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El único destino
La encrucijada
La editorial y la autora reconocen con gratitud a Grace Gómez Molinaro, abogada, por su experta revisión de este libro.
SIMON & SCHUSTER BOOKS FOR YOUNG READERS
Un producto de Simon & Schuster Children’s Publishing Division
1230 Avenida de las Américas, Nueva York, Nueva York 10020
www.SimonandSchuster.com
Este libro es una obra de ficción. Cualquier referencia a eventos históricos, personas reales o lugares reales está usada de manera ficticia. Otros nombres, protagonistas, lugares y eventos son producto de la imaginación de la autora, y cualquier semejanza con eventos actuales, lugares o personas vivas o muertas es una coincidencia.
Derechos de autor del texto © 2020 por Alexandra Diaz
Traducción del inglés © 2020 por Alexandra Diaz
Publicado originalmente en inglés en 2020 con el título Santiago’s Road Home por Simon & Schuster’s Children’s Division.
Derechos de autor de la ilustración de tapa copyright © 2020 por Beatriz Gutierrez
Todos los derechos reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial en cualquier forma.
SIMON & SCHUSTER BOOKS FOR YOUNG READERS es una marca de Simon & Schuster, Inc.
Para información sobre descuentos especiales para comprar en volumen, por favor contacte a Simon & Schuster ventas especiales al 1-866-506-1949 o .
La oficina de oradores (Speakers Bureau) de Simon & Schuster puede llevar autores a su evento en vivo. Para más información o para reservar un evento, contacte a Simon & Schuster Speakers Bureau al 1-866-248-3049 o visite nuestro sitio web, www.simonspeakers.com.
Diseño de la cubierta por Krista Vossen
Diseño del interior del libro por Tom Daly
Ilustración de tapa copyright © 2020 por Beatriz Gutierrez
La CIP data para este libro se encuentra disponible en la Biblioteca del Congreso.
ISBN 978-1-5344-5326-5 (edición de tapa dura)
ISBN 978-1-5344-5327-2 (edición en rústica)
ISBN 978-1-5344-5328-9 (eBook)
A todos los que han sido separados de alguien que quieren, les dedico este libro.
PRÓLOGO
En algún lugar, ni aquí ni allá
La cama cruje debajo del cuerpo tembloroso de Santiago. Quizás no es una cama sino un ataúd.
Si lo hubiera pensado, habría preferido tomar una ruta diferente: salvar unicornios invisibles y perdidos o escapar de esta prisión hacia la libertad.
Pero él nunca había pensado que la muerte sería así.
Sobre todo, no pensó que moriría en este lugar, de esta manera. Solo y perdido. Por lo menos ahora no tiene que pelear. No tiene que hacer tanto esfuerzo. Las personas cuando se mueren están en paz. La paz le vendría de lo más bien.
Él escucha unas voces, pero no está seguro de si son reales o si son recuerdos. ¿Qué es real de verdad?
No puede aguantar más. Tan segura como la luz que lo ciega, la muerte se acerca. Santiago sabe que viene por él. Respira profundamente, aceptando la luz brillante. Ya pronto todo terminará.
Y no tengo miedo.
Dicen que antes de morir uno percibe su vida como un destello. Pero no es su vida entera. Solo los acontecimientos que lo llevaron a esta situación. Los más importantes y los que Santiago quisiera olvidar.
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO 1
Estado de Chihuahua, México
Santiago observó a su tío Ysidro caminar delante de él y de los tres niños pequeños como si fueran piedras en el jardín. Los pequeños ni levantaron la vista de las bolas de fango con las cuales jugaban con la llegada de su papá. Mejor así pues no vieron en el rostro de su papá la expresión de una tormenta a punto de estallar.
De un salto Santiago se puso de pie cuando la puerta de entrada se cerró de un portazo detrás de su tío, listo para llevar a los niños a un lugar seguro antes de que la tormenta estallara. Pero no fue lo suficientemente rápido.
—¿Qué quieres decir con que te corrieron? —A través de la puerta cerrada se podía escuchar claramente la voz de la tía Roberta.
—¿Les he contado el cuento del zanate que canta? —Santiago susurró mientras señalaba a un poste. Le silbó al pájaro trepado encima de la madera podrida, listo para inventar un cuento. Pero los niños, Jesús, Apolo y Artemisa, a quienes normalmente les gustaba escuchar los cuentos de Santiago, estaban demasiado envueltos en los proyectos que hacían con las bolas de fango para prestarle atención a ninguna otra cosa. Ni siquiera a los gritos que venían de la casa. Pero las bolas de fango no impedían que Santiago escuchara todo lo que estaba pasando.
—¡Quiero decir que insultaste a la esposa del patrón y a mí me corrieron! —gritó el tío Ysidro.
—¿Cuándo es que he conocido a la esposa del patrón?
La viejita de al lado abrió su ventana un poco más. Como no tenía televisor, su principal entretenimiento consistía en escuchar a escondidas lo que pasaba en toda la calle. Santiago hubiera dado cualquier cosa por tener un televisor que lo entretuviera.
—Aparentemente la conociste esta mañana cuando estaba parada delante de ti mientras esperaban por el autobús.
—¿Patas flacas? —comentó la tía Roberta—. ¿Esa era ella?
—¡Patas flacas! —Artemisa chilló como si decirle a alguien patas flacas fuera el insulto más gracioso del mundo. Probablemente lo era para una niña de dos años y medio.
—¿Eso fue lo que le dijiste? —exclamó el tío Ysidro.
—¡Ella se coló delante de mí!
El tío Ysidro lanzó un llanto de maldiciones. Santiago le restó importancia chapoteando con sus manos en el fango para que los niños lo imitaran y no escucharan.
Aún así, los gritos siguientes del tío Ysidro se pudieron escuchar claramente.
—¿Cómo se te ocurrió decirle eso a ella?
El ruido de una cazuela chocando contra el suelo se escuchó de la cocina. Esta vez, Jesús y Artemisa levantaron la vista del fango.
—Ay, magnífico. Esa era nuestra única comida. —Las acusaciones de la tía Roberta se escucharon tan claramente que la viejita de al lado debía de estar contentísima con la recepción excelente que estaba teniendo—. A menos que recojas el arroz del suelo, no tenemos nada más que comer esta noche y vamos a pasar hambre.
—¿Cómo que no tenemos nada más que comer? Yo te di dinero para hacer compras hace dos días.
—Sí, pero malamente me diste suficiente dinero para una sola comida.
—Bueno, búscate tú un trabajo y vamos a ver cuánto ganas después de trabajar doce o quince horas diarias. —La puerta se abrió bruscamente y se cerró de un portazo detrás del tío Ysidro. Si Santiago y los pequeños habían sido invisibles antes, ahora eran inexistentes. El tío pisó un zapato que uno de los niños se había quitado, pero ni se dio cuenta al cruzar la calle en dirección a la cervecería del vecindario.
Santiago esperaba que la tía saliera corriendo detrás de su marido, pero la puerta permaneció cerrada.