SÍGUENOS EN
@Ebooks
@megustaleermex
@megustaleermex
Por los buenos tiempos…
Me pregunto si soy el único que se da cuenta de que nada de esto importa. Que no tiene sentido. Que todo el esfuerzo va dirigido a una infinita espiral que lleva hacia la completa y absoluta nada. Me pregunto si soy el único consciente de que, independientemente de que te despiertes a las seis am de lunes a domingo para ser una persona altamente productiva y hagas yoga para tener tu organismo en armonía con su interior y comas tofu porque no comes animales porque eso es inhumano y no consumas drogas porque matan tus neuronas y dañan tu organismo y desayunes frutas y verduras debidamente esterilizadas para que tu sistema obtenga las vitaminas y minerales que necesita y nunca cojas sin condón para no contagiarte de ninguna enfermedad de transmisión sexual ni te vuelvas responsable en un cincuenta por ciento de agregar un +1 que, si bien se va a perder hasta convertirse en irrelevante entre la devastadora y excéntrica cifra de siete mil doscientos setenta y seis millones seiscientos doce mil quinientas noventa y cuatro personas y contando, si bien 1 más o 1 menos no afectará en lo absoluto a esa masiva cifra porque, independientemente de la irresponsabilidad, esta continuará incrementándose, acumulando seres que llegan a este mundo en formato miniatura con la falsa ilusión de que fueron traídos al lugar correcto, recibiendo una cordial bienvenida a esta dimensión desconocida recreada en la realidad virtual de Steve Jobs y Bill Gates donde lo único que van a encontrar aparte de dolor, violencia, desórdenes alimenticios basados en traumas de infancia creados por los traumas de infancia de otros, abandono, un libro escrito por Paris Hilton sobre la difícil vida de Paris Hilton, traición, obesidad mórbida, insomnio, cirugías mal ejecutadas de Steven Tyler, ansiedad, iPhones con pantallas rotas en mil pedazos que contienen más emociones humanas que las que sus megabytes son capaces de almacenar, cáncer, palomas dobles en Whatsapp sin respuesta recibida por parte del destinatario, ansiedad, Hollywood, reality shows protagonizados por Kim Kardashian e individuos igual de plásticos y alienígenas a la naturaleza humana, odio, rechazo, Televisa, estrés, ISIS, inconsecuencia, la inmediatez del consumismo y su intrínseco vacío, corrupción, engaño, religión, arrepentimiento, mentira, las decepciones amorosas de Taylor Swift convertidas en sonidos que son reproducibles infinitamente hasta que esta decide sufrir una nueva decepción y componer un sonido que, si bien es exactamente el mismo que el anterior, podrá ser nuevamente explotado gracias al poder de la mercadotecnia y la publicidad y la incompetencia del humano promedio de expresar sus emociones negativas de manera creativa, tragedia, miedo, gobiernos que matan humanos como si estuvieran en una película de Tarantino, midlife crisis, quarterlife crisis, being-born crisis, crisis, crisis, crisis– donde lo único que ese accidentado +1 va a encontrar aparte de estos y otros grandes beneficios a los que es acreedor por el simple hecho de haber llegado a este mundo será que su existencia destruyó la tuya, que en verdad nadie lo deseaba, que fue un error, un accidente más producto de la estupidez del hombre, borrando la pureza, inocencia y virginidad ética contenida en su espíritu al momento de nacer, sumándose de manera inevitable a la avalancha de sufrimiento que ha estado aplastando al hombre y a la civilización desde que esta decidió considerarse –irresponsablemente– una. Civilización. Civilización: sustantivo femenino: estadio cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres. Me pregunto si soy el único que se da cuenta de que no existe semejante entidad en este mundo; que esta definición solo es un concepto utópico que jamás se materializará, al menos no de manos del hombre. Me pregunto si soy el único en darse cuenta de que invariablemente de que no fumes porque la nicotina genera un riesgo de cáncer, no consumas alimentos altamente procesados porque contienen una serie de químicos que, mezclados con las células humanas, tienen una tendencia a convertirse en cáncer, no consumas alimentos con un alto contenido calórico porque este produce un exceso de masa corporal que no solo atrofia los procesos digestivos, cardiovasculares y endocrinos del sistema –que, para efectos de prioridades, siempre pasa a un segundo plano– sino que genera una imagen que va en contra de lo estipulado como estéticamente decente para el público, que pagues tus impuestos en orden y a tiempo, que te levantes a las siete de la mañana