Paco Monzo - Recuerdos del San Josemaria
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Recuerdos del San Josemaria: resumen, descripción y anotación
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Contents
INTRODUCCION ..
1. MIS PRIMERAS NOTICIAS SOBRE LA OBRA ..
Algunos antecedentes .
Mis aspirantes de Acción Católica .
Investigando en la Facultad ..
Mi amigo Aurelio me informa .
La residencia Samaniego ..
Mi primera Misa en un centro de la Obra .
El cuarto de meriendas .
Mis primeros pasos en el apostolado ..
La primera convivencia .
2. EN EL CENTRO DE ESTUDIOS .
El centro de estudios de Lagasca .
Primeras tertulias con el Padre .
Tía Carmen ..
Llega la Administración ..
Los voluntarios .
El primer magnetofón ..
Más sobre las tertulias .
3. MOLINOVIEJO, PRIMER VERANO ..
Verano de 1947 en Molinoviejo ..
Las cruces de palo ..
Las tertulias .
Otros recuerdos de ese verano ..
El clavo ..
4. MOLINOVIEJO, SEGUNDO VERANO ..
Mas obras .
Los primeros italianos .
Una broma del Padre .
Más anécdotas .
5. RUMBO A SANTIAGO DE COMPOSTELA ..
Rua Nueva .
La Estila en obras .
La "mili" .
La inauguración de La Estila .
6. ¡A ROMA!
Vuelta a Molinoviejo ..
¡A Roma!
Primeros días en Roma .
También nos quedamos "cortos" .
El primer "rapapolvo" .
La Fidelidad ..
Una segunda corrección ..
Ayudando a la Santa Misa de nuestro Padre .
Sin prisa .
El Crucifijo ..
Tardaba mucho ..
Las cartas al Padre .
7. MAS ANECDOTAS ROMANAS .
A dormir en la escalera .
¡Caramba, D. Alvaró!
Enfermos .
El ascensor .
Curso de retiro en Terracina .
Otra anécdota a propósito de gritos .
La calefacción ..
Las pieles de cordero ..
Le vi llorar .
Con tío Santiago ..
Sciancalepore .
El bolígrafo con luz .
El borrico de plomo ..
La primera Misa Solemne de D. Severino ..
Una carta .
Mi expediente escolar .
Lo único que no consiguió ..
Una vez más, no sé de que habla .
Una broma de D. Alvaró al Padre .
Las visitas a la Administración de Villa Tevere .
A propósito de la Administración: ¿histéricas? .
Nos cuenta una anécdota .
La "felicidad" .
La visita del Cardenal Tedeschini
8. CONSAGRACION DE LA OBRA AL CORAZON DULCISIMO DE MARIA ..
El viaje a Loreto ..
Llegamos a nuestro destino ..
El Padre viene desde la Casita de Nazaret .
El quince de agosto: Santa Misa del Padre en Loreto ..
La acción de gracias .
El regreso a casa .
Se deshace el peligro ..
Sobre la Consagración de la Obra al Sagrado Corazón de Jesús .
9. LAS OBRAS .
En mi oficina .
Las primeras obras .
El que pregunta...
Comienza mi úlcera .
También el Padre se quedaba corto ..
La hipoteca .
La operación Terracina .
10. TRATANDO CON LOS PROVEEDORES .
La máquina de afeitar .
El coche de las obras .
Llevando al Padre en coche .
11. LOS RATOS DE DESCANSO ..
El acordeón ..
Alegría en medio de las dificultades económicas .
Las primeras tertulias en el "pensionato" .
El cine .
12. PRIMER AVISO DE MI VUELTA A ESPAÑA ..
Cambio de empresa .
Los Mercedes del Padre .
18-I-55 ..
13. DE VUELTA A ESPAÑA ..
Gaztelueta .
La visita de nuestro Padre .
La sección nocturna .
Baracaldo ..
En Pamplona .
Madrid: la consagración de las criptas .
14. ¡VUELVO A ROMA!
Al cumplir cincuenta años .
Cavabianca .
En muchas ocasiones, con ocasión de distintas reuniones de familia con miembros de la Obra, me han hecho contar recuerdos de mis años más felices: aquellos en que conocí el Opus Dei, y los que conviví con el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer y con Mons. Alvaró del Portillo. Pienso que si tantas veces me los han hecho repetir, los que vengan detrás también tienen derecho a conocerlos.
