John C. Maxwell - Sabiduría de mujeres en la Biblia: Las gigantas de la fe hablan a nuestras vidas

En el año 2010, tuve la oportunidad de hablar en la conferencia de mujeres Love Life de Joyce Meyer. Joyce y yo somos buenos amigos y he estado muchas veces en su programa de televisión. Ese día, escogí hablar sobre cómo vivir una vida plena y sobre la importancia de una buena actitud. Cuando subí al escenario a hablar, le dije a la audiencia que durante diez años me había dirigido a un público masculino en las actividades de Promise Keepers, pero que estaba encantado de que Dios finalmente me diera la oportunidad de hablarle a una audiencia de gran influencia. Todo el mundo enloqueció y pasamos un rato maravilloso ese día.

Cuando terminé mi intervención, no pude evitar pensar en mi madre Laura, a quien había perdido el año anterior. Nadie había ejercido una mayor influencia en mi vida. Mamá me enseñó lo que era el verdadero amor, y fue un modelo de Dios para mí cada día. No importaba si mi problema era una rodilla herida, mi ego lastimado o un corazón roto: ella siempre estaba allí para darme un abrazo, secar mis lágrimas y escucharme. Ella me enseñó lo que es el amor y el respeto. No puedo expresar con palabras lo que aprendí de su sabiduría y de su amor incondicional. La extraño todos los días. Pero me consuelo al pensar que vivió una buena vida durante ochenta y ocho años, y que ahora se encuentra junto a quien más ama: Jesús.

El agradecimiento que le tengo a mi madre me hizo pensar en todas las mujeres influyentes que me han llevado a ser quien soy, que me han enseñado lecciones espirituales, que modelaron liderazgo, y que hicieron mi vida más significativa. Todo empezó con la abuela Minton, que intercedió por mí cuando yo era muy joven. Yo era un niño muy malgeniado, así que de verdad necesitaba que otros intercedieran por mí ante Dios. Creo que fue ella la que, casi sin ayuda, me llevó al Reino con sus oraciones.

Luego vino la Señorita Tacey, mi maestra de cuarto grado. Yo merecía un lugar permanente en el guardarropa por la manera en que me comportaba en clases, pero en lugar de eso ella me dio un lugar permanente en su corazón. Siempre me escribía notas alentadoras. Hasta el día de hoy, me escribe. Cada vez que publico un libro nuevo me envía una nota para decirme cuanto le gusta. Recientemente me envió una que decía: “No tenía idea de que terminarías así”. La verdad, yo tampoco.

Mi cuñada Anita también ha sido una gran influencia. Ella, mi hermano Larry, mi esposa Margaret y yo, hemos viajado juntos por todo el mundo. Anita siempre ha sido un rayo de sol para mi alma. Su hermoso espíritu brilla sobre cada persona que conoce e ilumina cada situación en la que se encuentra.

Yo pasé mucho tiempo con mi hermana menor, Trish, a la que llamaban Patty cuando éramos niños. A ella le encantaba pasarla con mi hermano y conmigo. Aunque usted no lo crea, cuando tuve necesidad de comprar mi primer automóvil luego de graduarme en la universidad, fue ella la que me prestó el dinero para la cuota inicial. Trish y su esposo Steve tienen dos hijas hermosas. Cuando Rachel era joven yo la llamaba “ángel” por la expresión angelical que siempre tenía. A Jennifer la llamaba “bomboncito”, lo cual le encantaba.

Por supuesto, está Margaret, el amor de mi vida. Me enamoré de ella en un campamento cuando estaba en secundaria. En el instante en que la vi, supe que ella era la indicada para mí. Incluyendo los años de noviazgo, ¡hemos estado juntos durante más de cincuenta años! Su amor por Dios y la familia ha sido una gran bendición para nosotros. Sus años de fiel ministerio han sido una bendición para muchos.

Nuestro mundo dio un vuelco total cuando nuestra hija Elizabeth llegó a nuestras vidas. Yo la llamo “la niña de mis ojos”. Las hijas siempre tienen un lugar especial en el corazón de los padres. Elizabeth tiene su lugar en el mío. Y cuando nuestro hijo Joel se casó, Lis, mi nuera, se convirtió en una hermosa integrante de nuestra familia. Lis ha sido un encanto y ha convertido a nuestro hijo en una mejor persona.

Elizabeth y Lis también han hecho la cosa más maravillosa que un ser humano puede hacer por otra persona: nos han dado nietos. Por supuesto que sentimos un amor especial por nuestros nietos John y James. Pero Madeline, Hannah y Ella son las chicas más hermosas, talentosas e inteligentes del planeta. Estos cinco niños iluminan nuestra vida.

Margaret y yo acabamos de llevar a Maddie y a Hanna de viaje a Pensilvania para celebrar sus decimotercer cumpleaños. Les hablamos de historia en Gettysburg y Filadelfia hasta que ya no podían más. Las llevamos a Hershey por las atracciones y el parque acuático, para que pudieran disfrutar nuevamente de su infancia.

También me han influido enormemente las mujeres cuyas historias se narran en la Biblia. Desde que era niño mi mamá me hablaba de estas gigantes de la fe, personas como Rut y Ana, Abigaíl y María. Los rasgos de carácter que mostraron y el liderazgo que tuvieron me han proporcionado valiosas lecciones.

Y eso me llevó a pensar: ¿Y si escribo otro libro sobre los Gigantes, pero completamente centrado en estas mujeres cuyas historias han sido tan valiosas para mí? Me imaginé que eso sería como visitar el cielo por un día, ver a mi madre nuevamente y conocer a estas increíbles mujeres de la fe.

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