un domingo para ir y votar por el futuro de tu sociedad aunque tu espíritu democrático unánimemente considere que es una pérdida absoluta de tu tiempo dado que el sistema político de tu país está estructural y fundamentalmente contaminado por lo peor de la esencia humana, sistema político que está construido en base a los defectos naturales del hombre y, en consecuencia, otorga resultados igualmente erróneos y equívocos, que no importa que solo cojas con una persona porque tus inseguridades hacen que necesites la tranquilidad que un compromiso monógamo te otorga, que mientas el número adecuado de ocasiones para evitar enfrentamientos innecesarios en tu convivencia social y así mentir ante el cuestionamiento de una figura femenina sobre si subió de peso o no; que no importa que llegues religiosamente cinco minutos antes de que comience la cita con tu psicoanalista, martes y jueves, seis cuarenta y cinco de la tarde, mil doscientos pesos por sesión, que tomes tus miligramos de diazepam, todas las mañanas, con agua tibia, de la llave del lavabo servida en un vaso corto, frente al espejo, frente a tu imagen reflejada en el espejo del lavabo, 60 mg, 7:15 am, que honres a tu padre y a tu madre y nunca los culpes en público por la serie de traumas que involuntariamente te heredaron, que entregues tu mente e ingreso a una religión que domine y guíe tu banal existencia en este mundo, que busques iluminación y entendimiento a través de Twitter todas las mañanas y cierres tus noches en reuniones con tus conocidos más pseudointelectuales donde se consumen tres botellas de vino por persona y terminan en conversaciones que pretenden desmantelar la verdad de la vida analizando minuciosa y obsesivamente la última moda de superación personal disfrazada de espiritualidad que hay en el mercado o discutiendo las líneas que recuerdas del último artículo que leíste en el New York Times Magazine acerca de que esta generación está destinada al fracaso por el simple hecho de haber sido educada bajo un sistema donde los reglamentos no existen y el ser humano es respetado independientemente de que su vida sea un estorbo para la sociedad, cerrando la cena con un triple chocolate cake, un apple pie y tres bolas de nieve entre dos personas, los cuales se pretende que inconscientemente sacien la ansiedad que produce el discutir temas de tal nivel filosófico, aún más cuando en esa misma mañana al abrir los ojos y hasta después de cerrarlos se ha estado sufriendo de una crisis nerviosa gracias a la tendencia existencialista por la que se está pasando, una crisis basada en el hecho de que no sabes qué hacer con tu vida ahora que ya tienes veintiséis años y eres oficialmente adulto y, por lo tanto, el único responsable de tus acciones, ya que no puedes ser la extensión adicional de la American Express de tus padres eternamente, porque llega un punto en la vida en el que es imperativo que seas un individuo capaz de obtener por sí solo el crédito de un coche o pagar su seguro de gastos médicos o manejar distintas cuentas bancarias que son alimentadas por ingresos generados a base de una vida laboral productiva y exitosa, porque llega un momento en la vida en el que se debe demostrar con resultados tangibles y económicos que el medio millón de dólares invertido en el desarrollo académico e intelectual de tu persona no fue un error, porque no tienes excusa para que haya sido un error, mucho menos después de una vida donde lo único que hicieron fue darte todas las herramientas necesarias para ser Alguien cuando seas adulto. Y como ya eres –para tu desgracia– adulto, ha llegado tu tiempo límite para ser un individuo que le hace la vida más fácil a sus familiares en las cenas de Navidad por tener una actividad laboral con la cual se le relaciona y en la que se puedan invertir en una plática detallada y profunda las dos horas que dura el evento, saliendo todos beneficiados de no haberse visto en la necesidad de profundizar en pláticas más personales e incómodas que nadie necesita ni quiere ver, porque si no se está trabajando ni estudiando una maestría en esta sociedad regida por el capitalismo y la eficacia de producción, entonces no hay ningún otro tema que funja como el elefante en el cuarto lo suficientemente grande como para que dicha convivencia sea llevada de manera exitosa, porque estás en el límite de tiempo para honrar el esfuerzo de tu madre y tu padre siendo Alguien, porque si no lo eres para este entonces –este siendo veintiséis años– ya nunca lo serás. Y no sabes qué hacer con esta información sino consumir más fármacos diseñados para que controlen