Primera edición en digital: enero 2017
Título Original: El parasol francés
©Jane Kelder 2017
©Editorial Romantic Ediciones, 2017
www.romantic-ediciones.com
Imagen de portada ©CherryDaria ©Remik
Diseño de portada: SW Dising
ISBN: 978-84-16927-22-7
Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.
A Dan, por sus dieciocho años, con la esperanza de que aún le queden cinco vidas.
I
La señora Cooper llevaba media hora en el salón de la lujosa mansión de la calle Brook, donde residía su madre, y, aunque ya se había tomado el té, de vez en cuando jugaba a remover la cucharilla en la taza mientras conversaba. A Lady Kerrington le molestaba el carácter nervioso de su hija, que consideraba contagioso, y, sobre todo, no entendía. Los Cooper no tenían problemas económicos, sus hijas eran bonitas y bien educadas y su apellido tenía buena reputación entre la sociedad londinense. Sin embargo, la señora Cooper siempre se quejaba por alguna minucia y cualquier contratiempo se convertía en un aliado de sus nervios. Afortunadamente, el señor Cooper era un hombre de mucha paciencia y había aprendido a tolerar la excitación que solía acompañar al carácter de su esposa.
–No tengo ninguna referencia de los Spacey, excepto que son amigos de Lord Wilmore y amantes de la ópera –se quejaba la señora Cooper a su madre.
–Me parece a mí que la amistad de Lord Wilmore es una buena referencia –respondió Lady Kerrington.
–Fiona está entusiasmada con la señora Spacey y esta la ha invitado a pasar el verano a un pueblo de Candomshire. Por lo visto, los padres de la señora Spacey tienen fijada su residencia allí.
–¿Y conoces el nombre de esos parientes?
–Dankworth, pero no tengo la menor idea de quiénes son y eso es precisamente lo que me preocupa. Tal vez se trate de unos granjeros. Y no quiero que Fiona se relacione con granjeros.
–Eso sería terrible –admitió–. La señorita Calloway es de esa zona, quizá ella los conozca –pensó Lady Kerrington en voz alta. Y como en aquel momento una criada entró a recoger las tazas vacías de té, le comentó–: Anne, por favor, llame a la señorita Calloway, deseo hablar con ella.
–Enseguida, milady –respondió la doncella.
–¡Oh, sí! ¡Qué gran idea, madre! Cuanto más conozca sobre ellos, más podré hacerme una idea de si son una buena influencia para Fiona.
En aquel preciso instante se oyó tronar. El día había amanecido despejado, pero con unas nubes amenazantes que el fuerte viento del norte había ido empujando hasta la ciudad. La lluvia comenzó a apedrear los cristales y madre e hija se quedaron absortas contemplando las ventanas. La mayor pensaba que, de seguir así, al día siguiente no podría dar su paseo habitual por Hyde Park, mientras que la segunda temió que se tratara de una premonición y las referencias sobre los Spacey no fueran de su agrado.
Al cabo de dos minutos, la dama de compañía de la condesa hacía aparición en el lugar.
–Buenos días, señora Cooper. Milady, me ha comentado Anne que deseaba verme –dijo la recién llegada.
–Sí, haga el favor de sentarse –comentó Lady Kerrington mientras señalaba una silla.
La dama de compañía hizo caso de sus indicaciones y, una vez sentada, añadió:
–Usted dirá.
–Señorita Calloway, ¿de qué zona de Candomshire es usted? –le preguntó la condesa.
–De Horston, milady.
–¡Oh, sí, Horston! ¡Ese es el pueblo! –exclamó nerviosa la señora Cooper.
Lady Kerrington sonrió a su hija esperando que se calmara.
–Entonces, supongo que conocerá a los Spacey. Creo haber entendido que provienen de allí.
–No recuerdo el apellido Spacey, milady. Pero, en este caso, no soy de fiar. Hace ya casi diez años que abandoné Horston y no he mantenido contacto con nadie. Es posible que otras personas se hayan instalado en el pueblo. Desde la llegada del ferrocarril, Horston empezó a crecer y vinieron nuevas familias.
–Y, por casualidad, ¿le suena el apellido Dankworth?
–Sí, los señores Dankworth son los propietarios de Desley Abbey, residen en las afueras del pueblo.
–El nombre de Desley Abbey no parece hacer referencia a ninguna granja –respondió Lady Kerrington mirando a su hija–. ¿Tienen hijos?
–¿Son gente influyente? –preguntó a la vez la señora Cooper.
–Creo que a esto puedo responder que sí sin ninguna duda, señora Cooper. No se trata de una granja, sino de una gran mansión, con bonitos jardines y bosque propio, que linda con una de las orillas del lago. Y, sí, tenían dos hijas y un hijo. No sé si en estos momentos la familia habrá aumentado.
–¡Oh, el hecho de que sean gente influyente es una buena noticia! ¿Y dice que Desley Abbey es una buena mansión? –preguntó cada vez con mayor curiosidad la condesa.
–La mejor de Horston. Está a casi dos millas del pueblo y, como le he comentado, tiene unos bosques estupendos.
–Supongo que esos Dankworth no son personas conflictivas…
–En absoluto, milady. El señor Dankworth, a pesar de su fortuna, siempre ha sido muy amable con todos los habitantes de Horston. Diría yo que no tiene humos. Y se casó con la hija de un hombre arruinado, aunque con apellido.
–¿Tienen título?
–No, pero sí más dinero que muchos aristócratas. O, al menos, lo tenían cuando yo dejé Horston. Pero eso no garantiza que su fortuna siga intacta hoy en día, ya se sabe que a veces bastan cinco minutos para que una familia acaudalada se arruine –comentó la dama de compañía con cierta pesadumbre.
–Supongo que entiendo por qué dice esto, pero esperemos que no sea este el caso.
La señorita Calloway no respondió. La condesa ya conocía todo lo ocurrido años atrás y a ella no le apetecía recordarlo y, mucho menos, delante de la señora Cooper, así que no incidió en el tema.
–Le puedo asegurar que tanto el señor como la señora Dankworth eran unas personas muy queridas en el pueblo cuando yo me fui. Siempre fueron muy amables con todo el mundo y ayudaban en cuanto estaba en su mano. El padre de ella, el señor Holstead, era un aficionado a la entomología y el señor Dankworth creó un museo con su colección. Mucha gente viaja a Horston sólo para visitarla. Ella tiene una voz muy bonita y decían que su hija mayor, también...
–Fiona dice que la señora Spacey tiene una voz muy bonita –intervino la señora Cooper.
–Entonces, creo que lo más seguro es que estos Dankworth sean los padres de ella –afirmó Lady Kerrington–. ¿O hay más Dankworth en Horston? –preguntó de nuevo a la señorita Calloway.
–Hace diez años, estos eran los únicos.
–Es posible que la mayor se casara con algún señor Spacey. –Y, dispuesta a dar una explicación a su dama de compañía, añadió–: La señora Spacey es amiga de mi nieta Fiona. Y la ha invitado a pasar el verano en Horston. Dicen que ese pueblo está a pocas millas de la costa.
–A menos de tres horas en carruaje está el pueblo pesquero de Candish, aunque probablemente ahora se pueda ir en ferrocarril. Ya se hablaba de alargar las vías hace mucho. Y tiene una playa muy visitada en verano –comentó la señorita Calloway.
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