Introducción
BIENVENIDO A MI SEGUNDO LIBRO. Mi nombre es Nick Vujicic (se pronuncia voy-a-chich). Aunque no hayas leído mi primer libro, Una vida sin límites, es posible que hayas visto mis videos en YouTube o asistido a alguna de las conferencias que he dado como orador de inspiración y evangelista en numerosos países.
Como ya sabrás o habrás visto en la fotografía de portada, nací sin brazos ni piernas. Pero lo que no podrás ver, aunque quizá lo hayas intuido, es que mi falta de miembros no me ha impedido disfrutar de grandes aventuras, lograr una carrera gratificante y significativa, y tener adorables amistades. En este libro me propongo compartir contigo el poder indetenible de la fe en acción, el cual me ayudó a crear una vida enormemente buena, a pesar de mis discapacidades.
Poner la fe en acción equivale a creer y lograr. Es tener fe en ti mismo, en tu talento, tus propósitos, y, sobre todo, en el amor de Dios y el plan divino que Él ha trazado con respecto a tu vida.
Este libro fue inspirado por las numerosas personas de todas las edades y de todo el mundo, que me han pedido consejos y guía para enfrentar retos específicos en sus vidas. Gracias a mis discursos, saben que he vencido adversidades como los pensamientos suicidas de mi juventud, las preocupaciones sobre la posibilidad de valerme por mí mismo y de encontrar una mujer a quien amar, mis experiencias con el acoso personal y otros problemas e inseguridades que de ningún modo son únicas en mi caso.
Los temas de los capítulos responden las preguntas y retos más comunes que plantean las personas que hablan conmigo y me escriben:
- Crisis personales.
- Problemas de relaciones sentimentales.
- Retos profesionales y de empleo.
- Preocupaciones de salud y discapacidad.
- Pensamientos, emociones y adicciones autodestructivas.
- Acoso, persecución, crueldad e intolerancia.
- Lidiar con asuntos más allá de nuestro control.
- Ayudar al prójimo.
- Buscar equilibrio en cuerpo, mente, corazón y espíritu.
Espero que la narración de mis historias y las de otros que han perseverado en sus pruebas y tribulaciones —muchos de los cuales superan los míos— te ayude e inspire para vencer cualquier desafío que enfrentes. Por supuesto, no tengo todas las respuestas, pero me he beneficiado de los maravillosos consejos de muchas personas sabias y del amor y las bendiciones de mi padre que está en el cielo.
Pienso que la guía presente en estas páginas te será práctica e inspiradora. Es importante tener en cuenta mientras lees que nunca estás solo, pues puedes contar con la ayuda de amigos, familiares, maestros, consejeros y religiosos. No pienses que tienes que llevar encima toda la carga.
Recuerda también que, probablemente, hay muchas más personas que han enfrentado y asumido tus mismos desafíos. En este libro encontrarás historias de conocidos míos, y de otras personas que me han escrito para contarme sus experiencias. En algunos casos he cambiado los nombres, pero las historias son auténticas y siempre inspiradoras por el valor, la fe y perseverancia que demuestran.
En mi niñez, mientras intentaba aceptar mis discapacidades, cometí el error de pensar que nadie más sufría como yo, y que mis problemas eran invencibles. Creí que la falta de miembros era una prueba del desamor de Dios, y de que mi vida no tenía ningún propósito. También sentí que no podía compartir mis penas, incluso con quienes me amaban y se preocupaban por mí.
Estaba totalmente equivocado. No estaba solo en mi sufrimiento, pues muchas personas han enfrentado retos superiores al mío. Además, Dios me ama, y me creó con propósitos que nunca pude imaginar en mi niñez. Y Dios me sigue usando en formas que continúan sorprendiéndome y admirándome cada día.
Debes saber que mientras estés en la Tierra, para ti también hay un objetivo y un plan. Dios te ama, y puedes contar con muchas personas que te rodean —tanto seres queridos como profesionales— dispuestos a ayudarte a enfrentar tus desafíos. Aunque la carga que llevas pueda parecerte abrumadora, el poder de la fe en acción es realmente increíble, como podrás ver en las próximas páginas.
