Portadilla
Lorca y el mundo gay
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IAN GIBSON
Créditos
1.ª edición: octubre, 2016
© Ian Gibson, 2009
Autor representado por Silvia Bastos, S. L. Agencia literaria
© Ediciones B, S. A., 2016
para el sello B de Bolsillo
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
ISBN DIGITAL: 978-84-9069-534-0
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Contenido
Dedicatoria
Para Rafael e Isabel Borràs ,
con mi gratitud y mi amistad de siempre ,
y en recuerdo de mi hermano Alan ,
que no pudo con sus «dramones».
Citas bibliográficas
Yo siento la nostalgia de mi infancia intranquila ,
Mi ilusión de ser grande en el amor , las horas
Pasadas como esta contemplando la lluvia
Con tristeza nativa ...
FGL, «Meditación bajo la lluvia» (1919)
Adiós , mi doncellita ,
Rosa durmiente ,
Tú vas para el amor
Y yo a la muerte ...
FGL, «Balada de un día de Julio» (1919)
Las cosas que se van no vuelven nunca ,
Todo el mundo lo sabe ,
Y entre el claro gentío de los vientos
Es inútil quejarse .
¿Verdad , chopo , maestro de la brisa?
¡Es inútil quejarse! ...
FGL, «Veleta» (1920)
«Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío..., del morisco, que todos llevamos dentro.»
FGL, entrevistado por Gil Benumeya en 1931
Agradecimientos
Agradecimientos
Este libro es el resultado de un inesperado encargo de mi editor y amigo de muchos años, Rafael Borràs. Creía, al aceptarlo, que no me resultaría demasiado exigente. No ha sido así. Me ha forzado no solo a releer toda la obra del poeta —con especial detenimiento la copiosa juvenilia — y consultar la bibliografía reciente, sino a replantear distintos aspectos de la vida de Lorca y a pasar meses investigando el caso de un traumático amor adolescente. No me quejo: ha sido una labor detectivesca y fascinante, y he aprendido mucho en el camino.
Quiero dejar constancia del apoyo que recibí a lo largo de la redacción del libro de mi agente literaria Ute Körner, cuya reciente muerte, tan a destiempo, nos ha hundido a todos los que la queríamos en el más acuciante dolor. Nunca hubo ser humano más cálido, ni, a la hora de cuidar a sus autores, representante más eficaz. Todavía me cuesta asumir que ya no está, que nunca más me llamará. No la olvidaré jamás.
Este libro está muy en deuda con los trabajos de Paul Binding, Ángel Sahuquillo y Carlos Jerez Farrán, prácticamente ignorados por la crítica española. Desde aquí les expreso mi gratitud por sus valientes investigaciones sobre la relación existente entre la obra de Lorca y su tan largamente silenciada homosexualidad.
El libro está en deuda con otras personas. Sin doña María del Carmen Hitos Natera no habría sabido nada de la relación del Federico adolescente con María Luisa Natera, su madre, primicia absoluta. También ha sido valiosa la aportación de su hermana Pilar. Mi buen amigo de cuatro décadas, Eutimio Martín, atendió todas mis consultas lorquianas con el rigor y la perspicacia que le caracterizan. Inmaculada Hernández, de la Casa-Museo Federico García Lorca de Fuente Vaqueros, colaboró, como siempre, con eficacia, amabilidad y paciencia. En la Fundación Federico García Lorca de Madrid todo fue, también, amabilidad y atenciones. Mi amigo y colaborador Víctor Fernández Puertas estuvo muy atento, como en otras numerosas ocasiones. El padre Bartolomé Menor Borrego, párroco del Sagrario de la catedral de Córdoba, tuvo a bien buscarme la copia de la perdida acta de nacimiento de María Luisa Natera, esencial para mi tarea: se lo agradezco calurosamente. En la Casa-Museo de Juan Ramón Jiménez en Moguer, Teresa Rodríguez Domínguez y Rocío Bejarano Álvarez colaboraron con su habitual simpatía y buen hacer. Gema Moraleda fue cómplice eficaz, en Planeta, a la hora de preparar el libro para la imprenta. Finalmente —espero no haber olvidado a nadie— tengo que agradecer una vez más a mi mujer, Carole Elliott, tan aguda editora —en el sentido inglés de la palabra— como exigente crítico. A todos mi sincero reconocimiento.
