• Quejarse

Juan José Millás - La muerte contada por un sapiens a un neandertal

Aquí puedes leer online Juan José Millás - La muerte contada por un sapiens a un neandertal texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2022, Editor: Penguin Random House Grupo Editorial España, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Juan José Millás La muerte contada por un sapiens a un neandertal
  • Libro:
    La muerte contada por un sapiens a un neandertal
  • Autor:
  • Editor:
    Penguin Random House Grupo Editorial España
  • Genre:
  • Año:
    2022
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

La muerte contada por un sapiens a un neandertal: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "La muerte contada por un sapiens a un neandertal" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Vuelven el sapiens y el neandertal, vuelve«la fiesta de la inteligencia» (David Broncano)

LIBRO DEL VERANO SEGÚN MUJER HOY

«Un libro escrito a partir de [...] entrelazar datos de la biología (de Arsuaga) con el pensamiento mágico (de Millás)».
Berna González Harbour,El País

«En la naturaleza no hay vejez, no hay decrepitud. Solo hay plenitud o muerte».

«Nos encantaría descubrir que cada especie tiene un reloj biológico en sus células, porque, de existir ese reloj y si fuéramos capaces de dar con él, quizá pudiéramos pararlo y de ese modo volvernos eternos», le plantea Arsuaga a Millás en este libro en el que la ciencia se entrelaza con la literatura. El paleontólogo desvela aspectos esenciales de nuestra existencia al escritor, y se debate sobre la conveniencia de transmitir su visión azarosa de la vida a un Millás a dieta que descubre que la vejez es un país en el que todavía se siente extranjero.

Tras la extraordinaria acogida de La vida contada por un sapiensa un neandertal, el tándem más brillante de la literatura española vuelve a deslumbrar al lector abordando temas como la muerte y la eternidad, la longevidad, la enfermedad, el envejecimiento, la selección natural, la muerte programada y la supervivencia.

Humor, biología, naturaleza, vida, mucha vida... y dos personajes fascinantes, el sapiens y el neandertal, que nos sorprenden en cada página con sus agudas reflexiones sobre cómo nos ha tratado la evolución como especie. Y también como individuos.

La crítica ha dicho:
«Escribir a cuatro manos no es fácil, pero Millás y Arsuaga parecen haber encontrado una fórmula perfecta que combina ingenio, entretenimiento y divulgación. [...] Un diálogo divertidísimo y nada cenizo acerca de la longevidad, la selección natural, la supervivencia.»
Marta Domínguez, Página Dos (RTVE)

«Muerte, vejez, longevidad y la utopía (o no) de lograr la vida eterna. Esa es la gran conversación que acometen el sapiens Arsuaga y el neandertal Millás, convertidos en un equilibrado tándem que conjuga ciencia pura y sentido común para tratar de buscar respuestas a semejantes cuestiones.»
David Gallardo, InfoLibre

«Con un estilo propio, que mezcla literatura costumbrista, crónica y entrevistas, esta improbable pareja se ha propuesto explicar con humor, ciencia e imaginación de dónde venimos y a dónde vamos, entender la muerte desde la vida, y han dejado abierta la puerta a una tercera entrega que trate sobre un tema tan importante como es la cooperación humana.»
Alicia Medina, Zenda

«Inclasificable. Leer a Arsuaga y Millás es descubrir un género literario propio. Lo suyo no es ni entrevista, ni novela, ni ensayo. Es una conversación distendida entre dos genios que, tirando de humor, logran despertar la curiosidad del lector sobre un tema nada sencillo.»
Ahora Qué Leo (La Sexta)

«Están felices, como muchachos, rejuvenecidos por la amistad y por la búsqueda que los junta. [...] Quien pone conocimiento es el antropólogo; el otro es el poeta.»
Juan Cruz, El Periódico

«Han inaugurado un género con incursiones en el conocimiento científico, principalmente de Arsuaga, que Millás sacude como un antropólogo, como si toda la sabiduría de Arsuaga formara un yacimiento. [...] La conversación con estos sapiens no da descanso para las neuronas. Cada respuesta, cada interrupción es un festival de aprendizaje.»
Rafael Ordóñez, El Independiente

«Un viaje divertido y siempre apasionante de estos dos intelectuales galácticos.»
Ana Pérez, Esquire

Juan José Millás: otros libros del autor


¿Quién escribió La muerte contada por un sapiens a un neandertal? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

La muerte contada por un sapiens a un neandertal — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" La muerte contada por un sapiens a un neandertal " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Cero Carpe diem Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del - photo 1
Cero Carpe diem Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del - photo 2
Cero. Carpe diem

Habíamos empezado Juan Luis Arsuaga y yo a disfrutar del segundo plato de la cena cuando me preguntó si me gustaría saber los años que me quedaban de vida.