Para empezar a comprender lo anterior, ten en cuenta simplemente que un hombre sin brazos ni piernas viaja por el mundo, ayuda a millones de personas, y se siente bendecido con alegría y amor sin medida. Soy tan imperfecto como cualquiera. Tengo días buenos y malos y, en ocasiones, hay ciertos retos que me desconciertan. Pero sé que donde soy débil Dios es fuerte, y cuando ponemos la fe en acción, somos invencibles.
UNO
La fe en acción
CUANDO ESTABA A PUNTO DE TERMINAR MI GIRA DE CONFERENCIAS por México en 2011, un funcionario de la embajada de los Estados Unidos en la ciudad de México llamó para informarme que mi visa de trabajo en los Estados Unidos estaba suspendida debido a una “investigación de seguridad nacional”.
Vivo en los Estados Unidos con esa visa de trabajo porque nací en Australia, y no podía regresar a California sin la misma. Un problema serio, pues mi equipo de trabajo ya había programado una próxima serie de conferencias en ese país.
A la mañana siguiente, fui a la embajada de los Estados Unidos con Richie, mi cuidador, para averiguar por qué razón mi visa estaba vinculada a asuntos de seguridad nacional. Cuando llegamos, el enorme salón de recepción estaba lleno de personas con el mismo problema. Tuvimos que tomar un número, como en la panadería. La espera fue tan prolongada que hasta dormí una buena siesta antes de que nos tocara el turno.
Cuando estoy nervioso recurro al humor, algo que no siempre funciona. «¿Hay algún problema con mis huellas digitales?», pregunté en tono de broma. El funcionario me miró fijamente y luego llamó a su supervisor (¿acaso porque mi sentido del humor implicaba una amenaza a la seguridad estadounidense?).
Llegó el supervisor con la misma mirada severa y, de repente, me imaginé tras las rejas.
«Su nombre está siendo objeto de una investigación. No podrá regresar a los Estados Unidos hasta que se haga la verificación correspondiente. Y el proceso podría demorar hasta un mes». Afirmó el supervisor como si fuera un autómata.
Me quedé aterrado. ¡Esto no puede ser cierto!
Richie cayó al suelo. Primeramente pensé que se había desmayado, pero en realidad se hincó de rodillas a rezar frente a doscientas personas. Es un cuidador muy compasivo, y levantó los brazos con las manos unidas, pidiéndole a Dios un milagro que nos permitiera regresar a casa.
De repente, todo a mi alrededor pareció moverse a toda velocidad y en cámara lenta a la vez. Y mientras mi cabeza daba vueltas, el funcionario diplomático añadió que tal vez mi nombre llamó la atención por mis continuos viajes por el mundo.
¿Acaso sospechaban que yo era un terrorista internacional? ¿Un traficante de armas sin brazos? Honestamente, jamás le puse a nadie una mano encima. (¿Ven lo que ocurre cuando estoy nervioso? ¡Ayúdenme a cerrar la boca, por favor!).
«Pero vamos, hablando en serio, ¿qué peligro puede implicar una persona como yo? Precisamente el presidente de México y su esposa me han invitado a asistir mañana a una fiesta del Día de Reyes en su residencia. Por tanto, ellos no me consideran una amenaza», le dije al funcionario.
Pero el diplomático respondió, inmutable: «No me importa si va a reunirse con el mismísimo presidente Obama. No volverá a entrar en los Estados Unidos hasta que termine la investigación».
La situación podría haber resultado divertida si mi calendario de compromisos no hubiera estado lleno de conferencias en los benditos Estados Unidos de América. Tenía que regresar.
No estaba dispuesto a esperar sentado a que alguien decidiera que Nick no significaba una amenaza para la seguridad de los estadounidenses. Seguí implorándole al funcionario de la embajada durante varios minutos más, explicándole mis obligaciones, dándole nombres de personas importantes, y resaltando que tenía empleados que dependían de mí y huérfanos que me esperaban.