Dedico este pequeño relato a mi madre y padre, Vivian y Ricardo. A mi hermana, hermano y sobrino, Carolina, Ricardo y Mateo. Son los que desde cerca han visto correr mi vida y mi desarrollo. Por su contención y preocupación. Por enseñarme una hermosa manera de ser familia. Me entregaron la base para ir construyendo la mía.
A Grace, que fue testigo principal de todo lo que me costó encontrar las frases correctas para compartir mis momentos y por la bendita fortuna de coincidir en el momento justo y quedarse.
A usted, lector, lectora o lectore. Espero que se encuentre con un relato humilde y sincero de algunos momentos que me tocó vivir y los que elegí vivir. Fueron esos momentos los que dan cuenta de que siempre he sido desobediente.
Prólogo
Por Natalia Valdebenito
D esde hace un tiempo que observo a Fernanda. Siempre me ha parecido muy atractiva la diversidad de mujeres que existen y ella es, claramente, parte de ese manantial de colores. La vengo mirando porque no había tenido la suerte de conocer este tipo de referente: mujer, futbolista, opinante y estudiosa. Porque valientes, arrojadas y talentosas hay muchas, por suerte. Las que hacen historia son pocas. Y ella es una. Histórica e imprescindible.
Este libro es una oportunidad para mirarla de cerca. Una futbolista a quien le apasiona la ciencia y que se da el tiempo de explicar cosas muy complicadas, cosas que tal vez haya que leer dos veces (me pasó) para entenderlas. Uno de mis capítulos favoritos, debo decir.
Le digo «futbolista», porque esta es su historia con el fútbol, porque es una mujer que se define desde ahí, que define los tiempos de su vida según los campeonatos jugados, los partidos perdidos y ganados.
Fernanda tiene una conciencia de clase importante y necesaria en un país arribista y cosmético como el nuestro. Sabe dónde está parada. Nada raro, dirán. Porque, claro, ha tenido que pensarse, reconocer su lugar en el mundo aun cuando solo quería desaparecer. Fernanda expone su exquisita vulnerabilidad que nunca podríamos ver en otro deportista de alto rendimiento como ella.
La desigualdad de género en el fútbol —que expone Fernanda— es un testimonio vivo del presente al que no hay que dejar de ponerle especial atención. Con mucho esfuerzo cada una de las futbolistas que conocemos ha logrado ser reconocida tanto en el ámbito de su deporte como en su vida. Todas nadan contra los prejuicios de su identidad sexual, de sus capacidades físicas, de sus familias y entorno, que al menos cuando ellas empezaron, no entendieron a la primera que una mujer quisiera dedicarse al fútbol, sí, tal cual como lo hacen los hombres.
Fernanda es desobediente. Ella lo dice. Y cuando una se declara desobediente es porque conoce los riesgos de serlo. Ir contra la corriente es mucho más que no hacer lo que los demás esperan, es también abrir las puertas que estaban cerradas, es pagar consecuencias, y sin duda es perder oportunidades. Es poner la dignidad como eje en las elecciones que se hacen y en los lugares que no se habitan. Porque sí, ser desobediente no es algo simpático, es buscar la coherencia así eso te cueste la vida.
Quiero más Fernanda. Esa mujer política que da la cara. Esa futbolista díscola y rebelde. Esa que todes creemos que dejaron fuera de la selección mundialera por razones políticas. Por sus dichos, por ser quién es. Me gusta soñarte guerrera. Quiero que no te callen jamás, Fernanda, y que tu voz sea un camino para las que vienen. Quiero que lean este libro para que la quieran como yo. Para que la admiren por toda su valentía. Porque conoce de frustraciones, de portazos y rechazos que no cualquiera podría superar. Porque conoce la soledad y si la conoce se conoce a sí misma. Porque mira a los ojos. Esos de fiera que tiene.
Lean este libro con la completa seguridad de que será la posibilidad de estar cerca de una mujer que hace y será historia. Como tantas que quedaron olvidadas y que hoy nos resistimos a la idea del silencio y relevamos como merecen.
