From inside. Autor: José Luis Díaz Alonso Prologo. Esta historia es real y le sucedió a Juan Méndez, aunque podía haber sido Pedro Suárez, la escribo basada en los relatos de un hombre como tantos que se equivocó y vivió momentos aterradores, y para que el lector sepa y comprenda que hay algo tan tenebroso y tan cruel, llamado cárcel. Pero para que se pueda entender el gran cambio que significó para este hombre, hay que entender la vida que llevaba con anterioridad. Juan Méndez pertenece a una familia humilde con valores y principios; su madre, un padre, una hermana y una hija integraban su familia. Los tres primeros vivían a 30 kilómetros de su hogar, su hija vivía con su ex esposa muy cerca de su casa.
En el amor no le había ido muy bien ya que se había divorciado varias veces, pero gracias a Dios en su segundo matrimonio, lo habían bendecido con una hija, que en ese momento tenía aproximadamente 14 años. El económico, no estaba mal, se podía dar algún pequeño lujo, pagaba colegios y estudios a su hija y hasta estaba pagando su casa, la cual había comprado por medio de un préstamo Bancario. Pero todo esto se derrumbó de la noche a la mañana, su vida se transformó en un calvario, el motivo, una denuncia, por un error cometido, no todos lo vieron igual y es muy fácil hacer leña de un árbol caído. Desde ese momento su vida se transformó en una serie de declaraciones, psicólogos, psiquiatras y humillaciones que jamás hubiera imaginado En conclusión esto sólo era la primera parte de una pesadilla que se prolongaría por más de 90 días, los cuales jamás se imaginó, que a pesar de todo este sufrimiento y angustia iba a terminar juzgado y penado a 10 meses de prisión más 4 meses de prisión domiciliaria y 12 meses de libertad vigilada. Además de todo esto había que agregarle concurrir a un psicólogo y una indemnización de 12 sueldos mínimos a la supuesta víctima. Como es de imaginar por su cabeza pasaban mil ideas y pensamientos, como la pérdida de su trabajo, casa e hija, y la vergüenza que sufriría su familia por todo esto.
Esto fue el comienzo de una gran pesadilla la cual comenzó un 22 de noviembre, cuando Juan tenía 48 años y una vida resuelta. Desde ese ahí en adelante comenzaría lo peor en la vida de Juan Méndez, que desde entonces pasaría a ser un P.P.L. (persona privada de libertad). Capítulo 1. Y todo comenzó. Para llegar a ser sentenciado Juan Méndez tuvo que pasar por una audiencia o juicio abreviado.
Después de muchas noches de angustia y pánico llegó la citación para la audiencia, que aunque tenía esperanzas, también sabía que había elementos en su contra, digamos un 60% en contra y uno 40% a favor. Por suerte tuvo un tiempo para despedirse de su familia por si las cosas no salían como esperaba. Dos días antes de la audiencia se reunió con su abogada, la cual le planteó los pros y los contras del proceso, las pruebas que podían presentar en su contra y la forma que tenía que ir preparado. Al final la reunión se decidió que lo mejor sería declararse culpable, el motivo era que si peleaba en un juicio iba a estar tres años para demostrar su inocencia, los cuales los pasaría en prisión, pero si se declara culpable no pasaría de 12 meses de prisión En definitiva, iba a ir a prisión, lo que nunca se pudo imaginar era lo que esto significaba. Llegó el día de la audiencia y para ser breve no tuvo oportunidad de nada, se declaró culpable logrando la sentencia ya relatada. Había que ir al juzgado, a legalizar la sentencia, pero como la fiscal no podía concurrir antes de dos horas aproximadamente tuvo tiempo de ir a su casa y recoger algunas cosas para comenzar su nueva vida por 10 meses como P.P.L.
