Manuel Fernández Monzón - El sueño de la transición (Historia siglo XX) (Spanish Edition)
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- Libro:El sueño de la transición (Historia siglo XX) (Spanish Edition)
- Autor:
- Editor:LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L.
- Genre:
- Año:2014
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El sueño de la transición (Historia siglo XX) (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación
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A mis compañeros del Servicio Central de Documentación de la
Presidencia del Gobierno (SECED), que entre 1972 y 1976 tanto
y tan eficazmente trabajaron por España, entendiéndose con gentes
de variadas sensibilidades ideológicas y políticas para organizar una
alternativa de cambio y transformación democrática del régimen
de Franco frente al rupturismo suicida y guerracivilista que deseaba
la izquierda radical y antisistema de entonces.
P RESENTACIÓN
D esaparecidos de la escena pública Su Majestad el rey don Juan Carlos y el expresidente Adolfo Suárez, el primero por renuncia voluntaria del trono y el segundo por fallecimiento, parece llegado el momento oportuno de acotar y puntualizar la actuación de ambos en la ejecución de la Transición del franquismo a la democracia, que fue brillante pero en cuya previsión, preparación y diseño al mayor detalle, desde cuatro años antes, nada tuvieron que ver.
Fueron otros, en el largo periodo de la Pretransición, los que abordaron tan trascendental tarea y la ofrecieron a los protagonistas ejecutores, don Juan Carlos y Suárez, bajo la batuta de Torcuato Fernández Miranda. Tal labor fue llevada a término por el Servicio Central de Documentación (SECED) de la Presidencia del Gobierno, con la cooperación de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y de la República Federal de Alemania, bajo las instrucciones de la Secretaría de Estado de Estados Unidos y la Presidencia de la República Federal Alemana.
Este acotamiento y puntualización, sin el menor desdoro para la tarea ejecutiva de don Juan Carlos y Adolfo Suárez, pretende constituir un homenaje a los militares que, en la sombra difícil y complicada del SECED, llevaron adelante la gigantesca tarea de la preparación y diseño de la Transición, haciendo imperar el cambio por la vía de la reforma, frente a la pretensión rupturista de las fuerzas políticas izquierdistas, y la no menos delicada labor de ir concienciando a los líderes y «prelíderes» de las fuerzas políticas y sociales, legales y por legalizar, de lo mismo: la conveniencia de la reforma en lugar de la ruptura.
Aquel puñado de hombres en la sombra fue el primero en comprender, de la mano de Estados Unidos, que la continuidad del régimen franquista, encabezada por el rey Juan Carlos, era imposible y que de igual modo debía hacerse imposible que el cambio necesario se hiciera a través de una ruptura violenta y derrocadora del régimen franquista. Para ello, hubieron de enfrentarse a las dificultades de comprensión de todos, y sobre todo de la superioridad militar, tan importante e influyente por entonces.
Este libro, pues, pretende ser un homenaje a aquellos hombres en la sombra, cuyo nombre nadie conoce ni conocerá, capaces de enfrentarse a todo para hacer entender la necesidad de la transformación del Estado, cuidadosamente preparada.
Tras la muerte de Adolfo Suárez, el 23 de marzo de 2014, se desencadenó una justificada y legítima lluvia de elogios, entre los cuales se contaban los del rey Juan Carlos, que, en el mensaje que difundió el mismo día del óbito, aprovechó «para recordar y valorar uno de los capítulos más brillantes de la historia de España: la Transición que, protagonizada por el pueblo español, impulsamos Adolfo y yo junto con un excepcional grupo de personas de diferentes ideologías, unidos por una gran generosidad y un alto sentido del patriotismo».
Este mensaje, que lógicamente puede ser interpretado de muy diferentes maneras, en mi opinión hubiera sido más exacto si en su redacción apareciera el pueblo español como impulsor y Su Majestad y Suárez como protagonistas, junto con esas personas de diferentes ideologías que quedan en un sombrío segundo plano. Porque en este caso, del mismo modo que en una película, aquellos a quienes vemos actuar normalmente no fueron también los autores del guión, los directores ni los productores. De hecho, lo son las menos de las veces, y en la mayoría de las producciones —y lo mismo que para las de cine, teatro y otras manifestaciones culturales, podría decir que en todas las grandes empresas humanas— quienes han impulsado el proyecto no son los que aparecen como protagonistas de cara al público, aunque, lógicamente, estos protagonistas participen de las intenciones de quienes proyectaron la empresa en la que participan.
