Jesus Fernandez - Días de lluvia: Un vistazo a la sociedad barcelonesa (Spanish Edition)
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- Libro:Días de lluvia: Un vistazo a la sociedad barcelonesa (Spanish Edition)
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Días de lluvia: Un vistazo a la sociedad barcelonesa (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación
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DÍAS
DE LLUVIA
Hoy ha caído Belchite, mañana Cataluña se rendirá ante las tropas de la libertad y pasado mañana, el mundo…,
Apéndice A. Siempre con la misma murga.
Siempre con la misma murga. Mi vecino, el parásito social que habita en el apartamento parejo al mío, me volvía a despertar con la misma canción. Empiezo a estar hasta los huevos, ¡Qué se ha creído! La misma canción cada fin de semana a las seis de la mañana. Risas y murmullos, filosofadas sin sentido como la de aquel día en el que, con su tono increíblemente amanerado realizaba un alegato feminista radical.
«Es que yo realmente admiro a las mujeres. Sois increíbles. Yo, cuando estoy al lado de una mujer, me siento muy inferior. No sabéis el poder que tenéis...», y demás chorradas. Aquel día me acordé de un artículo que leí en el dominical de la vanguardia. Estaba escrito por Carmen Posadas, y a pesar de no ser santo de mi devoción, por una vez, comulgaba con sus ideas. En el mismo, reivindicaba el derecho a la «existencia» de las mujeres y, sin ir más lejos, decía que estaba harta de los hombres que acababan de descubrir a las mujeres y les daban condición social. Siempre me ha fastidiado mucho ese tipo de tíos, que siendo más machistas que el Papa y Franco juntos, se habían apuntado a la moda y por no reconocer su actitud soltaban chorradas como esa. ¡Qué pasa! ¿Es que las mujeres no existían antes del nuevo siglo?
Pero hoy se estaba pasando. Aparte de no callar, era la decimotercera vez que ponía la misma canción, una cosa muy blanda y poco imaginativa. De estas que se componen ahora, para uso y disfrute del personal, que generaría unos pingues beneficios a la compañía discográfica. Decía algo como “ I’m walking away...” y algo más. Mal empezaba el día.
De todas formas, lo que más me molestaba de la situación era que durante toda la semana yo me levantaba a las cinco y media para ir al trabajo, y los dos únicos días en que podía dormir más, eran la noche del viernes al sábado y la noche del sábado al domingo. Y hoy era sábado por la mañana...
Decidí levantarme, ya que me iba a ser imposible poder volver a conciliar el sueño otra vez, debido al follón que estaba generando mi apreciado vecino, e irme de casa. Acorde con mí filosofía de vida, y teniendo en cuenta de que aquel día no trabajaba, me vestí sin ducharme, ya que siempre me ha parecido una estupidez la higiene, y como medida de choque para arreglar el día, decidí empezarlo desayunándome una cerveza y una tapa de bravas. Al fin y al cabo, solamente eran las seis de la mañana y encontrar un lugar en la ciudad donde celebrar semejante banquete gastronómico no era difícil: enfrente de mi piso hay un bar de esos que están desapareciendo de la ciudad; uno de esos de toda la vida, y por supuesto, a las seis está abierto. El dueño es un ricachón que nunca aparece por allí. Generalmente lo
atiende un tío de mi quinta que se llama Carlos, aunque él prefiere que le llamen el Pipas . Esto se debe a que, según él mismo ha confesado, ha estado en la cárcel por tráfico de armas. De hecho, no ha abandonado el negocio, y continúa en él, usando el bar como tapadera. Nunca he llegado a saber si el dueño sabe algo de este negocio, pero tampoco me importa mucho. Por otro lado, el Pipas es un tío legal. Buena gente, de los que ya no hay, y ejerce su labor de camarero con una eficacia y una eficiencia sorprendentes.
Entré, y me encontré al Pipas cerrando la caja del día.
—Buenas, Pedro, ¿qué se te ha perdido a estas horas por aquí? Te hacía en casa, haciéndotelo con una periquita
—Pues ya ves. Vengo a desayunar, ya que el maricón de mi vecino se está enrollando como una persiana, con una que se ha traído para tirársela y no me deja dormir. ¡Está más plasta que nunca! Anda, ponme unas bravas y una caña.
