Ahern Cecelia - Imperfectos
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Imperfectos: resumen, descripción y anotación
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CECELIA AHERN
IMPERFECTOS
Para ti, papá
I MPERFECTO : incorrecto, defectuoso, sucio, dañado, distorsionado, endeble, débil, deficiente, incompleto, inválido.
(Referido a persona): tener debilidad de carácter.
Soy una chica de definiciones, de lógica, de blanco y negro. Recuérdalo.
Nunca confíes en un hombre que se sienta a la cabecera de una mesa en casa de otro hombre sin que se le haya invitado expresamente a que lo haga.
No son palabras mías. Son palabras de mi abuelo Comelius, y la consecuencia al pronunciarlas fue verse relegado al extremo más alejado de la mesa y a no poder recuperar su lugar en un futuro próximo. El problema no fue exactamente lo que dijo, sino a quién se lo dijo. Al juez Crevan, uno de los hombres más importantes del país y que, a pesar del comentario de mi abuelo el año pasado, vuelve a sentarse a la cabecera de nuestra mesa en la comida anual del Día de la Tierra.
Papá volvió de la cocina con una botella de vino tinto y descubrió que le habían usurpado su sitio habitual. Me di cuenta de que se sentía desplazado, pero como se trataba del juez Crevan, se limitó a manosear nerviosamente el abridor mientras pensaba qué hacer. Terminó sentándose junto a mamá en el extremo opuesto, allí donde debería estar el juez.
Mamá está nerviosa, lo sé porque se comporta de la forma más exquisita posible. No tiene un solo pelo fuera de lugar en su perfectamente cuidada cabellera rubia, que lleva recogida en un moño tan elaboradamente retorcido como solo ella es capaz de hacer. Seguro que para llegar a la nuca se disloca ambos hombros. Su piel brilla tanto que se diría que es de porcelana; su maquillaje es inmaculado; su vestido azulado de encaje combina a la perfección con el azul de sus ojos, y sus brazos están perfectamente tonificados.
Para ser sincera, mi madre es ese tipo de belleza que la gente asocia con las modelos publicitarias más solicitadas. Quizá se deba a que realmente lo es. A pesar de haber tenido tres hijos, su cuerpo es tan perfecto como creo que siempre lo fue. Aunque sospecho, mejor dicho, sé, que, como la mayoría, ha contado con ayuda para mantenerlo así. La única forma de saber si mamá ha tenido un mal día o una mala semana es verla llegar a casa con las mejillas sonrosadas, los labios carnosos, la frente tersa o los ojos menos cansados. Alterar su aspecto es su forma de levantarse el ánimo. Suele ser muy puntillosa con su aspecto y, tras echar un rápido vistazo a la gente, es por este por lo que la juzga. Se siente incómoda cuando algo es menos que perfecto; un diente torcido, una doble papada o una nariz desproporcionada, hacen que cuestione a esa persona, que desconfíe de ella. No es la única, claro, la mayoría de la gente piensa exactamente igual aunque no lo reconozca. Mi madre nunca intentaría vender un coche sin lavarlo primero y dejarlo reluciente. Y aplica la misma regla a todo el mundo. Si eres indolente con tu aspecto, también lo serás con tu interior. Yo también soy una perfeccionista, pero no con el aspecto físico, sino con el lenguaje y la conducta, lo que pone de los nervios a mi hermana Juniper, la persona más indefinida que conozco. Aunque es defínidamente indefinida, eso se lo concedo.
Observo el nervioso comportamiento de mi familia con una sensación de vanidosa satisfacción, porque yo no siento ni una pizca de tensión. La verdad es que me divierto. Para mí, el juez Crevan es, sencillamente, Bosco, el padre de Art, mi novio. \by casi todos los días a su casa y comparto vacaciones con él, asisto a muchas de sus fiestas familiares y lo conozco mejor que mis padres y la mayoría de la gente. He visto a Bosco a primera hora de la mañana, con el pelo enmarañado y restos de pasta dentífrica en los labios; lo he visto en mitad de la noche, deambulando soñoliento en bóxers y calcetines —siempre duerme con calcetines— hasta el cuarto de baño o hasta la cocina para beberse un vaso de agua; lo he visto tumbado en el sofá, borracho, con la boca abierta y rascándose la entrepierna; lo he visto en un karaoke, bailando pasado de copas o cantando desalmadamente. He metido palomitas de maíz debajo de su camiseta, o la punta de sus dedos en un bol de agua templada mientras dormía para que sintiera ganas de orinar. Lo he oído vomitar en medio de la noche, roncar, lloriquear y hasta he olido sus pedos. No puedes tenerle miedo a alguien cuando has convivido tanto con él y conoces su lado humano.
