© 2013 por Norma Pantojas
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com
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A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Nueva Versión Internacional®NVI® © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Citas bíblicas marcadas «RVR60» han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia.
Editora en Jefe: Graciela Lelli
Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
ISBN: 978-1-60255-940-0
Impreso en Estados Unidos de América
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CONTENIDO
G racias a mi hermana Celi Marrero, quien junto a su esposo, Jorge Rivera, se ha ocupado de organizar todos mis eventos profesionales de manera creativa. Siempre tiene una idea novedosa y un proyecto en mente, y en cada detalle que tiene conmigo me dice «te quiero».
Gracias a toda mi familia por las recomendaciones que me hicieron y por las ricas experiencias que me han regalado. A pesar de mis sesenta años, siempre me han mimado y nunca preparan el café hasta que yo llego a la reunión. Ellos han sido mi mayor riqueza y mi mejor recurso natural.
Gracias a Graciela Lelli, la editora de la revisión de este libro que representa tanto para mí: 31 horrores que cometen las mujeres y los hombres... y queles impiden ser felices. Ambas hemos trabajado junto al equipo de Grupo Nelson para llevar al lector un título que recogiera la esencia del libro y un contenido que ayude a restaurar la familia.
Gracias a Nodelis «Loly» Figueroa, quien ha puesto todo su corazón en hacer el diseño gráfico de mis libros y presentaciones. Con su talento y sobre todo, con su amor incondicional, ha sabido plasmar mis ideas en visuales extraordinarios. Loly es la responsable de las portadas de mis libros anteriores y la de este libro, en el que también nos obsequió su arte en la diagramación y el montaje de las páginas interiores. Ella siempre se esfuerza por hacer un trabajo de excelencia.
Gracias a Dios por haber puesto en mi camino a todas estas personas, que han enriquecido mi vida con su amor y sus conocimientos. Todos unidos logramos nuestra meta: preparar un mensaje que pudiera llegar al corazón del hombre y de la familia.
Norma Pantojas
A los hombres más importantes de mi vida...
A mi papá, Rafael Marrero, quien me amó y me enseñó a ser responsable en todas las áreas de mi vida.
A mi esposo, Jorge Pantojas, por haberme amado incondicionalmente, y por todo el amor y las atenciones que ha tenido con mi familia. Por conocer cada rincón de mi alma y validar mis sentimientos, aunque no siempre vea las cosas de la misma forma que yo.
A mi hijo, Jorge Isaac Pantojas, mi sonidista y camarógrafo fiel, quien siempre me regala un beso y un abrazo cada vez que pasa por mi lado. Ha estado en todas mis actividades desde que tenía tres años y, desde muy pequeño, grabó en su cerebro todas las habilidades manuales de su papá. Siempre que algo se rompía en nuestra casa, él y sus hermanas decían: «No te preocupes, que papi lo sabe arreglar todo».
A mi hermano, Antonio Marrero, quien ha sido el ejemplo máximo de honradez e integridad.
A Alejandro Amigón, mi yerno amado, mi mexicano, quien ha sido especial en nuestras vidas y a quien nuestra familia ha nombrado como un especialista en servicio a los demás. ¡Él es especial!
A Wilfredo Vélez, mi yerno querido, quien a sus treinta años —y con una hermosa bebé de dieciocho meses de nacida— fue privado de la vida durante un asalto por un hombre inconsciente que, por no haber experimentado el amor de Dios en su corazón, no supo valorar su vida ni la de los demás. Siempre amaré a Wilfredo. Lo recuerdo con cariño cada instante que veo el lindo regalo que me dejó: mi nieta, Patricia.
A mi sobrino, Anthony Marrero, quien ha sido el ejemplo máximo de superación en todas las áreas de su vida. Me siento muy orgullosa de él y queda demostrado que «para el que cree, nada es imposible».
A mi sobrino Jorge Andrés Rivera, quien con doce años de edad nos ha confirmado que cuando cultivamos el área espiritual de nuestros hijos desde que son pequeños, ellos crecen con convicciones firmes y nos regalan cada día lecciones de amor.
A mi sobrino David Bonilla, quien se propuso ser un excelente esposo, padre y médico, pero sobre todo, un grandioso ser humano, y lo logró.
A mis cuñados, Rafael Bonilla y Jorge Rivera, quienes han sido padres que le han dedicado a sus hijos tiempo de cantidad y calidad, y han visto los frutos de su esfuerzo.
A todos los hombres del mundo que día a día se esfuerzan por aprender y dar lo mejor de ellos para el bienestar de la familia.
A todos ellos un beso, un abrazo y que la bendición de Dios los cubra hoy y siempre.
Norma Pantojas
L a figura del hombre ha sido de gran importancia en mi vida. Mi padre fue un hombre maravilloso a quien amé con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Admiré su amor por la familia, su dedicación al trabajo y su gran sentido de responsabilidad. Estoy consciente de que cometió errores en su caminar por la vida, pero las grandes muestras de amor, dedicación y ejemplo sobrepasaron esos errores. Hoy día, treinta y siete años después de su muerte, todavía puedo sentir su amor, su cariño, sus abrazos y hasta sus palabras en lo más profundo de mi ser. Lo más bello de todo es que el tiempo no ha podido borrar ni destruir su dulce recuerdo.
El modelo de mi papá fue vital en la concepción de ese ideal de hombre que visualicé en mi adolescencia.
La gran influencia que mi papá ejerció en mi vida, contribuyó a que creciera con una imagen digna de lo que debe ser un hombre. Así que cuando llegué a la adolescencia, como casi todas las mujeres, soñaba con ese gran hombre con quien me iba a casar.
El modelo de mi papá fue vital en la concepción de ese ideal de hombre que yo había visualizado. Esa persona todavía no tenía rostro ni cuerpo, pero sí poseía las características de aquél a quien yo anhelaba para compartir toda mi existencia.
Todavía me emociono al recordar ese momento. Fue a mis diecisiete años de edad cuando conocí al segundo hombre más importante de mi vida, mi esposo: Jorge Pantojas. Ese hombre excepcional con el que me casé hace treinta y ocho años, reunió los requisitos que yo me había fijado en la adolescencia. Aquel príncipe azul que soñé en mi juventud por fin tenía una imagen definida; era real: poseía unas características que lo distinguían entre el grupo de compañeros que estudiaban conmigo. Hoy, cuando me detengo a mirarlo, me siento orgullosa de él y vivo agradecida de Dios por el gran regalo que guardó para mí.
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