1. No hay necesidad perentoria alguna de leerse el prefacio. En serio. Existe básicamente para el autor y para aquellos que, una vez leído el resto del libro, por alguna razón se encuentren sin nada más que leer. Si ya habéis leído el prefacio y desearíais no haberlo hecho, perdón. Deberíamos haber avisado antes.
2. Tampoco hay necesidad perentoria alguna de leerse los agradecimientos. Muchos de los primeros lectores del libro (véase final del prefacio) sugirieron acortarlos o retirarlos, pero no se les hizo caso. Con todo, no afectan a la trama de ningún modo relevante y, por tanto, como en el caso del prefacio, si ya habéis leído los agradecimientos y desearíais no haberlo hecho, perdón. Deberíamos haberos advertido.
3. También podéis saltaros el índice, si vais mal de tiempo.
4. En realidad, tal vez muchos de vosotros podríais saltaros gran parte de la sección central, en concreto el inicio del capítulo VII, que aluden a la vida de gente de veintipocos años y son vidas que difícilmente pueden hacerse interesantes por mucho que se lo parecieran a los que las vivieron en su momento.
5. De hecho, quizá a algunos no os molestará leer los tres o cuatro primeros capítulos. Así llegaréis al capítulo V más o menos, lo que parece una extensión correcta, propia de una agradable novela corta. Los cuatro primeros capítulos se ciñen a un tema general, algo razonable, que es más de lo que puede decirse del resto del libro.
6. De ahí hasta el final, el libro es algo irregular.
PREFACIO A LA PRESENTE EDICIÓN
Por mucho que haya alardeado el autor por ahí, en realidad, esto no es estrictamente una obra de no ficción. Muchas partes han sido convertidas en ficción, en diferentes grados y por diversas razones.
LOS DIÁLOGOS : Por supuesto, han sido reconstruidos casi por completo. Los diálogos, en esencia verdaderos —excepto en los casos en que obviamente son falsos, como cuando la gente irrumpe en el continuo espacio-temporal de la narración para hacer empalagosos comentarios sobre el libro—, están escritos de memoria y reflejan tanto las limitaciones de memoria del autor como los estímulos de su imaginación. Todas las palabras y frases individuales han pasado por un intermediario, han sido manufacturadas de tal manera que: 1) son rememoradas; 2) están escritas; 3) están reescritas para que parecieran más exactas; 4) están editadas para que encajaran en la narración (conservando no obstante la esencia de su verdad); 5) están reescritas otra vez para evitar al autor y al resto de los personajes la vergüenza de hablar con las dificultades expresivas que invariablemente demuestran, o demostrarían, si sus frases, acabadas casi de manera invariable en «tío» —como, por ejemplo, «Está muerta, tío»— se transcribieran sin más. Sin embargo, debe destacarse que los diálogos más surrealistas del libro, como el de los adolescentes latinos y el de la atribulada Jenna, son los más fieles a la realidad.
LOS PERSONAJES Y SUS CARACTERÍSTICAS : El autor, aunque se resistía a hacerlo, tuvo que cambiar algunos nombres y disfrazar todavía más a esos personajes de nombre cambiado. El ejemplo principal es el del personaje llamado John, cuyo nombre real es otro, porque el homólogo de John en la vida real no quería, con toda razón, que se recogieran por escrito ciertas facetas oscuras de su vida (aunque, tras leer el manuscrito, no puso objeción a ver los hechos y palabras de su vida expuestos por otro). En especial si el personaje no era tanto un facsímil directo como una amalgama. Que es el caso. En fin, para que John funcionara y para crear una narración manejable, su modificación produjo una especie de efecto dominó que hizo necesarias otras ficciones. Entre ellas: en la vida real, Meredith Weiss, que existe, no conoce tanto a John. La persona que actuó de intermediario en la vida real no fue Meredith, sino otra, cuya presencia revelaría la conexión, de hecho delataría al pobre John, cosa que no podíamos permitir. Por tanto, el autor telefoneó a Meredith:
—Hola.
—Hola.
—Bueno, pues ¿te importa hacer [esto y lo otro] y decir [esto y aquello] aunque en la vida real ni lo hicieras ni lo dijeras?
—No, para nada.
Y ya está. Aunque debería señalar que la escena principal de Meredith, en el capítulo V, no contiene invenciones. Podéis preguntárselo a ella. Vive en el sur de California.
Por lo demás, los cambios de nombre se abordan en el cuerpo del texto. Sigamos:
TIEMPO Y LUGAR : En primer lugar, hay algunos ejemplos de ubicaciones cambiadas. En el capítulo V, destacan dos en particular. La conversación con Jenna, en el curso de la cual el narrador le cuenta que Toph ha disparado en la escuela y luego ha desaparecido, no ocurrió esa noche ni en ese sitio, sino que tuvo lugar en el asiento trasero de un coche de camino de una fiesta a otra en la Nochevieja de 1996. Más adelante en el mismo capítulo, el narrador y la susodicha Meredith se encuentran con unos jóvenes en una playa de San Francisco. Este episodio, que por lo demás se atiene totalmente a los hechos, en realidad ocurrió en Los Ángeles. Además, en ese capítulo como en varios otros, se ha comprimido el tiempo. En la mayoría de los casos se hace constar en el texto, pero reiteraremos aquí que en el último tercio del libro pasan muchas cosas en un período que se antoja corto. Aunque la mayoría de los acontecimientos que se describen ocurrieron en un lapso de tiempo muy breve, en algunos casos no fue así. Cabe señalar, sin embargo, que los siguientes capítulos no incorporan compresiones temporales: I, II, IV, VII.
NOTA ACERCA DE COLUMBINE : Este libro se escribió, y los diálogos que recoge se pronunciaron, muchos años antes de los horribles hechos acontecidos en ese instituto y otros lugares similares. No se han tomado a la ligera, ni consciente ni inconscientemente.
OMISIONES : Se han omitido algunas escenas de sexo estupendas a petición de quienes ahora están casados o emparejados. También se ha omitido una escena fantástica —cien por cien cierta— en la que aparecían la mayoría de los personajes principales del libro y una ballena. Asimismo, la presente edición omite cierto número de frases, párrafos y pasajes. Entre ellos:
Acostados en cama, son pocas las largas horas en que Beth duerme y Toph duerme y mi madre duerme. Yo paso despierto casi todo el tiempo. Me gusta la parte oscura de la noche, después de la medianoche y antes de las cuatro y media, cuando está vacía, cuando los techos están más duros y más lejos. Entonces puedo respirar, y puedo pensar mientras los demás duermen, de un modo que me permite parar el tiempo, en que consigo —siempre ha sido mi sueño—, mientras los demás siguen inmóviles, poder ocuparme de ellos, hacer lo que sea que haga falta, como los elfos que fabrican zapatos mientras los niños duermen.