Acerca del Autor
Luis Anguita Juega nació en Madrid. Con 27 años, tras aprobar las oposiciones de la Carrera Fiscal, marchó a Barcelona donde residió durante 10 años en una preciosa localidad llamada San Andrés de Llavaneras, y desde el año 1999 vive en La Coruña disfrutando de la belleza de esta tierra.
Le encanta la docencia y da clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Coruña y en la Escuela de Práctica Jurídica del Colegio de Abogados de esta ciudad.
Ha escrito varios libros:
" Mi lugar Mi pequeño sueño ", de ediciones Vitruvio;
“ Siempre habrá un lugar para soñar ” con ediciones Carena.
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AGRADECIMIENTO A ESCRITORES
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E STA N OCHE V OLVERÉ A B USCARTE
L UIS A NGUITA J UEGA
A veces, el paraíso no es un lugar, sino una mirada y una sonrisa.
No olvides que, a veces, la felicidad no está en lo que anhelas, sino en tu camino y en las personas que encuentras en tu viaje.
Tu perseverancia, tu determinación, tu esfuerzo personal te ayudarán a encontrarte a ti mismo. En cambio, quejarte, poner excusas, te dejará en el camino y nunca cumplirás tu sueño.
Puede que estés amargado en tu vida, quién sabe; quizás sea por cuestiones banales o incluso por razones realmente importantes.
La amargura la llevas en tu interior y no te das cuenta de que no te conduce a nada, sólo sirve para que desperdicies tu existencia y para que te impida valorar todo lo que tienes.
El día que lo descubras, quizás ya sea demasiado tarde. Perdiste la oportunidad de valorar lo que realmente vale la pena, y de ser feliz.
Nada es fácil. Un día tomaste una decisión equivocada, piensas que ya no hay vuelta atrás, y que si decides intentarlo, fracasarás y no lo conseguirás.
Sólo tienes esta vida, si te quedas parado, ya has perdido; si lo intentas, podrás fracasar, pero, quién sabe, está el orgullo de intentarlo, y quizás lo imposible sea posible.
Capítulo I
HACE YA TANTOS AÑOS, QUE QUIZÁS FUE EN OTRA VIDA
A
veces, la vida hace que te des cuenta de tu error cuando ya es demasiado tarde.
Hasta ahora, en mi vida nunca había fallado, me había convertido en un engreído, seguro de mí mismo. Era perfecto en mi trabajo. Por ello había llegado hasta lo más alto y sólo me había servido para sentirme despreciado. Ya no había marcha atrás, el daño estaba hecho.
Me encontraba sentado en mi vehículo. Tema que entregar mi informe. Iría hacia mi ineludible cita, no lo podía evitar y lloraba por todo lo que había hecho.
Era consciente de que desnudaría la vida de las personas que en él se reflejan. Para algunos de ellos ya nada será igual, sin que nunca sepan el verdadero motivo que arruinó sus vidas.
Siempre he cumplido a la perfección lo que se me ha encomendado. Por eso me eligieron, porque soy perfecto y nunca me equivoco en mis conclusiones. No les ha importado los pocos años que llevo incorporado. Saben que siempre consigo el objetivo que me ordenan, y jamás he puesto una excusa para justificar un error, porque nunca lo he cometido.
Debía levantarme del asiento de mi coche e ir a donde me espera el hombre al que debo de dar mi informe. Será lo mejor, entregarlo y acabar con todo. Ya no hay otra solución. Cumpliré con mi deber como he hecho siempre.
No lo podía evitar, lloraba, era el culpable de lo que iba a ocurrir, del daño que había hecho. ¿Cómo pude actuar así?
Habría querido no bajar del coche, arrancar el vehículo, alejarme y destruir el dossier, y que nada afectara a la vida de esas personas. Pero no era posible, ni siquiera, aunque quisiera, podría evitarlo, otro lo haría por mí, aunque se tardara unas semanas más. Además, nunca he dejado nada a medias y no lo iba a hacer ahora.
Ya es la hora, tengo que ir a la reunión a entregar mi informe.
Capítulo II
EL FIN DE LA PROTECCIÓN DE LOS ESTUDIOS
H
ace ya tantos años, que era otra persona. Acababa de terminar la carrera de Derecho, y estaba dispuesto a llegar muy lejos, a base de mi trabajo y de mi fe en la Justicia.
Cuando terminé mis estudios, quería comerme el mundo, no me importaba el trabajo que me esperaba, ni las dificultades con las que me pudiera encontrar.
Con mi título recién estrenado, empecé a enviar currículos a los despachos de abogados más importantes de Barcelona. Los entregaba personalmente, para que ya me conocieran, vieran mi predisposición y mis ganas de ejercer la abogacía.