Prólogo
Prólogo
La dificultad de ser García Lorca
Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz...
L UIS C ERNUDA , «Si el hombre pudiera decir»,
Los placeres prohibidos (1931)
España estaba en Guerra Civil. En junio de 1937, diez meses después del asesinato de Federico García Lorca, Vicente Aleixandre publicó en El Mono Azul , la combativa revista dirigida por Rafael Alberti y María Teresa León, un breve y conmovedor texto titulado, sencillamente, «Federico». Lorca —señalaba allí— tenía una faceta nocturna, lunar, misteriosa, que no podían sospechar los que solo le conocieron de paso. Las raíces de su inspiración se hundían en una Andalucía mítica, antiquísima. Y, si bien capaz de «toda la alegría del mundo», no era esta su «sima profunda». Terminaba así la dolorida prosa:
Su corazón era como pocos apasionado, y una capacidad de amor y de sufrimiento ennoblecía cada día más aquella noble frente. Amó mucho, cualidad que algunos superficiales le negaron. Y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo. Recordaré siempre la lectura que me hizo, tiempo antes de partir para Granada, de su última obra lírica, que no habíamos de ver terminada. Me leía sus Sonetos del amor oscuro , prodigio de pasión, de entusiasmo, de felicidad, de tormento, puro y ardiente monumento al amor, en que la primera materia es ya la carne, el corazón, el alma del poeta en trance de destrucción. Sorprendido yo mismo, no pude menos que quedarme mirándole y exclamar: «Federico, ¡qué corazón! ¡Cuánto ha tenido que amar, cuánto que sufrir!» Me miró y se sonrió como un niño. Al hablar así no era yo probablemente el que hablaba. Si esa obra no se ha perdido; si, para honor de la poesía española y deleite de las generaciones hasta la consumación de la lengua, se conservan en alguna parte los originales, cuántos habrá que sepan, que aprendan y conozcan la capacidad extraordinaria, la hondura y la capacidad sin par del corazón de su poeta.
El texto de Aleixandre tuvo una difusión mucho más amplia al ser reproducido poco después en Hora de España , la gran revista cultural de la República asediada por el fascismo nacional e internacional, que se editaba en Valencia.
Aleixandre no podía decir, ni apenas insinuar, que el «amor oscuro» de aquellos sonetos tenía un componente, además de torturado y angustiado, gay. Porque en la España de entonces, y más en tiempos de guerra civil, el amor homosexual no se atrevía en absoluto a decir su nombre (para recurrir a la frase inolvidable e inevitable de Alfred Douglas, el dandi aristocrático que tantos estragos causara en la vida de Oscar Wilde medio siglo antes). El mismo Aleixandre, según Luis Antonio de Villena «homosexual practicante, divertido relator de anécdotas nocturnas donde salían Lorca y Cernuda y tantos otros», siempre estuvo muy cauto a la hora de desvelar su íntima realidad.
La prueba acaso más elocuente de lo difícil e incómoda que resultaba la homosexualidad de Lorca, incluso para personas progresistas, fue el trato acordado a la magnífica «Elegía a un poeta muerto» de Cernuda, publicada en el número de Hora de España correspondiente a junio de 1937, el mismo mes de la primera salida del texto de Aleixandre en El Mono Azul . A muchos lectores del poema les sorprendió, sin duda, encontrarse de repente, después de las cinco estrofas iniciales, con una línea de puntos suspensivos. ¿Supresión? Así parecía, ya que, al final de la elegía, en una nota a pie de página, se indicaba: «Por desearlo así el autor, la versión aquí publicada del anterior poema es incompleta. Si algún día se reunieran en volumen las Elegías españolas , entre las cuales figura, allí se restablecería el texto original.» Tal vez, entre dichos lectores, algunos, alertados además por el deseo expresado por Cernuda en la última estrofa de su apasionada poesía («Halle tu gran afán enajenado / el puro amor de un dios adolescente / entre el verdor de las rosas eternas...»), sospecharon que de tal amor se trataba precisamente en los versos a cuya escisión parecían aludir los puntos suspensivos. Si fue así no se equivocaban, pues la estrofa omitida era explícita:
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