La historia tiene complejos motores, y la de la Transición española también. Es indudable que el rey Juan Carlos y Suárez fueron protagonistas, y hasta directores de dicho proyecto. En cuanto al impulso, al origen, naturalmente podríamos decir que correspondió al pueblo español, pero eso sería demasiado difuso y, tratándose de personas que hemos conocido los entresijos de esa época, equivaldría a ocultar lo que sabemos. Por mi trabajo en el servicio de inteligencia de aquella época —como casi todos los agentes de información, mal llamados «espías», prefiero ese nombre al de «servicio secreto»—, conocí esos primeros movimientos de lo que llegaría a ser la Transición. Y sé que sus impulsores no fueron ni el rey Juan Carlos ni Suárez. Decir esto, reconocer la existencia de un proyecto que quienes lo conocimos dimos en llamar Pretransición, no supone negar los muchos méritos del rey, de Suárez y de tantas otras personas. Todo lo contrario: cuanto más se distinga lo que corresponde a cada cual, menos habrá que recurrir, con el tiempo, al derribo de falsos mitos. La justicia es dar a cada uno lo suyo, e indudablemente la deuda de los españoles tanto con el rey Juan Carlos como con Suárez es inmensa. Pero esa deuda no se refiere al impulso en los orígenes de ese proyecto que comenzó en los primeros años setenta y que daría lugar, después, a la Transición, cuyos indudables protagonistas fueron el monarca y el presidente.
Como ya hice cuando falleció el expresidente, quiero manifestar aquí mi profundo dolor por la muerte del amigo, al que tuve ocasión de ayudar en aquellos años, tan amable, tan cariñoso, tan cordial y tan valiente. Además de esas cualidades, con una cierta sonrisa lo digo, tuvo la de ser un hombre con suerte política, algo que, como dijo Napoleón, es importantísimo.
Para entender la realidad de Suárez y de la Transición hay que entender primero la Pretransición. En la película de la Transición, el rey y su presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, fueron los magníficos actores protagonistas, pero no fueron en absoluto ni los autores del guión, ni los productores, ni los directores. El director de la película fue Torcuato Fernández Miranda, que desde 1969 era ministro secretario general del Movimiento, pasando a ser vicepresidente en el gobierno de Carrero, a cuya muerte le sucedió durante once días, para presidir después las Cortes y en consecuencia el Consejo del Reino. El guión se produjo, se diseñó, se elaboró y se concretó hasta el más mínimo detalle a partir del 27 de febrero de 1971, cuando visitó España el general Vernon Walters como embajador volante del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon. Walters fue a ver a Franco, y en esa entrevista, según él mismo relataría, le dijo que Nixon tenía mucho interés en saber qué opinaba Franco sobre el Mediterráneo. Franco se echó a reír y le contestó:
—Su presidente lo que quiere saber es qué va a pasar aquí después de que yo me muera.
Y ante la explicación de Franco de que todo estaba «atado y bien atado», Walters respondió:
—Sí, todo está atado y bien atado según usted, pero nosotros no creemos que eso sea así, porque el rey no podría reinar en un país con el régimen actual sin reformar.
A partir de ese momento, Franco encargó al general Walters que estableciera contacto, primero, con el general Díez-Alegría, jefe del Alto Estado Mayor, y a continuación con el almirante Carrero Blanco. Y fue un grupo de militares, encuadrados en el Servicio Central de la Presidencia del Gobierno (SECED, el servicio secreto, para entendernos), los que diseñaron, elaboraron y concretaron —con la ayuda de la Secretaría de Estado norteamericana, de la CIA, y del BND (Bundesnachrichtendienst) alemán— las siete operaciones en que consistió la Pretransición, y que fueron el guión que luego se seguiría. El Ejército, por tanto, y con él el núcleo del régimen franquista, no solo no constituyó un muro, sino que está en el origen —aunque intervinieran como fuerzas incluso anteriores tanto la presión norteamericana como la más difusa del pueblo español— de ese impulso al que llamamos Pretransición. Cuando se habla de que Adolfo Suárez resistió el chantaje de la dictadura y el cerco de los generales, tal expresión puede ser válida si se refiere a los tenientes generales, que eran los oficiales que hicieron la guerra con Franco, pero no tenían nada que ver con nosotros. Cuando oigo a veces a ciertos personajes que se dan importancia por su supuesto papel durante la Transición, y en general a quienes se llaman luchadores contra la dictadura, recuerdo los arrestos con que Leandro Peñas Varela respondió delante de mí al almirante Carrero Blanco, que le hacía reproches.
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