Por las Fernandas que vienen y que leerán este libro con la esperanza de encontrar más razones para decidirse a vivir sus sueños.
Nadie se ha hecho experto marinero en océano sereno.
ChysteMc
C reí que el fútbol ya me había roto el corazón y también pensaba que una expareja lo había hecho. Pero siendo sincera, esta ha sido la primera vez que realmente he sentido una tormenta de emociones y sentimientos en los que mi corazón y mi mente se paralizaron, se congelaron y, sobre todo, se rompieron. Jamás me culpé ni me reproché nada, espero nunca hacerlo, estaba tranquila con mi esfuerzo, con mi dedicación, con mi trabajo, pero no dependía completamente de mí. Esa imagen en el camarín jamás se me olvidará. Siempre recordaré la cara de mis compañeras y amigas, algunas de las cuales se transformaron en hermanas. No me olvidaré de sus palabras. Compañeras que conozco hace diez años, con las que he vivido lo peor que nos ha entregado el fútbol, tenían las palabras precisas para el momento.
Recuerdo haber escuchado la nómina con mucha atención. Todas teníamos claro quiénes se encontraban en el limbo. Al escuchar la nómina se me vino un millón de imágenes a la cabeza. Pensé en mi ilusión de niña. Pensé en mi papá mirándome desde la galería, como siempre. Pensé en lo que había hecho para cumplir este sueño. Mi tiempo invertido y aprendido no estaba culminando en lo que soñé desde los ocho años. Pensé rápidamente en qué iba a hacer ese tiempo en Chile, en mi cabeza no existía un plan B. Había centrado toda mi energía y mi fuerza en luchar por esto. No quería llegar a mi casa, no podía ver a mis papás, quería estar sola, llorar, gritar. Trataba de pensar en positivo, intenté convencer a mi cabeza de que todo pasa por algo y de que vienen mejores cosas, ¡qué mierda! ¡No podía! Tenía la mente en blanco. Aún El Lete no daba la nómina en el punto de prensa, así es que tenía que aprovechar porque estaban todos los medios por donde tenía que pasar. Salí lo más rápido que pude, con los ojos brillantes, salí a buscar el auto, rápido, no quería manejar, no podía, no sabía cómo lo iba a hacer. Al salir me reconocieron unas personas que corrieron a pedirme unas fotos, yo quería explotar, pero con mi mejor cara posé contenta, eran niñas vestidas de futbolistas, no podía mostrar cómo me sentía por dentro. Saludé a algunas personas hasta que vi a mi hermano y lloré, me sequé las lágrimas y salí rápido del Nacional. Recuerdo que esa noche no llegué a la casa y me quedé sin batería en el celular, solo alcancé a decirles a mis padres que estaría con unas amigas, pero no aparecí hasta las dos de la tarde del otro día. No quería llegar a mi casa. Eso hacía más reales las cosas.
Cuando llegué lloré con mis padres, lloré desconsoladamente porque no encontraba respuesta que me dejara tranquila y pudiera convencerme de que se trataba solo de una decisión técnica. Mi padre, con el paso de los días, me contó que tres días antes de la nómina lo llamó la asistente social de la selección para pedirle que escribiera una carta dirigida a mí, que yo leería estando en Francia, pero que no me dijera nada porque se trataba de una sorpresa y actividad con el psicólogo para las nominadas al mundial. Ahí comprendí que mi marginación se hizo un par de días antes de que entregaran la lista de las mundialistas. Tremenda desilusión y sorpresa se llevó mi familia cuando no me vieron en la nómina.
El jueves antes del partido contra Colombia en el Estadio Nacional, jugamos un amistoso a puertas cerradas en el Centro Deportivo Azul, en el que jugamos las que no seríamos titulares en el Nacional. La idea era equilibrar las cargas de la semana y poder vernos a todas en un partido con un rival real.