—Dime tú primero cuánto vino nos queda —le dije, pues la cubitera en la que se enfriaba el blanco caía de su lado.

El paleontólogo levantó la botella.

—Poco —dijo—. Habrá que pedir otra.

—Adelante entonces —concedí yo envalentonado por la ingesta alcohólica.

Discurrían los primeros días de octubre, aún cálidos. Nos encontrábamos en Sevilla, adonde habíamos acudido para promocionar nuestro libro anterior, La vida contada por un sapiens a un neandertal , y la editorial nos había alojado en un hotel muy céntrico desde cuya terraza, en la que ahora cenábamos, se apreciaban los volúmenes extraordinarios de la catedral y la Giralda, profusamente iluminadas. La brisa, un tanto húmeda, completaba con su arquitectura invisible el decorado.

El paleontólogo sacó el móvil y buscó una aplicación en la que, tras introducir cuatro o cinco datos de mi existencia, leyó que me quedaban doce años y tres meses de vida.

—Redondeando —añadió con una sonrisa irónica.

—Redondeando —repetí yo con expresión de cál culo—. Dispongo, pues, del tiempo justo para escribir un par de novelas, además del libro que quizá acabamos de empezar en este instante. Te agradezco mucho la información.

—De nada. Pueden ser unos años arriba o unos años abajo. Es la media para los varones españoles de tu edad.

—Es posible entonces que ni siquiera terminemos este libro.

—Es posible. Debemos darnos prisa —dijo él mientras se llevaba a la boca una porción de carne blanca de la lubina que compartíamos.

Luego, tras quejarse de los excesos lumínicos perpetrados en los monumentos de la ciudad, atribuibles, según él, al horror vacui del temperamento español, añadió:

—Ya que tengo la aplicación abierta, ¿te gustaría saber también de qué vas a morir?

—No estoy seguro —dije—, la lubina está en su punto.

—Bueno —continuó sin hacer caso de mi duda—, en primer lugar, están los accidentes cardiovasculares; después, el cáncer. Las enfermedades cardiovasculares y los tumores están muy igualados como causa de muerte hasta los setenta años, pero más tarde las cardiovasculares se disparan.

—¿Y luego?

—En tercer lugar, las complicaciones respiratorias, agrupadas bajo el paraguas EPOC, acrónimo que seguramente has oído ya y que significa «enfermedades pulmonares obstructivas crónicas». Las demás causas quedan lejos. En resumen, a tu edad uno se muere de viejo.

—Bueno —dije yo solicitando con un gesto que me rellenara la copa—. Doce años y tres meses, bien aprovechados, pueden cundir.

—Hay una mala noticia para los que lleguen o lleguemos a los ochenta y cinco.

—¿Cuál?

—La mitad de ellos, o de nosotros, sufrirá algún tipo de demencia, o ya la está sufriendo. Carpe diem , amigo.

—¿Desde cuándo somos amigos?

—Es un modo de hablar.

—Por si acaso, que quede esto claro: no somos amigos. ¿Te apetece un postre?

—Quizá algo de dulce acompañado de un vino oloroso. A ver qué tienen.

Observé los arbotantes de la catedral, los remates de la Giralda. Entre los dos monumentos sumaban dieciséis o diecisiete siglos de existencia: una mota de polvo en el devenir del universo. Lo mío, en consecuencia, no llegaba ni a un parpadeo en la historia del mundo ni en la de los hombres y sus obras. Dentro de dos novelas, quizá una si la muerte o la demencia así lo decidieran, sería un kilo de cenizas en el interior de una urna de mármol (doy por descontada la incineración, aunque no la he dispuesto).

