A lbert Pujols tiene la posibilidad de ser reconocido como el mejor jugador en toda la historia del béisbol. Hay numerosas cifras estadísticas para apoyar esta afirmación, entre ellas el simple hecho de que hasta los treinta años, ha anotado más jonrones que Babe Ruth, más hits que Pete Rose, más carreras impulsadas que Hank Aaron y más carreras que las anotadas por Rickey Henderson a la misma edad.
Sí, está bien que pensemos en esto por un momento.
Pero la afirmación de que Pujols es el mejor beisbolero de todos los tiempos no es ni con mucho tan interesante o significativo como el hecho de que exista un argumento. Esto se debe a que tal vez lo más asombroso acerca de Albert Pujols es que menos de dos años antes de comenzar una de las mejores temporadas de novato en la historia del béisbol, a nadie le interesaba contratarlo. Estaba jugando béisbol en el Colegio Universitario de la Comunidad de Maple Woods, y aunque estaba creando suficiente interés como para que los exploradores fueran personalmente a verlo (como verá, bateó .466 con veintitrés jonrones en sesiones limitadas de bateo), no estaba creando suficiente interés para convencer a nadie de que pudiera jugar en las grandes ligas.
Había quienes ponían en duda si sería capaz de jugar en puestos de defensa en las grandes ligas. Otros ponían en duda que su swing resistiera las curvas y las laterales al nivel de las grandes ligas. Otros se preguntaban sobre su tipo físico. Los Kansas City Royals locales lo vieron varias veces y bostezaron de aburrimiento. Los Cardenales lo tomaron en la decimotercera vuelta de selección; solo otro jugador más del circuito, Alfredo Amezaga, llegaría a obtener al menos un tiempo moderado en las grandes ligas.
Por supuesto, ha habido otros escogidos a última hora que se han convertido en grandes estrellas de las grandes ligas … pero ninguno como Pujols. Esto se debe a que Pujols no se convirtió en una gran estrella, sino que ya era una gran estrella. Pasó una sola temporada en las ligas menores, dominó, fue al entrenamiento de primavera, ganó su puesto en el Día Inaugural, y después bateó .327 con cuarenta y siete dobles, treinta y siete jonrones, ciento treinta carreras impulsadas y ciento doce anotadas. Tuvo uno de los debuts más notables en la historia del béisbol. En los nueve años que han pasado desde entonces, ha sido tan bueno o mejor cada uno de esos años.
De hecho, como experimento para pensar, destinado a un relato que escribí sobre él para Sports Illustrated en 2009, me hice esta pregunta: ¿Cuál ha sido la peor temporada de Albert Pujols Es posible que haya sido su segundo año, en el cual solo bateó .314 con treinta y cuatro jonrones, 127 carreras impulsadas, 118 carreras, y terminó en segundo lugar en la votación para seleccionar al Jugador Más Valioso.
O puede que haya sido el año 2007, cuando bateó .329 con treinta y dos jonrones y, por única vez en su carrera hasta el momento, no llegó a las cien carreras (anotó noventa y nueve).
Cualquiera que haya sido su peor año, puede estar seguro de que, repetido diez veces, le daría a Pujols un primer lugar en la nominación para el Salón de la Fama. Y le recuerdo que me estoy refiriendo a su peor temporada.
Y además de todo lo anterior, sencillamente se va haciendo cada vez mejor en todos los demás aspectos del juego. Quería mejorar su defensa —uno de los grandes interrogantes acerca de su manera de jugar—, y se convirtió en uno de los mejores jugadores de primera base en el juego. Quería mejorar el robo de bases después de las cinco primeras temporadas, en las que estuvo algo flojo en ese aspecto, y desde entonces, ha hecho un promedio de diez bases robadas por año, y logra hacerlo en el setenta y cinco por ciento de las veces. Quería mejorar su proporción entre ponches y bases por bola, así que, después de haberse ponchado más de lo que recibía base por bola, actualmente recibe entre cuarenta y cincuenta veces más al año una base por bola, que las veces que se poncha.
¿Cómo puede desarrollar un hombre esa clase de calidad sostenida?
¿Cómo hace para repetir esa clase de grandeza un año tras otro?
¿Cómo encuentra la manera de seguir mejorando continuamente?
Varios de sus secretos se encuentran en este excelente libro escrito por Scott Lamb y Tim Ellsworth. En él conocerá la fe inquebrantable de Albert. Conocerá a Dee Dee, su maravillosa esposa, y lo profundamente que lo apoya. Conocerá la niñez de Albert en la República Dominicana, su adaptación a los Estados Unidos, que no fue nada fácil, y cómo cada una de estas circunstancias han moldeado su manera de enfrentarse al juego de béisbol.
Y leerá cómo día tras día sin fallar uno, Albert Pujols se despierta con ese mismo propósito; con ese mismo impulso por hacer alguna cosa tan bien como el que mejor la haya hecho jamás.
La pasé muy bien mientras preparaba el artículo que escribí para Sports Illustrated acerca de Pujols. Estuve un tiempo con Albert y hablé largamente con Dee Dee. Ambos fueron maravillosos. Cuando se publicó el artículo, supe por medio de diversos mensajeros que a Albert y Dee Dee les encantó mi escrito, y aunque nunca es este el propósito de un escritor, bueno… aun así es agradable escucharlo. Un par de meses más tarde, regresé a Saint Louis para escribir una historia y, aunque no necesitaba hablar con Albert, pensé que por lo menos lo iría a saludar. Pasé por su vestidor, donde había un gran grupo de reporteros. Él hablaba con franqueza y rapidez —hablar con los reporteros no es precisamente para Albert la manera favorita de pasar el tiempo— y cuando terminó la conferencia, me vio y yo extendí mi mano para estrechar la suya. Me pasó por al lado.
Bueno, no importa. Yo sé cómo se concentra Albert. Al día siguiente, en una situación similar, vi a Albert, nuestros ojos se encontraron, y él me volvió a pasar por al lado. Bueno. Entonces pensé que tal vez yo no hubiera oído bien; quizá no le habría gustado mi artículo. O pudiera ser que no tuviera nada que decirme. Así son las cosas. Yo suelo decir que el escritor se limita a hacer su mejor esfuerzo por escribir una historia con honradez. Si fue el artículo el que no le gustó a Albert, o si fue mi persona, bien. No habría sido el primero.
No lo volví a pensar otra vez hasta después de la temporada. Me invitaron a ir a la cena de los Escritores de Béisbol de Saint Louis. Tuvo lugar en un inmenso salón de baile donde había más de mil personas, y yo iba caminando para encontrarme con alguien, cuando de repente oí que me gritaban: «¡Joe! ¡Joe!». Me volví. y era Albert Pujols, sonriendo y saludándome con el brazo como si fuera un niño. No se habría podido sentir más feliz de verme.
Y entonces fue cuando lo comprendí todo: Albert Pujols no me estaba tratando de ignorar durante la temporada. Tal vez estuviera mirando derechamente hacia mí en aquel vestidor, pero ni siquiera me veía. No; durante la temporada, él solo ve pelotas de béisbol. Las ve y las batea. Y lo hace mejor que ninguna otra persona que haya caminado jamás sobre esta tierra.