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Cahue - El cerebro feliz: Aprende a utilizar las herramientas que hay en ti

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Cahue El cerebro feliz: Aprende a utilizar las herramientas que hay en ti
  • Libro:
    El cerebro feliz: Aprende a utilizar las herramientas que hay en ti
  • Autor:
  • Editor:
    Grupo Planeta;Paidós
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    2015
  • Ciudad:
    Barcelona
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El cerebro feliz: Aprende a utilizar las herramientas que hay en ti: resumen, descripción y anotación

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La felicidad es una combinación perfecta de emoción y razón; cada una tiene sus herramientas: la parte emocional, relacionada con la ira, la tristeza, el miedo, la alegría y el amor, y la parte racional, que atañe a la atención, la percepción, la memoria y la intuición. Sin embargo, si no las conoces y utilizas ambas partes adecuadamente, el equilibrio es imposible, por lo que te sentirás insatisfecho.Mila Cahue nos explica en este libro cómo alcanzar esa combinación perfecta de emoción y razón con una fundamentación sencilla: aprender a pensar bien es como aprender a conducir; si controlas aquello en lo que fi jas tu atención, podrás controlar tu visión de la realidad. Las emociones, a su vez, actúan como señales de tráfico que te indican en cada contexto cuándo hay que parar, corregir la ruta o soltar el lastre. En todos los casos, la razón se ve condicionada por la gestión de las emociones y, por lo tanto, necesitas aprender a redirigir tus emociones para actuar de forma adecuada.

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Índice Introducción En la medida que puedas no dejes que tu vida la manejen - photo 1
Índice
Introducción
En la medida que puedas, no dejes que tu vida la manejen otros

De todos los avances de los que somos testigos gracias a la ciencia, sin duda el más relevante para nuestra vida es el profundo conocimiento que se ha alcanzado sobre el funcionamiento de nuestro cerebro. Ha dejado de ser un misterio inexpugnable para convertirse en una fascinante caja de herramientas a nuestro alcance que dispone de la tecnología más avanzada. Conocemos qué son, para qué sirven y, sin duda, estamos ya en disposición de aprender a utilizar estas herramientas de una manera absolutamente práctica en nuestro día a día.

En realidad, sabemos ya tanto sobre él, que podríamos caer en la tentación de saltarnos el paso previo de la correcta utilización de los mecanismos más básicos sin cuyo dominio no podremos alcanzar la maestría en los niveles superiores de su utilización, que tanto nos llaman la atención: saber mantener la calma en situaciones difíciles, potenciar la voluntad y la motivación hasta conseguir los objetivos que nos hayamos propuesto, o saber transmitir mensajes complejos de una manera magistralmente sencilla y eficaz.

Muchas veces podemos tener la sensación de que «lo que nos ocurre» queda fuera de nuestras manos: hay gente que cree que sus pensamientos pululan por el aire y, de pronto, como un virus, los atrapa; otros piensan que las emociones son como indomables seres que tienen vida propia en el interior de su cuerpo; por lo general, creemos que «somos» de una manera determinada por culpa de unos genes cuando, principalmente, «hemos aprendido a ser» la persona que tenemos frente al espejo, y que hemos cincelado a golpe de hábitos conscientes e inconscientes.

En los cursos que imparto sobre inteligencia emocional, suelo utilizar muchos símiles para que conceptos complejos sobre el cerebro resulten de sencilla comprensión y, finalmente, podamos «llevárnoslos puestos», es decir, tengamos una imagen que nos haga recordar rápida y fácilmente una idea sin tener que ir a buscar en nuestra biblioteca «dónde leí aquello sobre cómo gestionar las emociones».

Estamos viviendo en un momento privilegiado de la historia en el que tenemos la oportunidad, si queremos, de diseñar una vida acorde con nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar. Hemos creado modelos sociales donde tiene cabida una gran variabilidad de maneras de entender la vida. Todos hemos crecido en entornos con los que podíamos sentirnos identificados, o de los que preferíamos no tener mucha referencia llegados a la edad adulta. Pero cambiar lo aprendido, el estilo de entender o de enfocar la realidad, los hábitos adquiridos o saber proyectarnos hacia un futuro personal a veces no nos resulta tan sencillo como imaginábamos, principalmente porque es posible que desconozcamos cómo y con qué contamos para poder hacerlo con cierto grado de éxito. Podemos esperar a que ocurran golpes de suerte o circunstancias afortunadas, pero en realidad las herramientas para producir todos esos cambios las llevamos dentro de nosotros, en nuestro cerebro, y tan sólo tenemos que entender lo que podemos hacer con ellas, y practicar, practicar y practicar.

En realidad, la actitud más inteligente consiste en estar dispuestos a estar aprendiendo toda la vida y, además, disfrutar con ello.

Por eso, lo que os quiero proponer a lo largo de este libro es una aproximación lo más práctica posible a todas esas operaciones mentales que hacemos a diario y de las que apenas sabemos muy bien cómo ocurren. Tenemos que dejar de observar el cerebro como si fuera algo ajeno a nuestra naturaleza, o como si fuera esa «cosa» tremendamente complicada que nunca acabaremos de comprender bien. Me gustaría que fuéramos abriendo juntos ese pequeño cofre del tesoro que, además, es vuestro. De nadie más. Pero sobre todo con un objetivo muy claro, que es que, una vez que sepamos lo que tenemos y cómo trabajar con ello, podamos cada uno ir diseñando la persona que queremos ser, con la vida que decidamos vivir. Todo un reto, ¿verdad?

