Ian Gibson - El asesinato de García Lorca
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- Libro:El asesinato de García Lorca
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:1971
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El asesinato de García Lorca: resumen, descripción y anotación
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No puede ser cuestión de reimprimir aquí los nombres de los centenares de personas que a lo largo de medio siglo me han ayudado con mi investigación sobre la muerte del poeta, y que han ido apareciendo sucesivamente en las distintas ediciones del libro. Les ruego que me perdonen si están todavía entre nosotros, y, si no, desde el otro lado (el caso, por desgracia, de la mayoría de ellos). Para la presente edición estoy profundamente en deuda con Inmaculada Hernández Baena, archivera del Museo-Casa Natal Federico García Lorca, de Fuente Vaqueros, que me ha suministrado, con su habitual eficacia y amabilidad, cuanto necesitaba, que era mucho. Le prometo desde aquí que no le voy a molestar más. Víctor Fernández, gran indagador de cosas lorquianas y dalinianas, ha sido, como siempre, muy generoso a la hora de compartir conmigo sus últimos hallazgos. Que siga muchos años con sus pesquisas, que queda todavía bastante por saber. María del Carmen Montero López, del diario granadino Ideal, tan citado en mi texto, nunca me ha fallado, enviándome enseguida los pdf solicitados, algunos de los cuales se reproducen en el libro. Sin ella mi tarea habría sido mucho más onerosa, y se lo agradezco de verdad. Con Rafael Inglada, otro ratón de hemeroteca —hoy de hemeroteca digital, no como antes—, ha sido muy provechoso poder intercambiar opiniones, así como con Eutimio Martín, y lo mismo digo de mis amigos granadinos Juan Antonio Díaz López, Francisco Vigueras, Eduardo Castro, Antonio Durán Úbeda y Juan de Loxa (que por desgracia acaba de dejarnos). Gracias a todos. No olvido tampoco mis visitas al Palacio de los Córdova, tan cerca del río Darro, donde consultar los padrones municipales es una auténtica gozada que me recuerda las felices horas pasadas hace décadas en la Hemeroteca Municipal de la madrileña plaza de la Villa. Y, sobre todo, una vez más, mi agradecimiento a Carole, por su paciencia y su buen hacer de «editor» en casa, pescadora infalible de tics y palabras repetidas.
Documentos (1929-1936) desmintiendo el pretendido
apoliticismo de García Lorca
1. Comunicación dirigida a José Ortega Gasset en 1929 por un grupo de escritores, entre ellos García Lorca, con la respuesta del pensador. Texto incluido en Ortega y Gasset, Obras completas, Madrid, Revista de Occidente, 1969, tomo XI, pp. 102-106.
Señor Don…
Poco tiempo hace, surgió entre nosotros, unos cuantos escritores, la idea de organizar un grupo de carácter político, de la más amplia ideología dentro del horizonte de la libertad, y de tono y significación distintivamente intelectuales. El proyecto se realizó pronto y el núcleo inicial se ha construido con gran rapidez. Ahora solo falta propagarle, ramificarle en todas las direcciones hispánicas de la geografía y el espíritu.
Tal es el objeto de esta carta que consignamos a nuestros amigos de Madrid y de provincias.
Creemos que se impone con urgencia la necesidad de que los intelectuales españoles, muy particularmente los intelectuales jóvenes, definan sus diversas actitudes políticas y salgan de ese apoliticismo, de ese apartamiento —no pocas veces reprochable— que les ha llevado a desentenderse de los más hondos problemas de la vida española. La política no es un ejercicio que se pueda desprender de los demás de la inteligencia, ni una reducida especialidad de profesionales. Es un objeto esencial del pensamiento y una parcela importantísima en el área de la cultura.
