© 2021, Editorial Escarabajo S.A.S.
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Bogotá, Colombia.
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© 2021, Javier Enrique Gámez Rodríguez
Diseño de portada: Manuela Córdoba
Ilustración de portada: Juan Sebastián Rivera
Diagramación y diseño del interior: Juliana Saray Ramírez
Diseño de la colección: Escarabajo Editorial SAS & Abisinia Editorial
Logo de la colección La tejedora de coronas: Manuela Giraldo Zuluaga & Tatiana Bedoya
Edición: Nikol Cala & Bianca Febbraio Saetta
ISBN:
Queda hecho el depósito de ley.
Primera edición en Colombia Editorial Escarabajo S.A.S.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida de forma total o parcial, ni registrada o transmitida en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor o la editorial.
Diseño epub:
Hipertexto – Netizen Digital Solutions
Prólogo
Preview de “A Godzilla le gusta la salsa”: una apertura innecesaria.
En algún espacio literario tuve la oportunidad de preguntarle a Javier sobre las razones por las que escribía, “A Godzilla le gusta la salsa” es la mejor respuesta que pude recibir.
Escribir el prólogo de este libro ha sido un reto especial para mí. He recorrido la lectura de cada página con la ansiedad de un niño que quiere descubrirlo todo pero que solo puede acceder a partes de la verdad. En muchos casos, en mis jornadas laborales, dejé las responsabilidades cotidianas para perderme en los acontecimientos, pesadillas y preocupaciones de cada personaje. Me llevaba a las reuniones de trabajo la imagen de Víctor dando vueltas a su anillo, las fotografías de Cristian, los mensajes de texto a Daniela, las muertes sistemáticas y, por supuesto, los problemas de Henry.
He compartido con Javier horas de literatura durante nuestro paso por la Universidad, devorando a Charles Bukowski. Fuimos juntos al Taller Literario, y en esta obra descubro toda la evolución en su estilo, encuentro un escritor que consolida su madurez e integra en sus páginas un enfoque integral de la escritura.
A riesgo de que mis argumentaciones sean insuficientes, emprendo la tarea de provocar al lector sobre el libro que tiene en sus manos (su computadora o dispositivo móvil); bastará que lean algunos párrafos para sentir la necesidad de llegar hasta el final.
Estas tímidas anotaciones están viviendo conmigo desde que empecé la lectura de “Música para bandidos”. Una obra que retrata muchas de las realidades de nuestro país y que, por lo tanto, también la asumo como un reclamo al sistema; algo muy coherente con las posiciones críticas del autor. La muerte de líderes sociales es la excusa perfecta para darle vida a Henry y justificar su mundo. Un tipo que se consume en la nostalgia de las pérdidas, los idealismos de su periodismo y una que otra chupada al comandante de policía o alguna prostituta, pero también un tipo que reúne todos los misterios de la muerte en sus espaldas.
Un atributo especial de la obra es el aprovechamiento de las particularidades de nuestro contexto para ubicar al periodista, destacando la identidad caribe y los modos de comunicación y comportamiento de los costeños, la música, los escenarios y la mierda que nos configura. En este pedazo de cielo a casi 40 grados de temperatura, Henry vive (si esta es una forma de vivir). Siempre acompañado de eventos inexplicables, el periodista cumple con su trabajo, con el suficiente criterio para conservar su empleo, pero también su dignidad. Claro, también le alcanza para meterse en problemas.
La música es un elemento vital en la vida de los personajes: Henry en su relación con las canciones de Guns N’ Roses y Godzilla con su devoción a la salsa. Son las canciones las que definen los comportamientos de cada uno y también las que los relacionan en la vida y en la muerte.
A Godzilla le gusta la salsa es un reflejo de lo que somos y de otras cosas que siempre serán un misterio. Conjuga las particularidades de nuestra región con la fantasía de lo desconocido, baila entre la luz y la oscuridad, vive y muere, sufre, muerde y salta en el tiempo. Es una historia con un lenguaje cotidiano y simple, con las cicatrices de las calles, los relámpagos del alcohol y la inclemencia de las manos invisibles.
Las historias se conectan por razones simples o anormales, pero están dotadas de misterios, silencios y afanes. El mundo requiere ser controlado, tanto para los vivos como los muertos.
Javier ha logrado trasladar sus convicciones a los personajes, los cuales se sienten vivos y reales. Se vuelven parte de la realidad cuando los vas descubriendo, los encuentras en una taza de café, en una esquina de la calle o tu compañero de trabajo. No volverás a leer las noticias sin los prejuicios de Henry y seguramente, la realidad diaria del país se te hará menos indiferente. Esta obra toca las fibras más sensibles de nuestra sociedad y sale ilesa sin caer en las ideologías, pero siendo rebelde.
El mundo de los personajes invade parte de nuestro mundo y es inevitable buscar rasgos tuyos y de otros en ellos. Al final, somos una configuración del lenguaje.
No es necesario que me extienda en detallar cada acontecimiento del libro. Antes de empezar a escribirlo alguien me dijo que los prólogos no deben ser largos ni ser un resumen de la obra, sino que tienen el propósito de provocar. La vida de Henry es una provocación para quienes no queremos sólo una parte de la verdad.
J AVIER V ILORIA E SCOBAR
Estranged - Guns N’ Roses
El charco de sangre tomó la apariencia de un frijol debajo de la cabeza de la mujer. Una líder social, de unos 48 años. Ayudaba a campesinos desplazados por la violencia. Se llamaba Norlys Velandia. La conocí en una conferencia de prensa que dio hace dos años, donde decía que su vida corría peligro. Las actividades de quien la amenazaba eran de conocimiento general; sin embargo, nadie se atrevía a hacer nada debido al terror que generaba una persona con ese tipo de conexiones. Norlys se caracterizaba por ser una mujer intrépida y aguerrida. Las intimidaciones del testaferro Honorio Bedoya no la amedrentaron.
Ya tenía todo preparado después de un año y medio de ir a la fiscalía y hablar con varios abogados. Estaban esperando la sentencia del juez.
Al cabo de dos meses, el juez falló a favor de la familia Cáceres, obligando a Bedoya a entregarles las tierras y, además, el estado debía recompensarles económicamente por daños y perjuicios.
Pasó una semana y Norlys recibió cantidad de advertencias a nombre de “las águilas negras”. Que debía dejar el país “por sapa”, si no, asesinarían a sus familiares y luego a ella.
Norlys hizo pública las amenazas en aquella rueda de prensa, pero el estado no le asignó seguridad y tampoco respondió.
Me enteré que se había ido para Bogotá a seguir buscando desplazados por la violencia y continuar en su lucha por la justicia social.
Verla acá en estos momentos me hace pensar sobre lo veloz que transcurre el tiempo. Joder, Norlys, ¿qué se te perdió por acá? Debías haberte quedado por la nevera.
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