ACTO PRIMERO
Biblioteca. El joven está sentado. Viste un pijama azul.
El Viejo de chaquégris, con barba blanca y enormes lentes de oro, también sentado. JOVEN. No me sorprende. VIEJO. Perdone... JOVEN. VIEJO. (Inquisitivo y amable.) ¿Verdad? JOVEN. Sí. VIEJO. Es que... JOVEN. JOVEN.
Recuerdo que... VIEJO. (Ríe.) Siempre recuerdo. JOVEN. Yo... (Anhelante.) Siga... JOVEN. JOVEN.
Yo guardaba los dulces para comerlos después. VIEJO. Después, ¿verdad? Saben mejor. Yo también. JOVEN. VIEJO. (Interrumpiendo con vehemencia.) Me gusta tanto la palabra recuerdo. (Interrumpiendo con vehemencia.) Me gusta tanto la palabra recuerdo.
Es una palabra verde, jugosa. Mana sin cesar hilitos de agua fría. JOVEN. (Alegre y tratando de convencerse.) Sí, sí, ¡claro! Tiene usted razón. Es preciso luchar con toda idea de ruina, con esos terribles desconchados de las paredes. Muchas veces yo me he levantado a medianoche para arrancar las hierbas del jardín.
No quiero hierbas en mi casa ni muebles rotos. VIEJO. Eso. Ni muebles rotos porque hay que recordar, pero... JOVEN. VIEJO. ¡Muy bien! Es decir (Bajando la voz.), hay que recordar, pero recordar antes. JOVEN. ¿Antes? VIEJO. (Con sigilo.) Sí, hay que recordar hacia mañana. JOVEN. (Absorto.) ¡Hacia mañana! (Un reloj da las seis. (Absorto.) ¡Hacia mañana! (Un reloj da las seis.
La Mecanógrafa cruza la escena, llorando ensilencio.) VIEJO. Las seis. JOVEN. Sí, las seis y con demasiado calor. (Se levanta.) Hay un cielo de tormenta. Hermoso.
Lleno de nubes grises... VIEJO. ¿De manera que usted...? Yo fui gran amigo de esa familia. Sobre todo del padre. Se ocupa de astronomía. ¿Y ella? JOVEN. ¿Y ella? JOVEN.
La he conocido poco. Pero no importa. Yo creo que me quiere. VIEJO. ¡Seguro! JOVEN. Se fueron a un largo viaje.
Casi me alegré... VIEJO. ¿Vino el padre de ella? JOVEN. ¡Nunca! Por ahora no puede ser... Por causas que no son de explicar, yo no me casaré con ella... VIEJO. ¡Muy bien! (Con alegría.) JOVEN. (Serio.) ¿Por qué dice muy bien? VIEJO. (Serio.) ¿Por qué dice muy bien? VIEJO.
Pues porque... ¿Es bonito esto? (Señalando la habitación.) JOVEN. No. VIEJO. ¿No le angustia la hora de la partida, los acontecimientos, lo que ha de llegar ahora mismo?... Sí, sí. Sí, sí.
No me hable de eso. VIEJO. ¿Qué pasa en la calle? JOVEN. Ruido, ruido siempre, polvo, calor, malos olores. Me molesta que las cosas de la calle entren en mi casa. (Un gemido largo se oye.
Pausa.) Juan, cierra la ventana. (Un Criado sutil que anda sobre las puntas de los pies cierra elventanal.) VIEJO. Ella... es jovencita. JOVEN. ¡Quince años! VIEJO. ¡Quince años! VIEJO.
No me gusta esa manera de expresar. Quince años que ha vivido ella, que son ella misma. Pero, ¿por qué no decir tiene quince nieves, quince aires, quince crepúsculos? ¿No se atreve usted a huir?, ¿a volar?, ¿a ensanchar su amor por todo el cielo? JOVEN. (Se sienta y se cubre la cara con las ruanos.) ¡La quiero demasiado! VIEJO. (De pie y con energía.) O bien decir: tiene quince rosas, quince alas, quince granitos de arena. ¿No se atreve usted a concentrar, a hacer hiriente y pequeñito su amor dentro del pecho? JOVEN.
