Deepak Chopra - ¿De qué tienes hambre?
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- Libro:¿De qué tienes hambre?
- Autor:
- Editor:Urano
- Genre:
- Año:2014
- Ciudad:Barcelona
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¿De qué tienes hambre?: resumen, descripción y anotación
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Deepak Chopra
¿De qué
tienes hambre?
La solución Chopra para
la pérdida de peso permanente,
el bienestar y el alimento del alma
URANO
Argentina – Chile – Colombia – España
Estados Unidos – México – Perú – Uruguay – Venezuela
Título original: What Are You Hungry For? – The Chopra Solution to Permanent Weight Loss, Well-Being, and Lightness of Soul
Editor original: Harmony Books, an imprint of the Crown Publishing Group, a division of Random House LLC, a Penguin Random House Company, New York
Traducción: María Isabel Merino Sánchez
1.ª edición Octubre 2014
Copyright © 2013 by Deepak Chopra
All Rights Reserved
© 2014 de la traducción by María Isabel Merino Sánchez
© 2014 by Ediciones Urano, S.A.
Aribau, 142, pral. – 08036 Barcelona
www.edicionesurano.com
Depósito Legal: B 18700-2014
ISBN EPUB: 978-84-9944-782-7
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright , bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público.
INTRODUCCIÓN
CONSCIENCIA Y PÉRDIDA DE PESO
Por qué esto
le dará resultado
E n estos momentos hay una corriente que nos está cambiando la vida a todos. Se puede percibir en los titulares. Un expresidente conmocionado al sufrir un temprano ataque al corazón, anuncia que se ha convertido en vegano. Es una declaración sorprendente y, para respaldar su conversión, Bill Clinton les cuenta a todos lo bien que se siente y el buen aspecto que tiene. En otro frente, un amplio estudio realizado en España ha descubierto que las personas que comen una dieta mediterránea, alta en pescado, frutos secos y aceite de oliva pueden reducir en un tercio el índice de ataques cardiacos. Es el descubrimiento dietético más importante desde hace años. Todos los que iban dejando la carne roja se ven vindicados por los datos médicos.
Esa marea está llegando a muchos otros frentes. Las toxinas presentes en los alimentos procesados y manufacturados son cada vez menos aceptables. Orgánico, biológico o ecológico es ya una palabra de uso corriente. Cada vez son más los que se convierten en vegetarianos, un modo de vida cuyos beneficios se conocen desde hace tiempo. (En una encuesta, la mitad de las mujeres británicas se describían como básicamente vegetarianas.) En un mundo sostenible, no hay lugar para el efecto contaminante de pesticidas y herbicidas. La gente se está despertando a una nueva realidad y ha surgido rápidamente una manera de comer completamente nueva.
Yo me vi arrastrado por esa marea hace unos cinco años. Ya comía «bien». Mi dieta no incluía mucha carne roja y ya hacía tiempo que había puesto freno a las toxinas obvias como el alcohol y el tabaco. Disfrutaba de lo que comía y comía lo que me gustaba. Pero cuando miraba la bibliografía médica, veía que, cada día, surgían nuevos descubrimientos. Se establecían todo tipo de vínculos entre el azúcar y la obesidad, entre el alcohol y unos ritmos del sueño alterados, entre los carbohidratos simples y la diabetes, y muchos de estos descubrimientos afectaban al exceso de peso.
Se iban acumulando pruebas que señalaban en una única dirección. Tenía que encontrar la dieta ideal, porque había todas las razones para hacerlo. Sólo la costumbre y la negligencia me impedían maximizar la conexión entre la comida, el cuerpo y la mente.
Por no hablar de que cargaba con nueve kilos de más.