El paleontólogo debió de interpretar mi gesto de nostalgia como una añoranza de la eternidad y atacó el postre —un bizcocho plano y exquisito, de nombre «mostachón»— con la expresión golosa de un crío.

—Cuando volvamos a Madrid —sentenció blandiendo la cucharilla en el aire— te enseñaré la eternidad, y creo que no te va a gustar.

Uno. Inmortales

Llevaba razón: no me gustó.

La eternidad se llamaba «rata topo desnuda» y se trataba, en efecto, de una especie de rata delgada, de unos doce centímetros, que vivía en galerías subterráneas y cuya carencia absoluta de pelo parecía el resultado de una quimioterapia agresiva, aunque supe enseguida que el animal era inmune al cáncer, además de a otras enfermedades. Su piel, muy delicada en apariencia, oscilaba entre el rosáceo de un hámster recién nacido y el pardo oscuro de una bellota. Disponía de dos incisivos desmedidos y móviles, dos auténticas palas que ocupaban la mitad de su cara y que le proporcionaban una expresión, si no de idiota consumada, sí de pánfila.

Como decimos, se movía en el interior de unas galerías subterráneas, semejantes por su configuración a las de los hormigueros, y a cuya vista teníamos acceso gracias al corte longitudinal efectuado en la tierra y protegido por una plancha transparente (de metacrilato o de cristal, no sé) que proporcionaba al hábitat el aspecto de un escaparate por el que los animales iban y venían con los movimientos nerviosos de quien no halla su lugar en el mundo. Advertí que tenían ojos, aunque los llevaban cerrados. Pregunté si eran vestigiales porque me gusta mucho utilizar esa palabra, vestigial .

—Son capaces de ver, pero como viven en la oscuridad se fían más del tacto y del olfato —me respondió Arsuaga.

Lo extraordinario es que nosotros, los visitantes, también estábamos dentro de un túnel angosto, lóbrego y de suelo irregular, semejante a aquel que era objeto de nuestra curiosidad. Este túnel se encuentra en la zona de un zoológico de Madrid, Faunia, conocida como «Misterios bajo tierra», dedicada al universo del subsuelo. Nuestro comportamiento desde el punto de vista de las ratas, si hubieran podido vernos, que quizá sí, no parecía muy distinto al de ellas, pues los niños corrían y tropezaban por la oscura galería como los roedores por la suya.

—¿Y dices que este bicho es inmortal? —pregunté a Arsuaga.

—Es lo más aproximado a la inmortalidad que te puedo mostrar. Un ratón casero vive unos tres años. La rata topo desnuda vive en torno a treinta. Diez veces más, lo que constituye una barbaridad para su tamaño.

—¿Hay relación entre longevidad y tamaño?

—Claro. Una mosca vive unos treinta días y un elefante puede alcanzar los noventa años.

—¡De todos modos, no es inmortal! —exclamé decepcionado.

—Imagínate que a ti te garantizaran mil años de vida, unas diez veces más que al resto de los de tu especie. ¿No te considerarían un inmortal tus semejantes? ¿No te sentirías tú mismo un poco inmortal?

Lo pensé: mil años, qué bárbaro, más que Matusalén, un mito bíblico. Pues sí.

—¿Y en qué estado llegaría yo a esa edad? —pregunté.

—Esa es la cuestión. Este animal no envejece, no desarrolla cáncer ni ninguna otra enfermedad —respondió él.

—¿Solo muere por accidente?

—Lo cierto es que, si le quitas todas las causas externas de muerte, podríamos casi casi decir que es, literalmente hablando, inmortal.

—Pero es feísimo —apunté.

En esto apareció en la galería una rata más alargada que las demás, con una especie de joroba.

—¿Esa tiene escoliosis? —pregunté.

—No, no, esa es la reina —rio Agustín López, el conservador general y director biológico del parque, que nos acompañaba en la visita—. La joroba es una deslomación de las vértebras, que se les amplían y ensanchan, de forma que aumentan su cavidad abdominal y de ese modo pueden tener más crías.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «La muerte contada por un sapiens a un neandertal»

Mira libros similares a La muerte contada por un sapiens a un neandertal. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «La muerte contada por un sapiens a un neandertal»

Discusión, reseñas del libro La muerte contada por un sapiens a un neandertal y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.