico nos llamaron “el universo en re”»