—¿Otra vez el rollo de la inmobiliaria?
Lo de la inmobiliaria era un clásico. Se hacía pasar por el director de una agencia inmobiliaria que estaba a punto de construir unos pisos nuevos, con acabados de lujo, a tres calles del Turó del Putxet, pero en realidad regentaba un bar de copas en la Bonanova, y creo que ni eso, probablemente solamente fuese un barman.
—Pues sí. Otra vez. Aunque esta vez va de órdago a la grande. Ahora ya no son pisos, son casas unifamiliares al lado del Turó del Putxet. ¡Al menos el barrio continúa siendo el mismo! Y lo peor no ha sido eso. Lo peor ha venido después. Ha cogido el móvil y dirigiéndose a la incauta, se ha puesto en comunicación con su secretaria, «porque le tenía que dar unas instrucciones». Anda que llego a ser yo su secretaria y lo pongo de vuelta y media. Un sábado y a las seis.
—Bueno, igual es que la secretaria hace horas extras, ya me entiendes —dijo el Pipas, guiñándome un ojo.
—Pues igual
Me tomé la cerveza y la tapa de bravas, mientras decidía que hacía con el resto del día. La verdad es que tenía que ir a hacer la compra, pero me daba un palo que te cagas. No por lo de comprar, sino por lo que viene después, como diría ese cocinero que sale por la tele y en la mayoría de los casos borracho. Para poder comprar en sábado, necesitaba una serie de requisitos fundamentales, como armarme de valor, ya que ir al súper no es una tarea fácil. En primer lugar, si se pretende ir a comprar el sábado, es imprescindible el tener un par de cuchillos de caza y dejar los escrúpulos a un lado. Me explicaré:
Los sábados son los días en que el grueso de la tropa, o dicho de otro modo, los currantes vulgares, aquellos que trabajan más de ocho horas al día, durante cinco días a la semana, aprovechan la mañana para realizar las compras de la semana. Más que nada, de esta forma comparten las sensaciones de los atascos sufridos durante la semana con el resto de la familia, léase, mujer, en caso de que no trabaje, y niños. En aclaración a este último término, y para evitar dudas, paso a explicar qué es un niño. Es una especie de moide pequeño, egocéntrico y mal educado, físicamente parecido a sus congéneres, cuyos padres están incapacitados para dominarlos. De tal forma, que a la hora de pagar, te encuentras con una cola que puede durar entre los cinco minutos y la hora y media, similar a la de entrada de Barcelona un día de cada día, sin el ruido de los motores de los vehículos, pero con las voces chillonas de los niños taladrándote los tímpanos a modo de bocinas.
Continuando con la explicación, no hay que olvidar a la pareja de ancianos que, bajo una fingida debilidad física y echándole un morro increíble, se hacen los despistados y se cuelan hábilmente, con la excusa de que, al fin y al cabo, son solo cuatro cosas las que llevan, y un poco de respeto por la tercera edad...
Antes de irme, decidí ponerme en situación, fumándome un petardo para empezar el día con un ánimo diferente. De esta forma, con las bravas, la caña y el peta, seguro que aguantaba todo lo que pudiera venirme por delante de forma mas o menos decente.
Tomé prestado un periódico para informarme de los hechos más relevantes del día y las cosas no podían ser más claras. Según el titular «El empleo femenino, asignatura pendiente del actual gobierno». En su interior desarrollaba más la noticia, explicando las razones que el gobierno de la nación consideraba como único punto negro a su maravillosa gestión. Según el presidente de esta monarquía parlamentaría que rige este país, era el único punto negro de su actual etapa legislativa. Para solucionarlo, proponía una medida de choque, en la que se daría mayor facilidad a la inserción laboral de la mujer. Para empezar, si la mujer contratada provenía del paro, la empresa se beneficiaría de una importante reducción en el impuesto de actividades económicas, lo que fomentaría la contratación de mujeres y no de hombres. En caso de que la contratada se quedara en estado, se gratificaría a la empresa con una rebaja del cincuenta por ciento en el pago de la seguridad social de la persona que la sustituyese.
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