Dedico este libro con todo mi corazón a Dios,
que nunca me ha dejado de hablar claro y fuerte.
A mis ángeles en el cielo:
mi esposo Elín Ortiz y mi madrecita Charito.
Y a mis ángeles en la tierra:
mis hijos Shalim, Álex y Sharinna.
En tiempos de tormenta tenemos que ser más misericordiosos que nunca los unos con los otros. Porque ninguno de nosotros conocemos los reales sufrimientos de los demás.
Hoy es tiempo de comprensión, humildad, entendimiento, ternura, dulzura, honestidad entre todos los seres humanos. Tiempo de sincerarnos sin temor. Y, ¿por qué no?, también es el momento para gozar y reírnos de nuestros errores y poder gritar: ¡que nos quiten lo bailao! Porque yo, como tú, he bailao y sigo bailando en esta vida colmada de dichas, tristezas y bendiciones.
Y pido a Dios, con este libro, poder brindar un poco de fortaleza, fe y espíritu de lucha a quien lo lea. Que mi historia sirva para reír y llorar juntos y unirnos más. ¡Así sea!
Con todo mi amor,
Charytín
Contenido
Gloria Estefan
Conozcan a María del Rosario Goico Rodríguez, mi amiga.
Puedo contar con una mano las personas que, a través de mi vida, han dejado una impresión tan impactante como la que logró Charytín Goico cuando tuve la dicha de conocerla al comienzo de los años ochenta. La carrera de Miami Sound Machine estaba en sus comienzos y nos habían invitado a Puerto Rico para promover nuestro más reciente tema musical que estaba teniendo mucho éxito en Latinoamérica y especialmente en la Isla del Encanto.
En ese momento Charytín era la estrella de su propio programa, El show de Charytín, en el Canal 4 WAPA-TV. Era uno de los shows más importantes de la televisión boriqua, y yo estaba muy nerviosa porque era uno de los primeros programas de televisión que grabaríamos y Charytín nos iba a entrevistar personalmente.
Yo ya conocía unas cuantas cosas sobre su vida y estaba maravillada al ver lo que ya había logrado. Charytín había disfrutado de un éxito extraordinario a nivel internacional habiendo representado a su país natal, República Dominicana, en el Festival de la OTI en el año 1974 con la canción «Alexandra», tema que se convirtió en emblema para ella. A mí me encantaba su tema «Mosquita muerta», basado en un personaje que ella representaba en su show. En esa época ya se había consagrado también como actriz de cine y había grabado varios discos. Yo estaba muy impresionada que la iba a conocer en persona.
Lo que no me esperaba era encontrarme con semejantes ráfagas del huracán de energía, alegría y talento que entró por las puertas de ese estudio. Volando hacia mí venía una mujer alta, esbelta, con su pelo rubio y vestuario impresionante, con sus brazos abiertos y hablándome como si me hubiese conocido por toda la vida. Inmediatamente me comentó lo mucho que le gustaban nuestros temas, lo feliz que se sentía que estábamos ahí, con ella, y comenzó a hacernos reír con sus graciosas ocurrencias. Me relajé rápidamente y sentí que había acabado de conocer a una nueva amiga.
Nuestra conversación nos llevó a descubrir que ambas teníamos raíces asturianas por parte de madre y le dije que quizás de ahí le venía el «salero» que la caracterizaba. Grabamos el show, nos hizo la entrevista y quedé sumamente impresionada de haber conocido a una de las personas más famosas en el mundo del entretenimiento latino y que, al mismo tiempo, era un gran ejemplo de humildad y sencillez.
A través de los años he tenido la dicha de conocer más profundamente a esta extraordinaria mujer con la cual tengo muchos lazos en común que nos unen. Uno de ellos es el amor profundo que compartió con su único esposo Elín, quien, como mi esposo Emilio, fue su representante, fiel admirador y padre de sus hijos.
En 2001 Emilio tuvo el privilegio de producir el primer disco del primogénito de Charytín y Elín, Shalim Ortiz. La confianza que Chary puso en nosotros para guiar los primeros pasos musicales de su hijo nos dio la oportunidad de compartir más tiempo juntos y atar más esos lazos que ya nos unían.
