En abril de 1969 un grupo de hombres escogidos, miembros de las fuerzas especiales de choque, fueron reunidos en la base aérea de Ben Hoa, Vietnam del Sur. Se les encomendó una misión secreta: asesinar a once altos jefes chinos y norvietnamitas, incluyendo al general Giap, legendario comandante de Vietnam del Norte. El comando recibió un nombre cifrado: cinco dedos. Cinco dedos no contaría con ningún tipo de ayuda. No podría establecer contacto radial con sus superiores, ni debía esperar operaciones de rescate. Quedaría enteramente librado a sus propias fuerzas. Cada uno de los siete era experto en el manejo de armas y explosivos. Todos estaban perfectamente entrenados para matar o morir. La misión era casi suicida: atravesar solos las selvas de Laos y de Vietnam, penetrar en China, llevar a cabo el golpe y regresar por sus propios medios, a través de cientos de kilómetros de territorio enemigo. El autor de este libro, que firma con el seudónimo de Gayle Rivers, era el miembro más joven del equipo. Su relato, recogido por el periodista James Hudson, es uno de los hechos reales más espeluznantes que puedan conocerse. Una historia de muerte, violencia y crueldad, narrada con un tremendo realismo.
Gayle Rivers y James Hudson
Cinco dedos
ePub r1.0
Titivillus 28.06.16
Título original: The five fingers
Gayle Rivers y James Hudson, 1978
Traducción: Teresa Piossek de Prebisch
Diseño de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
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Parte 1
La misión
¿Qué estaba haciendo allí el inglés? Todos los demás tenían un aspecto acorde con el lugar, pero un miembro activo del Servicio Aéreo Especial británico (SAS) resultaba tan extraño en Bien Hoa como lo hubiera resultado andando por Pekín. En el momento en que entré y divisé su birrete de color celeste, pensé que se trataba de un piloto de helicóptero neozelandés; después noté que la tonalidad del celeste era distinta.
Eran las seis del último viernes de abril de 1969. Barry Wiley y yo estábamos parados a la entrada de una sala de reuniones ubicada en el llamado «sector sur» de Bien Hoa, la gran base aérea táctica de avanzada perteneciente a los Estados Unidos, distante de Saigón quince minutos de helicóptero. Bien Hoa, como la generalidad de las bases aéreas estadounidenses, no estaba construida con elementos prefabricados, como se podría imaginar. Nada de chozas «Nissen» ensambladas con madera y cuerdas; se trataba de construcciones hechas con todas las reglas, incluso provistas de aire acondicionado. La sala 40 B parecía un aula o el salón de conferencias de un hotel. Había varias filas de asientos con pupitres movibles que miraban a una amplia mesa de conferencias tras la cual estaba colgado un pizarrón. De pie ante la mesa estaba un teniente coronel que, cuando entramos, saludó brevemente con una inclinación de cabeza. Sentados a su derecha un mayor y un alférez del ejército estadounidense y, a su izquierda, cuatro hombres vestidos de civil. El teniente se puso de pie y nos repartió dos mapas y un sumario. Después nos guió hasta dos escritorios ubicados detrás de los cinco hombres que ya se habían sentado, enfrentando al coronel. Éste ordenó al teniente que cerrara la puerta y luego se volvió hacia nosotros. Comenzó a hablar y fue directamente al tema.
—Señores —dijo—, ustedes han sido seleccionados para realizar una misión especial; una misión extremadamente secreta, que será tratada de acuerdo con su carácter. Además de recibir clases de adiestramiento, serán confinados en los cuarteles hasta el comienzo de la misión. En los próximos días nos veremos muy a menudo y por ese motivo es conveniente que nos conozcamos. Por favor, pónganse de pie a medida que yo los vaya señalando. El mayor Toliver será el comandante en jefe del grupo.
El coronel indicó al mayor estadounidense, Boina Verde, que estaba sentado en la primera fila. Éste se levantó, se dio vuelta ligeramente e hizo una inclinación con la cabeza.
—Lugarteniente Tan. —Un delgado y fuerte coreano, miembro del cuerpo de patrullaje, se incorporó brevemente y luego se volvió a sentar.