Pese a que comía «bien», me había convertido en un dato estadístico, uniéndome a los dos tercios de estadounidenses que tienen sobrepeso o son obesos. Era parte de las estadísticas, pese a que tenía formación médica, motivación, unos hábitos razonablemente buenos, no tenía toxinas importantes y podía acceder a cualquier alimento que quisiera. También sabía que seguir una dieta era inútil; no hay más que ver los numerosos estudios que demuestran, una y otra vez, que el efecto rebote hace que ganemos el peso que hemos perdido con la dieta, y le añadamos tres o cinco kilos más. Los kilos extra son la manera en que el cuerpo nos dice: «Has intentado hacerme pasar hambre. No se te ocurra volver a hacerlo».
Mi solución fue adoptar la dieta ideal, y lo hice más o menos de la noche a la mañana. No había ninguna razón para no hacerlo, dada toda la evidencia médica que conocía.
Eliminé todos los alimentos procesados.
Comía los alimentos más puros, siempre naturales y tan ecológicos como fuera posible.
Ya no bebía y eliminé también los alimentos fermentados como el queso.
Dejé de tomar azúcar refinado.
Reduje drásticamente la sal.
Renuncié a la carne roja; comía sobre todo pollo y pescado, pero me encaminaba a ser vegetariano.
Bebía agua pura.
Prestaba atención a dormir bien.
Como todo está conectado, dormir bien por la noche formaba parte de mi nueva manera de comer. La falta de sueño elimina el equilibrio entre las dos hormonas (leptina y grelina) responsables de hacer que tengamos hambre y que nos sintamos saciados. Es fácil que los que no duermen bien coman en exceso cuando su cuerpo deja de emitir los adecuados mensajes hormonales. La grasa abdominal altera las mismas hormonas. Y acabamos en un ciclo que se autoperpetúa y que no sólo es insano sino también potencialmente peligroso.
No me preocupaba estar convirtiéndome en un fanático de la pureza. En mi nueva manera de comer no había nada impuesto. No me motivaba la inquietud o el miedo. La verdad es que comer de modo «normal», al estilo estadounidense, ha alcanzado unos extremos insanos. El estadounidense medio consume 68 kilos de azúcar al año, una cantidad grotesca de calorías vacías que causan estragos en los niveles de insulina y azúcar en la sangre. En cuanto a la adicción a los alimentos procesados, que representan un 70 por ciento de lo que comen los estadounidenses, eche una ojeada a su supermercado. Hay pasillos enteros dedicados a las galletas y galletitas saladas de todo tipo, más otras cosas para picar, refrescos, pizza congelada y helados. La economía manda y si esos alimentos no se vendieran en abundancia, no ocuparían todo ese espacio de estanterías.
Lo que no es una postura exagerada es comer de forma natural, basándonos en la mejor información médica disponible. De eso va la marea popular de que hablábamos. Hay que prestar atención y, durante muchísimo tiempo, nuestra sociedad no ha prestado atención a la deformada manera en que comemos.
Yo buscaba «comer conscientemente». Todos los pasos que daba me hacían sentir muy bien. Mi cuerpo se sentía más ligero, incluso antes de perder nueve kilos, que desaparecieron sin esfuerzo. Deje de hacer cosas inconscientes como contestar el móvil mientras comía. ¿Por qué no disfrutar plenamente de lo que estás comiendo? Tampoco pasaba hambre. Cada comida me saciaba porque lo que comía estaba en armonía con mi cuerpo y esto, a su vez, me levantaba el ánimo. Aunque siempre he sido una persona activa, ahora tenía más energía y optimismo que nunca.
Pero lo más gratificante era la reacción de los demás. Cuando hablaba de comer conscientemente, asentían. La mayoría ya habían ido recorriendo el mismo camino que yo seguía. La marea era real e iba en aumento. Objetivamente, vi que se había alcanzado un punto de inflexión. La consciencia colectiva había recibido el mensaje.
Cuando me senté a escribir este libro, confiaba en que muchas más personas querían recorrer este camino. No era necesario persuadirlas para que adoptaran nuevas creencias, porque comer de modo saludable es ya su meta. Sin embargo, hay algunas cosas que las detienen.
Las malas costumbres y los viejos condicionamientos.
El miedo al cambio y la presión familiar para no cambiar.
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