Para mí, Charytín es el vivo ejemplo de todo lo que puede lograr una mujer con trabajo, dedicación y amor, sin sacrificar su vida personal. Ella ha sabido mantener un exquisito balance entre su vida profesional y privada que la ha llevado al éxito en todas las facetas de su vida. Y, aunque ha acumulado décadas de carrera, cada proyecto le sigue inyectando la misma energía y profesionalismo que la llevó al éxito y que la hace única en el ámbito. Chary comparte su tiempo con un sinfín de causas importantes diciendo presente cada vez que se le pide su ayuda y, a través de los años, sigue siendo un ejemplo de talento, belleza y elegancia que no tiene competencia.
Me siento realmente honrada de llamarla amiga y estoy segura de que van a disfrutar muchísimo el poder conocer más profundamente a María del Rosario Goico Rodríguez, mejor conocida como la gran CHARYTÍN.
«M a, ¿cómo vas con el libro?», me pregunta cada semana Shary, quien siempre se ha comportado más como mi mamá que como mi hija. «Coño, la vida me ha resultado más fácil vivirla que escribirla», le respondo en una de nuestras constantes llamadas de teléfono.
Y aquí estoy yo, que no me puedo estar quieta ni un minuto, sentada en una silla, intentando recordar lo que la memoria y el corazón tal vez quisieron borrar.
Isabel Allende dijo en una entrevista: «Uno viene al mundo a perderlo todo. Mientras más uno vive, más pierde». Yo no he pasado por algunas de las grandes tragedias que le ha tocado enfrentar a esta gran escritora. En ese sentido he sido un poco más afortunada. Pero comprendo sus palabras perfectamente. He vivido lo suficiente para saber cuánto perdemos en el camino y a la vez cuánto ganamos, en un incesante ir y venir, sumar y restar, subir y bajar.
Por eso, a estas sabias palabras de esta admiradísima mujer, mi alma irremediablemente caribeña añadiría, como dije al principio: «Uno viene al mundo a perderlo todo, pero ¡que me quiten lo bailao!». La misma Isabel nos dice: «No se puede vivir con temor, porque te hace imaginar lo que todavía no ha pasado y sufres el doble». ¡Enorme verdad! Ella es la reina de vivir en el presente, algo que yo también aprendí a hacer desde chiquitica por puro instinto de supervivencia. Tanto he vivido y vivo en el presente que por eso me cuesta trabajo escribir este libro plagado de bellos recuerdos, pasajes amargos, capítulos cerrados, sonadas rivalidades, funerales, premoniciones, tremendas metidas de pata y poderosos huracanes. Tormentas tropicales de esas que arrasan con todo para luego dejar florecer nuevas ilusiones en los lugares más inesperados.
Soy dominicana. Los huracanes no me dan temor. Son el modo de vida de mi gente, de mi pueblo. Nosotros, los isleños, miramos al cielo sin miedo y vemos la fuerza de Dios asomar por el horizonte. Sabemos la que va a caer y sabemos que, por mucho que nos preparemos, habrá cosas, casas, lugares y gente que ya no estarán cuando pase el gran diluvio. Sabemos que el sol volverá a brillar y que los que quedemos en pie volveremos a bailar, a gozar, a abrazarnos y a amarnos hasta que llegue el próximo ciclón.
Así siento que ha sido toda mi vida: un huracán, un torbellino, un tsunami arrasador que siempre me ha traído grandes alegrías; también me las ha quitado, para volverme a traer más en este incesante vaivén de las olas. ¡O tal vez el huracán soy yo! Porque allá donde voy, me dicen que siempre se arma un revolú.
Hoy, en los supuestos finales de esta pandemia que a todos nos sorprendió y nos golpeó, he regresado a mi tierra natal con todos mis dramas y pasiones que siempre vivo al máximo. Yo decidí que mi confinamiento fuera allí, en mi viejo y bello Santo Domingo, hasta que amainara el temporal y pudiéramos volver a salir de nuestros refugios y volver a vivir.
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