No obstante, mi familia —y el resto del país— lo ven como una persona terrible a la que venerar, incluso temer. Yo lo comparo con uno de esos jueces de los concursos televisivos de nuevos talentos, un personaje caricaturesco siempre a un paso de ser abucheado. Disfruto imitándolo para diversión de Art. Se retuerce de risa mientras paseo arriba y abajo imitando a Bosco en «modo juez», con una capa improvisada alrededor del cuello, frunciendo el ceño y señalándolo todo con el dedo. A Bosco le encanta señalar con el dedo cuando se encuentra frente a una cámara. Estoy convencida de que el papel de juez temible, por importante que sea, no es más que una actuación y no tiene nada que ver con su verdadero yo.
Bosco, conocido por todo el mundo como el juez Crevan, excepto para Art y para mí, es el juez principal de un comité llamado Tribunal. El Tribunal, creado como una solución temporal para investigar públicamente ciertos crímenes, es ahora una comisión permanente que supervisa el interrogatorio de individuos acusados de ser imperfectos. Los imperfectos son ciudadanos normales que han cometido graves errores sociales de tipo ético o moral.
Nunca he estado en ese tribunal, aunque sé que muchos de sus juicios están abiertos al público, además de retransmitirse por televisión. Son procesos justos porque se escucha a los testigos del hecho en cuestión, y tanto amigos como familiares son llamados para que testifiquen acerca del carácter del acusado. El Día del Nombre los jueces deciden si el acusado es imperfecto o no. Si lo es, sus imperfecciones son expuestas públicamente y su piel es marcada con una «I» en una de cinco partes corporales, que dependen del error de juicio cometido.
Por una mala decisión, marcan la sien.
Por mentir, la lengua.
Por robar, la palma de la mano derecha.
Por deslealtad o mentir al Tribunal, en el pecho por encima del corazón.
Por salirse de la línea marcada por la sociedad, la planta del pie derecho.
También tienen que llevar un brazalete con una «I» roja, para que se lo identifique en todo momento y sirva de ejemplo. No entran en prisión, no han hecho nada ilegal, pero sus actos han sido juzgados como dañinos para la sociedad. Siguen viviendo entre nosotros pero condenados al ostracismo, rigiéndose por reglas distintas.
Cuando nuestro país se deslizó por una resbaladiza pendiente y terminó sumido en una gran contusión económica por las malas decisiones de nuestros líderes, el objetivo principal del Tribunal fue apartar a esas personas imperfectas de cualquier tarea relacionada con el liderazgo. Ahora, su misión es marginarlas antes de que accedan a esos puestos para evitar que hagan daño a la sociedad. En un futuro cercano, el Tribunal podrá jactarse de haber conseguido una sociedad moral y éticamente perfecta. Para muchos, el juez Bosco Crevan es un héroe.
Art ha heredado el aspecto atractivo de su padre, su pelo rubio, sus ojos azules y su sempiterna disposición a cometer una travesura. Tiene unos rizos incontrolables y unos ojos enormes que brillan como los de un diablillo revoltoso, aunque es muy capaz de salir siempre bien librado. Se sienta a la mesa frente a mí y tengo que esforzarme para no estar mirándolo todo el rato, aunque por dentro doy saltos de alegría al saber que es mío. Afortunadamente, no comparte la intensidad de su padre. Sabe cómo divertirse y soltarse la melena, y cuándo intercalar un comentario divertido si la conversación se vuelve demasiado seria. Sabe elegir tan bien el momento oportuno, que incluso Bosco no puede evitar reír. Para mí, Art es la luz que ilumina hasta los rincones más oscuros.
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