Dos horas después estaba frente un juez y su sentencia fuera aceptada, desde ahí fue llevado a una seccional de policía, donde pasó la noche junto a un perro, tapado con la misma frazada que tenía el perro para echarse. A la mañana siguiente fue trasladado en un móvil a ser fichado y de ahí sería trasladado a Cárcel Central, en ese momento supo lo que era la humillación y el maltrato, ya que esa mañana la señora encargada de ficharlo, además de tratarlo como una basura le dijo, “hijo de p***”; y que ya iba a tener tiempo en la cárcel para que le convirtieran en una señorita. Desde ahí fue llevado a Cárcel Central donde la humillación continúo, lo hicieron desvestir y revisaron sus genitales y recto. Su destino provisorio fue el quinto piso, en un calabozo aparte ya que por ser un delito contra la mujer, supuestamente lo protegían de ser agredido, pero en realidad lo que hicieron fue marcarlo, ya que si estás en esa celda aparte los más reclusos saben por qué. El calabozo tenía cinco paredes sin cama ni colchones, absolutamente nada, en ese lugar pasó 11 días, donde durmió en el suelo y comía en un táper con las manos y para cuando él entró ya eran cuatro los reclusos que comían del mismo táper. Al baño iba dos veces al día, en la mañana y en la noche, con mucho miedo ya que había que pasar frente a las otras celdas y sin nada para poder defenderse.
En una oportunidad tuvieron que limpiar la ducha para evitar ser agredidos, a esa tarea le llaman “Fagina”; Ahí aprendió que a la comida se le llamaba "Rancho”;, una especie de sopón con algún fideo, lenteja y cuero de chancho y al recluso que lo repartía se le llamaba “El Ranchero”. En la la mañana les daban media botella de leche, para repartir entre cinco reclusos, a esa leche le llamaban “La Baca”. Tenían que tener cuidado ya que la comida y la leche eran salvadas o algo más por los otros reclusos. Los días eran interminables, las noches eran un calvario de gritos hasta la madrugada, y muchos sentimientos que salían a la luz de él y de sus compañeros de celda. Según pasaban los días le tocó ir a un psicólogo, a un doctor y hacerse análisis de sangre, hasta que llegó el día que le salió el traslado al lugar definitivo, donde estaría por 10 meses seguidos, no sabiendo donde sería hasta el momento que llegara La salida de Cárcel Central fue otra tortura, lo poco que había conseguido en una visita de su ex esposa le fue quitado. Unidad 1. Unidad 1.
Capítulo 2. Centro de rehabilitación Punta de Rieles. A Juan Méndez le Había tocado ir a la cárcel de Punta de Rieles, aunque se considera una cárcel modelo los tratos hacia los reclusos eran los mismos que en Cárcel Central. Juan ingresó con cinco reclusos que no conocía, los cinco fueron tratados como basura y para no perder la costumbre fue tratado como hijo de p*** por una de las personas que lo recibía. Después de pasar por un escáner lo dijeron por 8 puertas, ingresando cada vez más en lo profundo de la cárcel. Al llegar al módulo e ingresar lo insultaron y le silbaron, un encargado del módulo lo dirigió a la celda que le correspondía lamentablemente en esta celda eran todos fumadores. En Uruguay es la única cárcel donde te dan uniforme, un par de remeras, dos pantalones deportivos, un buzo polar, una campera, dos pares de medias, un par de zapatillas y dos juegos de ropa interior, todo esto de colores que se encontraban entre un bordo y una tonalidad de borra de vino.
Las celdas son con una mesa, tres camas, un inodoro y seis estantes en la pared. El módulo contaba con dos pisos, con dieciocho celtas por piso, en la planta baja estaba el comedor con largas mesas y bancos de hormigón, las duchas, los baños, una biblioteca en la cual había una mesa de ping pong. También había un televisor y dos teléfonos que se encontraban en la entrada al comedor. Al fondo del comedor había una ventana por donde se servía la comida, pero por dónde también funcionaba el supermercado. Para utilizar este supermercado alguien de afuera debía depositar dinero en una cuenta de Abitab a nombre del recluso, entonces él mismo podía comprar algunos productos que podían ser esenciales para subsistir dentro del módulo, como para la higiene personal o algún alimento para complementar su dieta. El módulo contaba también con un patio externo qué tendría 35 metros de largo por 10 de ancho, con un tablero de básquet rodeado todo por muros.
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