Lo que vamos a ver a lo largo de estas páginas tiene que ver con los cursos de inteligencia emocional que he impartido durante años a lo largo de toda la geografía española. Vuestras dudas, vuestras preguntas, o aquello que entendéis con más claridad es lo que finalmente se va a ver reflejado en todas estas líneas. La experiencia de muchas personas va a servir ahora también como experiencia para otras muchas más, pues vamos a compartirlo de una manera lo más sencilla posible a pesar de llevar un trasfondo de muchas áreas de conocimiento de la disciplina psicológica.

Empezaremos entonces por el principio, es decir, por comprender la base sobre la que se fundamentan todas las conductas que realizamos a lo largo del día, durante toda nuestra vida: ¿qué es el cerebro? No vamos a complicarnos con demasiados tecnicismos a veces incomprensibles y que tampoco son estrictamente necesarios, sino que el objetivo principal va a ser tener una idea general de la naturaleza de esa pequeña máquina prodigiosa, y comprender claramente la distinción entre lo que es el cerebro y lo que es la mente, pues aunque están íntimamente relacionados no son exactamente lo mismo. Una vez que tengamos estos conceptos claros, y antes de ponernos manos a la obra, iremos desgranando todas esas herramientas que no paran de trabajar en nuestro interior, para comprender bien cómo funcionan. Los símiles con pequeños instrumentos de uso diario que utilizamos para operaciones de todo tipo son perfectamente aplicables para los mecanismos cerebrales y mentales, especialmente si nos permiten, con una sola imagen, hacernos una idea de cómo podremos trabajar con ellos. ¿Quién no ha jugado de pequeño con esas pizarritas de arena que, una vez hecho el dibujo, se inclinaban y se borraba todo lo que habíamos garabateado? ¿Y quién no tiene hoy en día unas baterías recargables que nos permiten no quedarnos desconectados en el momento más inoportuno? Contamos con armarios para guardar lo que vamos a necesitar más adelante, sirenas y luces que nos avisan con distintas intensidades según lo que esté ocurriendo a nuestro alrededor, periscopios para identificar lo que está lejos y microscopios para analizar con un detalle milimétrico dónde se puede estar generando un conflicto. Contamos con instrumentos algo rudimentarios, pero muy útiles, como las calculadoras manuales, y también con tecnología cuántica, con piloto automático incluido, que antes de que podamos darnos cuenta de lo que acontece ya se ha encargado de hacer y resolver con gran elegancia situaciones de cierta complejidad; llevamos máquinas de traducción simultánea y de traducción consecutiva, e incluso alguna sorpresa un tanto fantástica: alfombras mágicas que nos permiten trasladarnos a nuestro antojo por el pasado, el presente y el futuro, o transportarnos a nuestros mundos de sueños e ilusiones.

La felicidad no es una fantasía. Para nuestro cerebro, el bienestar es un proceso y a la vez un resultado de la fluidez en la que invierte todos los recursos que tiene a su disposición.

Cada uno de estos instrumentos tiene unas características propias, y para que cumplan con sus funciones a la perfección iremos analizándolos de uno en uno, de manera que podamos comprender, a la hora de trasladarlos a nuestra vida diaria, cómo están operando y, lo más importante, si estamos de acuerdo y nos gustan. De no ser así, podremos ir teniendo más claro qué es lo que es posible reajustar y de qué manera. Trabajar con nuestro cerebro puede darnos a veces la impresión de estar haciéndolo con varias personas a la vez, aunque en realidad lo que está ocurriendo es que funciona en dos niveles: el consciente y el inconsciente. Ninguno de los dos es mejor que el otro y ambos se necesitan recíprocamente para sacar adelante óptimamente nuestros proyectos vitales. Hay algunas cosas que hace el inconsciente, como las funciones vitales muy básicas, que apenas necesitan de nuestra intervención. En el inconsciente también quedan grabados mensajes y experiencias que normalmente nos permiten funcionar con normalidad, pero otras veces producen una serie de cortocircuitos que es imprescindible identificar para repararlos antes de que causen desperfectos mayores. El consciente tiene una característica principal, y es que es muy lento comparado con el inconsciente, pero la gran ventaja es que nos permite ir tirando de las riendas que nos van dirigiendo hacia el objetivo al que queremos encauzar toda esa corriente de vida en la que nos vemos envueltos. La mayoría de los instrumentos con los que contamos se mueven entre ambos niveles con absoluta naturalidad, e iremos viendo qué ventajas y desventajas tiene que esto ocurra así. Ya vais viendo que para el cerebro no hay absolutos. Las cosas no son o blancas o negras, ni buenas ni malas, sino que dependerán de los contextos en los que se apliquen y de las consecuencias que haya que afrontar después de haber tomado una serie de decisiones. Al cerebro le gusta fluir, y para fluir hay que aprender a relativizar, identificar claramente en qué contexto nos encontramos y determinar hasta qué punto la situación depende de nosotros, y qué parte es en la que nuestra intervención no ha lugar y lo más inteligente es soltar riendas.

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