Por eso nosotros propugnamos una definición de actitudes, credos, convicciones y tendencias. Y convocamos por nuestra parte a todos los hombres «nuevos» de España, cuya sensibilidad liberal sintonice con la nuestra, para que de la colectiva afirmación que hoy hacemos nazca un partido fuerte y desinteresado. Un grupo de genérico y resuelto liberalismo. Pero novel verdaderamente, en sus apetencias y en su marcha por los cauces futuros. Por lo tanto: un grupo que no adquiera con los viejos partidos históricos otro compromiso que el de la mutua ayuda en los problemas comunes, ni alce otra bandera que la del pensar libre y moderno, dentro de la soberanía fundamental del derecho.
Nos reservamos, desde luego, una previsora y extensa autonomía, que al garantir nuestra libertad de acción nos asegure aquella independencia y soltura de movimientos que consideramos indispensables para el éxito de la tarea emprendida.
Desde el comienzo de nuestras gestiones constitutivas, se manifestó, con unánime decisión, la de ponernos en contacto con una de las figuras de mayor relieve y prestigio en la presente vida española. Coincidimos todos en estimar que, si había en España un hombre de excepcional mentalidad, pulcra historia, sin contaminaciones, con ningún pasado político, y eficaz ideología porvenirista, ese hombre era José Ortega y Gasset. Intelectualmente adictos a Ortega y Gasset, queríamos como previo fundamento de nuestra empresa, conocer su opinión; solicitar su dirección y apoyo, y reclamar su indispensable consejo.
Puestos al habla con Ortega y enterado de nuestros deseos nos honró con las siguientes palabras que con fidelidad reproducimos:
Amigos míos: Recibo con sumo placer la noticia de que se resuelven ustedes a movilizar una parte de su energía hacia la política. Como en esta materia no estimo nada las generalizaciones y los aspavientos, comenzaré por decirles que no creo en todo tiempo obligatorio a todos los hombres ocuparse de política. Hay épocas en que ni es obligación ni siquiera es posible. Pero hay otras en que, con toda evidencia, se advierte el deber para todo participante en una sociedad soberana de intervenir enérgicamente en la vida pública. Son, entre otras, aquellas sazones, magníficas, en que un pueblo necesita fabricarse un nuevo Estado, modelar nuevas instituciones, articular, según nuevo esquema, el Poder público. No hay duda de que España ha entrado de lleno en una de estas ocasiones, y por eso me regocija verles a ustedes prontos a tomar sobre sí la misión que la fecha impone. Es una tarea espléndida. Nuestra nación ha llegado a un momento feliz en su interno desarrollo: por vez primera desde hace centurias, va a ser posible un ensayo en grande de reorganización nacional. Hasta lo malo ha sido bueno y, contra su voluntad, sirvió a la madurez de la coyuntura. Cuanto depende de las circunstancias es inmejorable. Ahora se va a ver si lo que depende de los hombres, de su capacidad intelectual y moral, está, como suele decirse, a la altura de las circunstancias.
En las palabras que me hacen ustedes llegar me piden «dirección, apoyo y consejo». Yo he de dedicar a ustedes estas dos últimas cosas con toda la abundancia que deseen y yo posea. Añado a ellas mi simpatía, mi adhesión y mi compañerismo. Lo que no puedo ofrecerles es mi dirección. Tal vez siempre, pero de cierto en el más inmediato porvenir, he de mantenerme taxativa y formalmente libre de toda carga directiva. La razón no es de orden subjetivo, sino oriunda de la situación misma en que va a entrar nuestra vida pública. Lo que viene no es una etapa en que pueda rodarse políticamente sobre carriles preestablecidos, sino todo lo contrario. Hay que inventarlo todo: los grandes temas, las ideas jurídicas, los gálibos de las instituciones, los sentimientos motores y hasta el vocabulario. Llevo veinte años meditando sobre las cosas de España y esperando esta hora, precisamente esta hora maravillosa. Más que nunca necesito ahora esa «soltura de movimientos» a que ustedes hacen muy cuerdamente alusión. El que dirige queda ligado por la responsabilidad de su magistratura. Además, creo que en política la dirección no es título que se concede premeditadamente, sino que resulta del ejercicio mismo. El llamado a dirigir es verdaderamente el llamado cuando ya dirigía de hecho. Lancémonos ahora a actuar: la acción misma, organizándose espontáneamente, ungirá al director nato.
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