Usted quiere apartarme de ella. Pero ya conozco su procedimiento. Basta observar un rato sobre la palma de la mano un insecto vivo, o mirar al mar una tarde poniendo atención en la forma de cada ola para que el rostro o la llaga que llevamos en el pecho se deshaga en burbujas. Pero es que yo estoy enamorado y quiero estar enamorado, tan enamorado como ella lo está de mí, y por eso puedo aguardar cinco años, en espera de poder liarme de noche, con todo el mundo a oscuras, sus trenzas de luz alrededor de mi cuello. VIEJO. no tiene trenzas. JOVEN. (Irritado.) Ya lo sé. (Irritado.) Ya lo sé.
Se las cortó sin mi permiso, naturalmente, y esto... (Con angustia.) me cambia su imagen. (Enérgico.) Ya sé que no tiene trenzas. (Casi furioso.) ¿Por qué me lo ha recordado usted? (Con tristeza.) Pero en estos cinco años las volverá a tener. VIEJO. (Entusiasmado.) Y más hermosas que nunca.
Serán unas trenzas... JOVEN. Son, son. (Con alegría.) VIEJO. Son unas trenzas con cuyo perfume se puede vivir sin necesidad de pan ni de agua. (Se levanta.) ¡Pienso tanto! VIEJO. ¡Sueña tanto! JOVEN. ¿Cómo? VIEJO. ¿Cómo? VIEJO.
Piensa tanto que... JOVEN. Que estoy en carne viva. Todo hacia dentro una quemadura. VIEJO. JOVEN. ¡Gracias! Si me pongo a pensar en la muchachita, en mi niña... VIEJO. VIEJO.
Diga usted mi novia. ¡Atrévase! JOVEN. No. VIEJO. ¿Pero por qué? JOVEN. ya lo sabe usted; si digo novia la veo sin querer amortajada en un cielo sujeto por enormes trenzas de nieve. ya lo sabe usted; si digo novia la veo sin querer amortajada en un cielo sujeto por enormes trenzas de nieve.
No, no es mi novia (Hace un gesto corno si alejara la imagen que quierecaptarlo.), es mi niña, mi muchachita. VIEJO. Siga, siga. JOVEN. ¡Pues si yo me pongo a pensar en ella!, la dibujo, la hago moverse blanca y viva; pero de pronto, ¿quién le cambia la nariz o le rompe los dientes o la convierte en otra llena de andrajos que va por mi pensamiento, monstruosa, como si estuviera mirándose en un espejo de feria? VIEJO. ¿Quién? ¡Parece mentira que usted diga «quién»! Todavía cambian más las cosas que tenemos delante de los ojos que las que viven sin distancia debajo de la frente.
El agua que viene por el río es completamente distinta de la que se va. ¿Y quién recuerda un mapa exacto de la arena del desierto... o del rostro de un amigo cualquiera? JOVEN. Sí, sí. Aún está más vivo lo de adentro aunque también cambie. Mire usted, la última vez que la vi no podía mirarla muy de cerca porque tenía dos arruguitas en la frente, que como me descuidara, ¿entiende usted?, le llenaban todo el rostro y la ponían ajada, vieja, como si hubiera sufrido mucho.
Tenía necesidad de separarme para... ¡enfocarla!, ésta es la palabra, en mi corazón. VIEJO. ¿A que en aquel momento que la vio vieja ella estaba completamente entregada a usted? JOVEN. Sí. ¿Completamente dominada por usted? JOVEN. Sí. VIEJO. (Exaltado.) ¿A que si en aquel preciso instante ella le confiesa que lo ha engañado, que no lo quiere, las arruguitas se le hubieran convertido en la rosa más delicada del mundo? JOVEN. (Exaltado.) Sí. VIEJO. ¿Y la hubiera amado más precisamente por eso? JOVEN. Sí, Sí. VIEJO. ¿Entonces? ¡Ja, ja, ja! JOVEN. ¿Entonces? ¡Ja, ja, ja! JOVEN.