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Andrews M C - Por Tus Caricias

Aquí puedes leer online Andrews M C - Por Tus Caricias texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2014, Editor: Grupo Planeta, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Andrews M C Por Tus Caricias
  • Libro:
    Por Tus Caricias
  • Autor:
  • Editor:
    Grupo Planeta
  • Genre:
  • Año:
    2014
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M. C. Andrews nació en Manningtree, el pueblo más pequeño de Inglaterra. Lleva años afincada en Londres, donde ejerce de periodista para un importante periódico, aunque durante sus primeros tiempos en la capital británica tuvo varios trabajos: de camarera a guía turística, pasando por canguro y correctora freelance para una editorial. Está casada y es madre de dos hijas.

De pequeña, M. C. Andrews solía decirles a sus padres que deseaba ser escritora; su esposo y sus hijas siempre la han animado a intentarlo... De ahí Noventa días , su primera novela, y Todos los días , su esperada continuación, así como los relatos La cinta y Sin fin , ambos publicados por Zafiro.

Encontrarás más información en: www.noventadias.com

Podría simular una pasión que no existiera,

pero no podría simular una que me arrasara como el fuego.

O SCAR W ILDE

1

La calle parece cubierta de estrellas, las gotas de lluvia han dejado de caer pero han decidido quedarse en el suelo de la ciudad y convertirlo en algo mágico. Desde que me mudé aquí éste ha sido uno de mis momentos preferidos del día. Sonrío. Bueno, es uno de mis momentos preferidos sin Daniel. Si Daniel está conmigo, nada puede competir con él.

Sonrío otra vez. Gracias a la lluvia y al tráfico de la ciudad tuve que compartir taxi con Daniel el día que lo conocí. Aún recuerdo lo furioso que se puso, y todo porque al parecer se había autoimpuesto no desearme.

Daniel y sus normas.

Un cosquilleo me recorre el cuerpo al pensar en todas y cada una de las normas que hemos roto juntos estos meses. Se me acelera incluso el corazón y las ganas de volver a estar con él me sobrecogen. Deslizo la mano hacia el interior del bolso y busco el teléfono móvil. Sé que esta noche llegará tarde, me lo ha dicho esta mañana. Estaba tan enfadado que durante unos segundos he temido que fuese a anular la reunión.

—Si esos energúmenos son incapaces de encontrar otro hueco en su agenda para reunirse todos en el mismo despacho, tal vez no deberían comprar una empresa juntos. Además, a partir de las seis estoy contigo —ha dicho.

Esos «energúmenos» son los futuros propietarios del Banco de Escocia y le han pedido asesoramiento a Daniel para terminar de formalizar la compraventa. Mercer & Bond, el bufete de Daniel, cobrará una suma exorbitante por la operación y antes, hace unos meses, Daniel se habría quedado encerrado en el despacho hasta resolver todos los flecos del contrato. No habría permitido que nada ni nadie lo distrajese y nada más habría ocupado su mente.

Y ahora está conmigo a partir de las seis.

Sí, Daniel ha roto todas sus normas… y las mías.

No debería llamarlo, pero estoy pensando en él y quiero oír su voz.

Sólo suena una vez.

—¿Dónde estás?

Lo noto tan tenso que me lo imagino sosteniendo el teléfono con una mano y apretándose el entrecejo con la otra.

—Andando por la calle.

—Ha llovido —se queja, aunque sé que se calla el resto de la frase. Si fuera por Daniel, Frederick me llevaría y recogería del trabajo todos los días. Ya le he explicado que, aunque me apasiona que sea tan caballeroso, sé andar sola.

Daniel todavía está asimilándolo.

—Lo sé. Me he acordado del día que te conocí, tuvimos que compartir taxi. —Sonrío a pesar de que sé que no puede verme—. Te pusiste furioso conmigo.

—Me puse furioso conmigo. Espera un segundo. —Lo oigo caminar. En cierto modo echo de menos trabajar en Mercer & Bond, donde podría cruzarme con Daniel en el pasillo. Distingo el ruido de una puerta cerrándose—. Me puse furioso conmigo —repite entre dientes— porque me excitaste en cuestión de segundos. Igual que ahora.

—Oh, lo siento.

—No me vengas con «lo siento». Coge un taxi y ve a casa. Yo llegaré en unos minutos.

—¿Ya ha terminado la reunión?

—No. ¿Ya has parado un taxi?

—No puedes irte así, sin más, Daniel.

Un cosquilleo me recorre la espalda. La voz de Daniel me está acariciando la piel y tengo que detenerme en plena calle porque me tiemblan las rodillas.

—Por supuesto que puedo. Me has llamado, me basta con eso. Si tanto quieren saber mi opinión, pueden venir mañana por la mañana. Yo ahora quiero estar contigo.

—Y yo contigo —suspiro.

—¿Ya estás en el taxi?

—¿Qué? No, no. —Recupero cierta calma—. Daniel, no puedes dejar plantados a esos señores. Y tampoco a Patricia —añado—. Ella te pidió que estuvieras.

Suelta el aliento. Patricia Mercer es la socia de Daniel y una de las pocas personas del mundo por las que él siente respeto y afecto. Cuando los vi juntos por primera vez sentí celos, lo reconozco, pero pronto me di cuenta de que se consideran amigos, quizá incluso una especie de hermanos. Nada más.

—¿Por qué diablos he dejado que me conocieras tan bien?

—¿Te arrepientes?

—Jamás. —No duda ni un segundo. Después coge aire y lo deja ir despacio—. Prométeme que subirás a un taxi y que irás a casa. Yo llegaré en cuanto pueda.

—Ya estoy en casa, ahora mismo estoy cruzando la puerta de la entrada. Buenas tardes, Cameron —saludo al portero del edificio.

—Buenas tardes, señorita. —Me sujeta la puerta y la cierra por mí.

—Está bien. ¿Por qué me has llamado? —me pregunta de repente—. ¿Te ha sucedido algo?

—No, nada. —Me sonrojo aunque no puede verme—. Sólo quería oír tu voz.

—Ya está, ahora sí que anulo la reunión.

—¡No, no! —río en voz baja—. Termina la reunión. Yo estaré aquí. Esperándote.

—¿De verdad?

—Sí.

—Dímelo.

—Estaré aquí. Esperándote.

El ascensor se detiene en mi piso. Salgo y me doy cuenta de que mientras hablo con Daniel no me fijo en nada de lo que sucede a mi alrededor.

—¡Dios, Amelia! —Tiene la voz ronca—. Necesito que me ayudes. Si salgo así del despacho voy a arrancarle la cabeza al primer ejecutivo sin cerebro que se atreva a hablarme.

—No, no lo harás. —Cierro la puerta detrás de mí, me quito los zapatos y el sonido de las medias al rozar el suelo de madera me produce un escalofrío—. Eres Daniel Bond y vas a demostrárselo, vas a negociar el mejor contrato que han visto jamás y se irán dando gracias al universo por no haberte tenido de adversario.

Daniel sonríe, lo sé.

—Yo sólo quiero ser tuyo.

—Lo eres, y cuando llegues volveré a demostrártelo.

—Voy a colgar. —Ha tragado saliva antes de hablar.

Me quedo mirando el móvil unos segundos y con el pulgar acaricio la pantalla donde ha aparecido el rostro de Daniel. Se enfadó conmigo el día que le hice la fotografía; estábamos en la casa de Hartford y él se había quedado dormido en el jardín. Me dijo que no podía usarla. No le hice caso, obviamente, y sé que a él le gusta que no se lo hiciera.

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