Mi mayor preocupación al escribir estas líneas ha sido la de no dar una acertada idea de la personalidad de nuestro Padre. De su personalidad humana quiero decir, porque de su talla espiritual no me atrevo ni a hablar. Pero en cuanto a su humanidad y a su lucha ascética, algo me parece haber visto y comprendido, aunque naturalmente en una pequeñísima parte, y eso he procurado reflejar en el papel.
Muchas son las anécdotas personales de mi trato con el Padre y D. Alvaró debido a lo que fue mi trabajo profesional. Temo que si no las escribo yo, no haya quien deje constancia de ellas. Porque, naturalmente, ni el Padre ni D. Alvaró ni los demás testigos accidentales se van a preocupar de semejantes minucias.
No sé si servirán de algo estos relatos al lector, pero a mí, al menos, me han servido: nuestro Padre el Beato Josemaría, el motivo de mi esfuerzo literario -soy Doctor en Ciencias Químicas...- sé que me espera en el Cielo.
Nada más terminar la guerra civil, a partir de abril de 1939, tuvo lugar una reacción popular muy fuerte en toda España de acercamiento a la Iglesia. Valencia, mi ciudad natal, no fue ajena a esta reacción. Es más, quizá debido a que durante casi todo el conflicto formó parte de la llamada zona roja, aquellos que no habían podido practicar su fe con libertad sentían de pronto la imperiosa necesidad de hacerlo. Las parroquias se llenaban de personas de todas las edades, deseosas de recibir catequesis. Hasta tal punto era así que en mi parroquia -la histórica de San Nicolás- había laicos que, desde el presbiterio del altar principal, daban charlas de doctrina cristiana. Los pocos sacerdotes que se habían salvado de las persecuciones de los años anteriores no eran suficientes para atender las confesiones. Se pasaban el día administrando los sacramentos.
En estas circunstancias me desenvolvía yo también. Me tocó vivir esta guerra fratricida en plena adolescencia. Cuando terminó, contaba quince años. El ambiente durante la guerra había sido muy duro. Durante ella, en el seno de las familias cristianas se procuraba no hacer notar a los más pequeños la fe que se tenía. Un comentario a destiempo entre compañeros de colegio podía bastar para que se produjera una denuncia y el consiguiente "paseíllo". Es decir, el fusilamiento a las afueras de la ciudad, en medio del campo, del cabeza de familia. Amén de abusos increíbles que sufrían los demás miembros de la familia.
Mi padre, que era alfarero, poseía antes de la guerra una pequeña fábrica casi a la sombra de las torres de Cuarte, con cinco o seis empleados. Al acabar aquel horrible conflicto tomó de nuevo las riendas de su negocio -le habían perdonado la vida por ser un empresario ejemplar, que trataba de un modo muy humano a sus subalternos- y de nuevo comenzó la vida normal. En mi caso aquella vida normal consistía en instituto por la mañana y estudio por la tarde, excepto cuando había que cargar o descargar el horno de la alfarería, momento en el que echaba una mano en los trabajos.
En aquel ambiente de renovado fervor, también yo asistí a la catequesis de mi Parroquia y me apunté a la Acción Católica. Me empujó también el consejo de mi madre y, sobre todo, su ejemplo. Aún la veo con el Santo Rosario en la mano cuando se movía por la casa, o en la cama cuando me despedía de ella temprano para ir al Instituto de enseñanza media.
A los pocos años de formar parte de Acción Católica, fui nombrado delegado de aspirantes. Los aspirantes eran chicos de diez a dieciocho años. Al cumplir los dieciocho pasaban a la sección de jóvenes, y finalmente a la de hombres. En todo aspirantado había una junta directiva y unos cuantos aspirantes encargados de las diferentes actividades. En mi caso, contaba con unos cincuenta aspirantes. Teníamos nuestro círculo de estudios, retiros, felicitación sabatina a Nuestra Señora, etcétera, junto a otras actividades lúdicas como partidos de fútbol, campeonatos de ajedrez, ping-pong... También disponíamos de una biblioteca con novelas apropiadas para la edad de los chicos.
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