el vértigo que este tren de pensamiento te crea, tratando de huir de ese pánico a la vida que se ha vuelto tan crónico y familiar que, después de todos estos años, tanto tú como tu terapeuta han desarrollado una estrecha y adictiva relación con él. Me pregunto si soy el único en darse cuenta. Me cuesta trabajo creer que soy el único que se da cuenta; me cuesta trabajo creer que todos se dan cuenta y aun así tienen la energía y disciplina necesarias para continuar observando y siendo partícipes de esta interminable y tediosa secuela. Me pregunto si soy el único que invierte su tiempo desarrollando un monólogo que nadie escuchará en el cual se enfatiza el hecho de que todo está mal y, por lo tanto, nada importa porque todos vamos a terminar, con o sin esfuerzo, con o sin exceso de calorías, con o sin cáncer, con o sin hijos no deseados, con o sin venas y arterias limpias de colesterol, con o sin haber sido fiel y honesto y digno con nuestros semejantes, con o sin nada, todos vamos a terminar en el mismo punto: la mort. Y, antes de la muerte, el vacío de no tenerla o el miedo a que llegue muy pronto o la tentación de hacerla que llegue lo más antes posible o la acción tomada para que llegue al tiempo exacto que uno quiere; el formato o la modalidad para tener a la muerte todo el tiempo en la mente no importa, el hecho de tenerla, sí. Y es que desde que nacemos estamos destinados a desarrollar una fascinación con ella. Todos tenemos esta estrecha relación amor/odio con ella, porque solo ella puede representar de esa manera tan perfecta todo lo que el hombre busca y necesita y quiere –descansar en paz–pero que le da miedo aceptar porque desde que tuvo la edad y, por lo tanto, la capacidad para entender conceptos, le fue inculcado un pánico y un miedo hacia dicho término de tal forma que esta es la única manera en la que se tiene catalogada en el sistema de conexiones mentales cuando uno piensa en el verbo y sustantivo muerte. Sin embargo, no se dan cuenta de que, antes que la vida, antes de siquiera nacer, la muerte es la acción más noble y pacífica que se puede experimentar. Es algo tan elemental como las consecuencias físicas aunadas a cada uno de los verbos: lo primero que sufre el hombre al nacer es ser expulsado, para siempre, del único lugar en el que se sintió y se sentirá protegido de todo el daño que existe en el mundo; la primera experiencia traumática en la vida es, precisamente, el momento de nacer, cuando nos alejan de esa manera tan violenta y catastrófica –solo recordar el semblante de la mujer en el momento de dar a luz– de la protección del vientre de la madre. Y, una vez concluida esta disrupción tanto física como psicológica, el llanto. Hay una nota que solo se escucha una vez en la vida y es la del llanto al momento de nacer. Ese es el único duelo natural y puramente nuestro, uno que –aunque es provocado por ellos– no está contaminado por los deseos, debilidades e intereses ajenos; es un soneto donde el recién nacido le expresa al mundo su inconformidad por haber sido traído a la fuerza a un lugar donde, desde que llega, se le hace sufrir. En ese llanto se contienen todos los reclamos que jamás tendrá derecho a expresar después, una vez que –aunque inicialmente haya sido a la fuerza– ya se forma parte del sistema social. Sin embargo, contrario al nacimiento, cuando la muerte se hace presente, lo único que prevalece es la paz, el silencio. No existen la violencia ni el caos ni el miedo porque el miedo está fundamentalmente basado en la atemorizante sensación de que una entidad o elemento atente contra nuestra vida y, ya no habiendo vida contra la cual atentar y, por lo tanto, a la cual proteger, el miedo igualmente deja de existir. Me pregunto si soy el único en darse cuenta de que la concepción que la sociedad tiene de este concepto fue establecida por las religiones en conjunto con las grandes corporaciones de diversas industrias para evitar que el hombre vea que el único camino a la vida es, precisamente, la muerte, y así pueda seguir dominando y explotando a sus fieles creyentes en vida. Me pregunto si soy el único en alzar la voz para exigir a las autoridades responsables que hagan algo cuanto antes para impedir que el hombre siga poniendo en práctica su estupidez y se reproduzca de manera compulsiva, ya que aparentemente es incapaz de darse cuenta, por sí solo, de que su molde está dañado desde sus orígenes y de que, antes que ser reproducible, debería ser destruido por completo para por fin descontinuar esta producción en masa que, por contar con defectos desde su concepción, siempre termina en la basura.