—Sargento primero Jackson. —Otro Boina Verde estadounidense, cubierto de galones y de feas cicatrices. Tenía un aspecto áspero, muy de sargento.
—Suboficial Rivers.
Yo me puse de pie.
—Cabo Wiley. —Al escuchar su apellido miré a Barry, que me pareció algo inapropiado para formar parte de esta compañía.
—Soldado raso Morrosco. —Éste era un médico Boina Verde, un hombre grande, de hombros anchos y de apariencia muy juvenil. Tenía un aspecto muy sereno.
El coronel había pasado por alto al hombre sobre el cual todos queríamos saber algo, pero finalmente dijo:
—Tendrán un observador asignado a la misión, miembro del SAS británico, el sargento mayor de regimiento Prather. —Éste parecía de más edad que el mayor. Yo le calculé unos cuarenta y cinco años. La insignia del SAS y los galones eran pruebas de su eficiencia pero, sin duda, había estado alejado de sus actividades específicas durante bastante tiempo ya que su piel pálida contrastaba con la de todos nosotros, tostada por el sol. Además se lo veía fresco, relajado, y su rostro no tenía la expresión tensa propia del hombre que hace poco ha sufrido la experiencia del combate. No me gustaba verlo entre nosotros. Eso de «observador» podía significar cualquier cosa pero uno de sus significados era el de «carga», como resultan ser a menudo los corresponsales de guerra. Todos nosotros odiábamos ese tipo de carga y Prather probablemente lo sabría, ya que parecía estar tan incómodo de encontrarse entre nosotros, como nosotros estábamos de tenerlo a él.
—Veamos, señores, de qué se trata la cosa —dijo el coronel desplegando un mapa, sobre el pizarrón. Él no se había presentado, ni tampoco había presentado a las personas que lo acompañaban. Observé que también se había quitado la chapa de identificación que normalmente se lleva prendida al uniforme.
El coronel comenzó a hacer una detallada exposición en la cual nos habló de todo menos del motivo por el que se nos había reunido allí. Nos mostraron películas similares a unas que una semana atrás yo había visto en Saigón. De ello se deducía que últimamente todos habíamos recibido más o menos la misma información acerca del panorama político. Al comienzo parecía obvio que el objetivo era instruirnos para que nosotros, después, instruyéramos a cada una de las unidades a las cuales pertenecíamos. Como las películas eran referentes a la misma gente que antes habíamos visto, pensé que en Laos y Vietnam del Norte se estarían formando nuevas unidades enemigas y que nuestra misión sería desplazarlas. Ese pensamiento se vio fortalecido cuando nos dieron información topográfica del norte de Laos y la zona fronteriza adyacente a Vietnam del Norte. En esa región no había mucha actividad insurgente ya que se encontraba demasiado al norte como para contar con apoyo adecuado. Si las unidades se estaban formando allí, se necesitarían muchas incursiones, grupos de exploradores especiales para poder descubrirlas.
Después de más de una hora de ininterrumpida exposición, en la cual jamás se mencionó el punto principal, comencé a sospechar. Había observado varios detalles que me resultaban fuera de lugar, ya que Barry y yo habíamos dado la información sobre la cual fue elaborada la exposición. Dejé de escuchar y me dediqué a observar. El coronel estaba muy agitado, casi ansioso. Constantemente miraba a los hombres vestidos de civil, con evidente nerviosidad. Éstos no prestaban atención a sus palabras sino que la concentraban en nosotros. No nos quitaban los ojos de encima, excepto para hacer rápidas anotaciones en una libreta. Se veía que eran hombres fogueados pero ni siquiera ellos podían sustraerse a la atmósfera de tensión que dominaba en el recinto. Al final comprendí que la reunión había sido convocada para observarnos. Que se nos observaba por algún motivo sumamente importante y que los siete estábamos destinados a formar un equipo. Los hombres vestidos de civil estaban estudiando nuestras mutuas reacciones y, si no encajábamos convenientemente, seríamos enviados de regreso a nuestras unidades sin haber adquirido información fundamental sobre el asunto. Sólo la tendríamos una vez que ellos decidieran que éramos aptos para trabajar en equipo.