Federico Mastrogiovanni - Aquí acaba la patria

TAPACHULA es una puerta de agua seca.

Tapachula es la puerta que atraviesan todo el tiempo miles de personas como tú. Con tu misma expresión en el rostro, con tus mismos miedos, con tus mismas esperanzas, con tu mismo color de piel, morena, negra, mulata.

Aquí es donde empieza la realidad, donde se pone a prueba tu valentía, tu resistencia, tu determinación. Es la puerta de la selección natural.

Tapachula es la puerta por la que debes pasar si quieres empezar el viaje a través de la oscuridad. Y ese viaje quieres empezarlo porque, si no, no estarías aquí. No estarías cruzando este pinche río en una balsa hecha de llantas y tablas, con tu ropa y tus zapatos apelotonados y encerrados en una bolsa negra de plástico, encima de la cabeza, para no mojarlos.

Aquí empieza la realidad de lo que significa migrar; empieza el primer tiempo de un viaje muy largo. No importa si tu camino ha iniciado en Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Angola, Pakistán, el Congo, Cuba o Haití. Si llegaste aquí, lo peor aún está por comenzar. Aquí empieza un viaje nuevo, un viaje definitivo. Has visto amigos y compañeros morir ahogados en un río de Colombia; has sufrido hambre, sed, calor; tus pies están hechos llagas. Todavía te falta cruzar México. Si llegaste aquí, lo mejor todavía tiene que pasar.

Tus primeros pasos en México los das en Ciudad Hidalgo, un pueblote cutre nacido en 1908 como estación terminal de los ferrocarriles mexicanos. El fin del mundo, la puerta trasera de México, la frontera que separa, que delimita, que une con una cremallera de agua las orillas de tierra deshilachadas que antiguamente pertenecían al mismo pueblo, al mismo país; que se nombraban misma patria.

Ciudad Hidalgo, a pesar del nombre altisonante, es un poblado aburrido, desolado, adormecido, desordenado, caluroso e inhóspito; hermano gemelo de Tecún Umán, ahí del otro lado del río, del lado de Guatemala.

Pero cuando pisas las calles sucias de Tapachula estás empezando verdaderamente tu viaje.

Y Tapachula te dice, ¡eres un jodido! Te dice, me vale madres tu vida. Te dice, per me si va ne la città dolente, per me si va ne l’etterno dolore, per me si va tra la perduta gente.

Tapachula te espera abierta como una mano que pide peaje, tranquila y segura de que vas a pagar.

Y tú no has leído a Dante, pero sabes perfectamente lo que te espera a partir de aquí.

Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate.

***

Primero verás que pasa la A con sus dos patitas muy abiertas al marchar.

CRI-CRI, La marcha de las letras

Va llegando Wendy.

Yo me llamo Wendy, vengo desde Honduras, vengo por motivos de… estamos en crisis en Honduras. De trabajo. Ni maquila, nada, ni en tiendas, nada. Venimos a luchar por una vida y un futuro para nuestros hijos; tenemos una niña en Honduras de cuatro años. Alquilo, depende de mí, voy pa’ delante gracias a Dios, les agradezco a Dios y a todo el mundo que nos han apoyado en el camino dándonos comida, dinero, porque nos venimos sin dinero, nos han apoyado, ayudado, y gracias a Dios no nos han asaltado, no nos ha pasado nada, gracias a Dios tamos bien y pedimos a Dios que todo pueda salir bien en este camino, le agradecemos a Dios todo. Me voy en el tren, vamos pidiéndole a Dios que todo nos vaya a salir bien, yo sé que Dios va a limpiar el camino, va segando todo de todo, de malos, de todo, pues, y de la Migración y todo nos va a salir bien en el nombre de Dios.

Pues no, no tengo a nadie y voy pa’ delante y sólo en el nombre de Dios, pues, todo nos va a salir bien. Sé lo que pasa en el camino porque mi hermano ya se ha tirado cinco veces para estos lados y nunca ha podido pasar. Él me dijo, si te atreves a irte para esos lados, te arriesgas a todo, a violación, a asalto, a muertes; a todo, me dijo, porque la última vez que me vine, violaron a una chava igualita a ti, dice, le cayeron veinte, veinte personas. Entonces yo le dije, en el nombre de Dios yo me voy y yo sé que no me va a pasar nada en el camino. Los mexicanos, incluso allá adelante, nos preguntaban, hey, ustedes solas. Sí, nosotras solas, éramos tres mujeres. Tienen valor, tienen más valor que uno de hombre, el hombre que traemos a la par es Dios y nada, todo perfecto. Pero yo digo que vale la pena, sólo confiar en Dios y en la virgencita de Guadalupe y todo va a salir bien; yo voy por un futuro, darle el estudio a mi hija, comprar aunque sea un pedacito de tierra para hacerle la casa a mi madre, porque nosotros alquilamos, mi madre depende de mí y de mi hermano.