CONTENIDO
Guide
© 2018 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson.
www.gruponelson.com
Título en inglés: Ordering Your Private World
© 1984, 1985, 2003, 2017 por Gordon MacDonald
Publicado en Nashville, Tennessee, por W Publishing, un sello de Thomas Nelson.
Thomas Nelson es una marca registrada de HarperCollins Christian Publishing, Inc.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en ningún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro—, excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovada 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia.
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Editora en Jefe: Graciela Lelli
Traducción: Juan Sánchez Araujo y Andrés Carrodeguas
Adaptación del diseño al español: Mauricio Diaz
ISBN: 978-0-71809-691-5
Epub Edition December 2017 ISBN 9780718096908
Impreso en Estados Unidos de América
18 19 20 21 22 LSC 9 8 7 6 5 4 3 2 1
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Si un hombre no tiene orden en su interior, no puede poner orden en sus dominios.
— EZRA POUND
HACE MUCHOS AÑOS ESCRIBÍ UN LIBRO SOBRE LA VIDA INTERIOR DEL seguidor de Cristo y lo llamé Ponga en orden su mundo interior. Algunas personas lo leyeron y hablaron de su franqueza y funcionalidad.
Ponga en orden su mundo interior comienza con la sugerencia de que muchas personas que se autodenominan cristianas prestan poca atención al estado de su alma y, como resultado, terminan sintiéndose defraudadas con su peregrinaje en la fe. En una edición posterior del libro, reconté un día inolvidable de mi propia vida cuando tuve que reconocer mi superficialidad religiosa. En las primeras páginas de este libro recontaré la historia.
Gran parte de mi inspiración comenzó con las palabras de Juan el Bautista, quien a su vez había sido influido por el pensamiento de Isaías, profeta del Antiguo Testamento:
Preparad el camino del Señor;
Enderezad sus sendas.
Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado;
Los caminos torcidos serán enderezados,
Y los caminos ásperos allanados;
Y verá toda carne la salvación de Dios. (Lucas 3.4-6)
Lo que entiendo que Juan (e Isaías) dijeron es: Si tienes deseo de experimentar el orden de Dios en tu vida, tendrás que empezar con el corazón, o nivel del alma, esta parte profunda de nosotros a la que llamo el mundo interior.
Me hubiera gustado enfatizar en la primera publicación del libro que no intento promover un nuevo currículo de vida espiritual. Lo que pretendo es preguntar: ¿Cómo mantuvieron los grandes campeones de tantas generaciones de cristianos la frescura de su fe y en unísono con la voz del Dios viviente?
Hace un siglo, Oswald Chambers lo describió de la siguiente manera:
Cualquier batalla se pierde o se gana primero en los lugares secretos de Dios, no en el exterior... Nada tiene poder sobre un hombre que ha peleado una batalla delante de dios y la ha ganado allí... Primero debo resolver mis asuntos entre Dios y yo en los lugares secretos de mi alma donde no hay intermediarios, y hasta entonces, puedo avanzar con la certeza de que la batalla fue ganada.
Por lo tanto, aquí me encuentro de nuevo, abuelo de cinco nietos, y con setenta y ocho años. Con el desafío vigente, cada día, por la noción de poner orden a mi mundo interior. Y me gustaría ofrecer una revisión, más personal, y más biográfica de Ponga orden en su mundo interior que le pondrá al día con lo que he aprendido durante estos años.
—GORDON MACDONALD
CONCORD, NEW HAMPSHIRE
YO NO SALÍ DEL VIENTRE DE MI MADRE COMO UNA PERSONA ORDENADA por naturaleza.
Cuando era niño, muy raras veces recogía mis juguetes y mis libros, y cuando crecí un poco más, muchas veces dejaba mi bicicleta en lugares donde con toda seguridad mi padre le pasaría por encima con su auto cuando llegara a casa para la cena. Durante mis años de adolescente, las personas que me contrataban para hacer algún trabajo después de las clases criticaban mi ética de trabajo. Decían de mí que era poco cuidadoso. Desilusionaba a mis amigas cuando no me ocupaba de comprarles regalos en el Día de los Enamorados, en sus cumpleaños y ramilletes para los bailes de graduación.
Cuando era ya un hombre de veintitantos años, raras veces recogía mi ropa, no solía saber dónde había dejado las llaves del auto ni mi billetera y, por lo general, no solía dejar el baño en el mismo estado en que lo había encontrado. A lo largo de todos mis años de escuela, los maestros se quejaban de que me distraía con facilidad, me la pasaba soñando y no sabía lo que era concentrarme en algo. Uno escribió en mi tarjeta de informe: «Aunque Gordon esté físicamente presente en el aula, por lo general, su mente suele estar en algún otro lugar, lo cual es una lástima, porque habría tenido una mente mejor si se hubiera quedado aquí».
Un día, siendo adolescente, un líder de jóvenes frustrado de la iglesia me empujó hasta un rincón y me dijo apretando los dientes: «¿Alguna vez vas a crecer?». Añadió unos pocos comentarios más acerca del potencial que yo estaba malgastando, lo poco digno de confianza que era, y mi conducta tan infantil, y después se marchó disgustado. Me cansé de oír hablar acerca de este supuesto potencial que yo tenía.
No creo que haya sido nunca muy ordenado tampoco en mi vida espiritual. Toda mi vida se había centrado en la iglesia (mi padre era pastor), me sabía todas las historias de la Biblia y me había aprendido de memoria un montón de versículos de las Escrituras. Continuamente ganaba certificados y alfileres por una asistencia perfecta a la escuela dominical. Sin embargo, nada de esto me llevaba a una conducta poco usual, o una formación del carácter que alguien pudiera igualar a la personalidad de un seguidor serio de Cristo (expresión que yo prefiero al título de cristiano).
Ahora bien, no se trata de que fuera una persona tan mala en mis primeros días de vida. Por tomar prestadas las palabras del escritor del Apocalipsis, no era ni caliente ni frío... solo algo así como tibio. Promedio. Mediocre. Común y corriente.
Así que viví metido en un patrón general de desorden, tanto en mi mundo privado, como en el público durante los primeros veintitantos años de mi vida.
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