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Siffler - Don Manuel Ruiz Zorrilla ante la A.R.M.

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Siffler Don Manuel Ruiz Zorrilla ante la A.R.M.
  • Libro:
    Don Manuel Ruiz Zorrilla ante la A.R.M.
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1883
  • Índice:
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Don Manuel Ruiz Zorrilla ante la A.R.M.: resumen, descripción y anotación

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Siffler 725 es el nombre en clave de Miguel Pérez, dentro de la Asociación Republicana Militar (A.R.M.). Siffler como Secretario de la A.R.M. fue pieza fundamental en la fundación y en su desarrollo, llegando a tener unos 1.500 asociados. En permanente contacto con Manuel Ruiz Zorrilla —exilado en París y conspirador activo para instaurar la República con la participación activa de la A.R.M.— fue desarrollando su labor de forma totalmente coordinada, pero poco a poco fueron surgiendo dificultades entre Siffler y Ruiz Zorrilla que desembocaron en los trágicos sucesos de los levantamientos fallidos del 5 de agosto de 1883.

Este libro recoge la versión de Siffler sobre esa dificultosa relación.

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Doy principio a este folleto, con una explicación del tiempo que han durado los trabajos, fecha en que empezaron y forma con la cual se han llevado a cabo, continuando por fechas, cuanto ha ocurrido durante los tres años de trabajos hechos por el secretario 725 y cuanto se propusieron hacer de los asociados, el Sr. Zorrilla, su representante general en Madrid, señor marqués de Montemar, y después el representante para la revolución, nombrado por el jefe, D. Ricardo López y López.

En primeros de Octubre de 1880, reunidos los socios fundadores 725, 726 y 727, se acordó redactar el reglamento y bases que han servido para, la A. R. M., lo cual efectuó el 725, y una carta para el Sr. Zorrilla pidiéndole autorización para dar principio a los trabajos de propaganda, cuya carta fue contestada en los términos siguientes:

«Querido Siffler: apruebo cuanto en la suya me dice, y ya sabe que todo lo que sea trabajos para la causa, me halagan; por lo tanto, a trabajar y darme cuenta de los progresos. Su afectísimo amigo, AGRÍCOLA».

Muchos, casi la mayoría de los asociados, han tenido carta del Sr. Zorrilla excitándoles al trabajo de la A. R. M. con la propaganda, y anunciándoles que, cuanto decía su secretario Siffler 725 lo decía de acuerdo con él.

Concedida esta autorización, se dio principio a los trabajos, y en vista de los gastos que ocasionaban, se hizo una reclamación al Sr. Zorrilla, y no habiendo éste contestado, quedó sólo para los trabajos el 725, separándose de todo el 726 y 727.

El 725 siguió con fe y entusiasmo los trabajos, valiéndose para remitir la correspondencia, de los buzones del Senado y del Congreso, y proporcionándose el papel, plumas y demás útiles de escritorio, por medio de algún amigo empleado en el Municipio, el cual le facilitó cuanto necesitaba, por espacio de seis u ocho meses.

Multitud de cartas iban diariamente con los sellos de la Presidencia del Consejo de Ministros, Congreso y Senado, como también de otras dependencias, y algunas se remitieron suplicadas a autoridades de provincias. De toda clase de medios y recursos se valía el secretario para que la correspondencia saliese y no se atrasase. Durante año y medio el secretario fue con el sombrero en la mano pidiendo a todos favor para que la correspondencia no se detuviese y los trabajos no sufriesen un día de entorpecimiento hasta el momento en que los que llevaban la correspondencia al Congreso, asustados de hacerlo diariamente, suspendieron este trabajo por no llamar la atención.

¿Qué hacer en semejante trance, tanto más cuanto que las reclamaciones hechas al Sr. Zorrilla no fueron atendidas ni contestadas? En cambio no dejaba de pedir datos, listas y noticias de los progresos de la A. R. M. ¿De dónde y cómo querría el Sr. Zorrilla que el secretario proveyese a estos gastos, toda vez que le constaba mi situación y la pequeñez de mi sueldo, con el cual tenía que pagar al cartero 15 y 20 cartas diarias, quitándomelo de lo necesario para la vida?

Hora es ya de que se diga la verdad de todo; hora es ya de que cada cuál sepa a qué atenerse para lo sucesivo, y de que nadie viva engañado, exponiendo su carrera, su vida y el porvenir de su familia, viéndose perdido y en la miseria por las promesas del Sr. Zorrilla, que huye de los emigrados faltando a sus compromisos, riéndose de nosotros, y satisfecho porque le hemos dado importancia en el extranjero, donde la tenía perdida y donde vivía avergonzado, puesto que nadie le creía con simpatías para mover un soldado en favor suyo.

Esto lo he oído yo de sus labios, esto me lo ha dicho a mí, tratando de obligarme a ordenar que uno o dos regimientos de los asociados se lanzaran a la calle a la voz de «República y Zorrilla,» y añadiéndome que el crédito le tenía perdido en los Gabinetes extranjeros y que era preciso probar lo contrario para poder continuar en la emigración, porque de otro modo se retiraría a Tablada ante la actitud pacífica del ejército y la deserción de los hombres importantes del elemento civil.

Todo lo que este mi folleto contiene, estoy pronto a comprobarlo ante el Sr. Zorrilla, y antes de comenzar a hacer, la exposición de datos por fechas, quiero hacer constar: que he sido sólo en llevar a cabo los trabajos; que los dos primeros años no hubo, sino de nombre, junta ni juntas; y que el secretario lo era todo y a nadie daba parte ni conocimiento de nada, más que al Sr. Zorrilla, que sabiéndolo todo y no ignorando nada, aprobó mi conducta y me aconsejó que siguiera la marcha emprendida; hasta que después de estos dos primeros años me vi en la necesidad de nombrar al Sr. Mur, Presidente, y al 739 Vicepresidente, con la aprobación del jefe, sin embargo de lo cual, en vista de mi actividad y de mi reserva, me hacía cargo y me declaraba responsable de todo, pues todo lo confiaba a mí y sólo a mí.

Después, y a fines del 82, fue nombrada una Junta compuesta de ocho individuos, de lo cual se dio conocimiento al Sr. Zorrilla, y éste por conducto del señor marqués de Montemar me ordenó obrase con reserva en las juntas, no diese cuenta más que de aquello que yo creyese indispensable y que en todo caso si tropezaba con algún inconveniente, dijese que él me lo ordenaba, pues la Junta en su mayoría, no le merecía entera confianza.

Esta era la actitud en que el Sr. Zorrilla me tenía como secretario colocado. En dos distintas ocasiones estuve a punto de escribir una circular resignando mi cargo y dando por terminados los trabajos; pero al intentar hacerlo, fundado en la falta de recursos y en la imposibilidad de desempeñar yo sólo trabajo tan ímprobo, puesto que todos se negaban a facilitar lo qué tanta falta hacía, me aconsejaron algunos amigos que desistiera de mi propósito a fin de que no se perdiese lo que a costa de tantos sacrificios se había preparado. Muchos de estos amigos me veían privarme de lo necesario pará no perder ni un sólo día la correspondencia, y me preguntaban por qué el Sr. Zorrilla no contestaba a las reclamaciones que hacía sobre esto, y sí a las que se le remitían dándole noticias de los progresos; extrañándoles la actividad que para lo uno desplegaba y la reserva o silencio que adoptó en la parte más interesante, pues debía comprender que sin recursos me vería obligado a suspender los trabajos. A más de esto daba el Sr. Zorrilla tan poca importancia a los trabajos ya recogidos y que tan útiles eran a sus propósitos, que me tenía relegado a un quinto piso con gran extrañeza de todos los compatriotas que le visitaban, despojando a la asociación de la importancia que debía tener.

Sí, muchos criticaron esto, y eso que ignoraban que todo se tenía que pedir de favor y con el sombrero en la mano, para el simple servicio de remitir la correspondencia.

Dicho esto, paso a relatar los hechos:

1.º de Octubre de 1880. —Principian los trabajos. —Redacción del Reglamento y Bases. —En este tiempo me vi en la necesidad de recurrir a una suscripción entre varios amigos, para la tirada de impresos, compra de libros talonarios, sellos para timbrar y primera remisión de cartas de propaganda, cuya suscripción alcanzó a veintidós y media pesetas…

Dicho año y todo el 81. —El papel, tinta, lacre, plumas y demás útiles de escritorio, fueron facilitados por el amigo, que del partido, hay en el Municipio, hasta que no le fue posible facilitar más, por no llamar la atención, pues el gasto de estos útiles era crecido. Las cartas fueron, todas remitidas por el Congreso, Senado, Presidencia del Consejo y otras dependencias, habiendo continuado yo abonando al cartero, no sólo el importe de las 15 o 20 cartas diarias que se recibían, sino algo más, para evitar toda clase de sospechas, y tenerlo contento porque todas las cartas venían dirigidas a señoras, y a pesar de las reclamaciones que hice para que se me relevara de este sacrificio, que lo era y no pequeño, dado lo escaso de mi paga, mis quejas no fueron atendidas y continué sufragando este gasto.

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