Escribir un libro sobre el amor es un desafío inigualable, tanto para el corazón como para la mente; desde el principio supe que debía de nacer en una atmósfera de amor. Hubo otras personas que también lo vieron así; es a ellos, en especial, a quienes debo la más profunda gratitud.
A Peter Guzzardi, cuya sensibilidad y apoyo fueron mucho más allá de la obligación de un editor: él abrió el camino y lo mantuvo abierto contra viento y marea.
A Patty Eddy y Tina Constable, que hacen maravillas entre los bastidores de Harmony Books.
Al equipo del Centro Chopra para el Bienestar y de Infinite Possibilities International, especialmente a David Simon, Richard Perl, Deepak y Geeta Singh, Roger Gabriel y Arielle Ford; sin su lealtad e inmenso entusiasmo, yo no habría tenido la oportunidad de escribir este libro.
Y como siempre, a mi familia, que recorre conmigo el camino hacia el amor, sin importar la dirección.
Todo lo que hay en el universo está en tu interior.
Búscalo allí.
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Revivir una historia de amor
Todos necesitamos creer que somos amados y dignos de amor. Iniciamos la vida confiados en ambas cosas, bañados en el amor de una madre y arropados en nuestra propia inocencia. El amor nunca fue puesto en duda pero, con el tiempo, nuestra certeza se fue empañando. Al mirarte ahora, ¿puedes decir las dos cosas que todo bebé podría expresar, si dominara la palabra?
Soy completamente amado.
Soy completamente digno de amor.
Pocas personas pueden hacerlo porque, al mirarse con franqueza, uno detecta defectos que lo hacen menos amable y menos amado. En muchos sentidos, eso te parecerá normal, ya que el amor perfecto es una utopía. Sin embargo, en un sentido más profundo, lo que consideras defectos son, en realidad, las cicatrices de penas y heridas acumuladas a lo largo de toda una vida. Cuando te miras al espejo, crees estar viéndote de un modo realista; sin embargo, el espejo no revela la verdad que perdura pese a todas las heridas:
Fuiste creado para ser completamente amado y completamente digno de amor, por toda tu vida.
En cierto sentido, es asombroso que no caigas en ello, pues bajo todo lo que piensas y sientes la inocencia sigue intacta. El tiempo no puede manchar tu esencia, tu porción de espíritu. Pero si pierdes de vista esta esencia, confundirás tu yo con tus experiencias, y no cabe duda de que las experiencias pueden contribuir en gran medida a destruir el amor. En un mundo a veces hostil y brutal, conservar la inocencia parece imposible. Así descubres que sólo experimentas una limitada cantidad de amor, que eres digno de amor sólo hasta cierto punto.
Esto puede cambiar.
Aunque te veas a ti mismo en términos limitados, como una mente y un cuerpo confinados en tiempo y espacio, existe una tradición de enseñanzas espirituales que afirma lo contrario. En espíritu, eres infinito para el tiempo y el espacio, intocable para la experiencia. En espíritu eres amor puro.
Si no te sientes completamente amado ni completamente digno de amor es porque no te identificas con tu naturaleza espiritual. Tu sentido del amor ha perdido lo único de lo que no puede prescindir: su dimensión superior. ¿Cómo sería restaurar esa parte perdida de ti?
Mente, cuerpo y espíritu se unirían; esta unión crea el amor que tienes para dar.
Tú y tu ser amado os uniríais; esto crea el amor que tienes para compartir.
En lo más profundo de nuestra naturaleza, cada persona está destinada a ser el héroe o la heroína de una eterna historia de amor. La historia se inicia en la inocencia, con el nacimiento de un bebé en el cariñoso abrazo de su madre. Continúa a través de etapas de crecimiento, a medida que el niño se familiariza con el mundo. El círculo de amor se amplía con más y más experiencias: incluye primero a familiares y amigos, al compañero íntimo después; pero también incorpora el amor por cosas abstractas, como el saber y la verdad. El viaje hacia la madurez nos lleva al amor de dar y al florecimiento de valores más elevados, como la compasión, el perdón y el altruismo. Finalmente existe la experiencia directa del espíritu mismo, que es amor puro. El viaje termina en el mismo conocimiento con que el bebé comenzó, aunque no pudiera expresarlo: yo soy amor.
Sabes que has experimentado plenamente el amor cuando te conviertes en amor; tal es el objetivo espiritual de la vida.
No son muchas las personas que descubren el objetivo espiritual de la vida. La dolorosa necesidad creada por la falta de amor sólo se puede satisfacer aprendiendo de nuevo a amar y a ser amado. Cada uno de nosotros debe descubrir por sí mismo que el amor es una fuerza tan real como la gravedad y que ser sostenido por él todos los días, a cada hora, a cada minuto, no es una fantasía: debería ser nuestro estado natural.
El objetivo de este libro es revivir historias de amor que nunca debieron haberse marchitado. La unión del yo y el espíritu no sólo es posible, sino inevitable. El significado espiritual del amor se mide sobre todo por lo que es capaz de hacer, que es mucho.
El amor puede curar.
El amor puede renovar.
El amor puede protegernos.
El amor puede inspirarnos con su poder.
El amor puede acercarnos a Dios.
Todo lo que el amor se propone hacer es posible. Sin embargo, saberlo sólo ha servido para que la brecha entre el amor y la falta de amor resulte más dolorosa. Incontables personas han experimentado el amor (como placer, sexo, seguridad, disponer de alguien que satisficiera sus necesidades cotidianas) sin que se les abriera un sendero especial. Para la sociedad, el ciclo «normal» del amor consiste, simplemente, en hallar un compañero adecuado, casarse y criar a los hijos. Pero este patrón social no es el camino, pues la experiencia de casarse y tener familia no es automáticamente espiritual. Aunque sea triste decirlo, muchas personas entablan relaciones de por vida en las que el amor se marchita con el tiempo o proporciona un compañerismo duradero sin crecer en su dimensión interior. Un sendero espiritual tiene una sola razón de ser: mostrar el camino para que el alma crezca. Porque a medida que crece, se revela la verdad espiritual, se redime la promesa del alma.
Cuando halles tu sendero hallarás también tu historia de amor. En la actualidad, la gente vive consumida por dudas respecto a sus relaciones: «¿He encontrado al compañero adecuado? ¿Soy fiel a mí mismo? ¿He renunciado a la mejor parte de mí mismo?» Como resultado, existe una incansable especie de consumidores a la búsqueda de un compañero que comprar, como si se pudiera hallar al «adecuado» sumando los pros y los contras de la posible pareja, hasta que el número de pros iguale alguna medida mítica. Sin embargo, el camino hacia el amor nunca se refiere a lo externo. Al margen de lo buena o mala que te parezca tu relación, la persona con la que estás en estos momentos es la «adecuada» porque es un espejo de lo que eres por dentro. Esto es algo que nuestra cultura no nos ha enseñado (como tampoco ha sabido enseñarnos otras tantas cosas sobre las realidades espirituales). Cuando discutes con tu compañero estás discutiendo contigo mismo. Cada defecto que le ves toca una debilidad negada en tu interior. Cada conflicto que plantees es una excusa para no enfrentar un conflicto interior. Por lo tanto, el camino hacia el amor aclara un error monumental, que cometen millones de personas: el error de creer que alguien, «allá fuera» va a dar (o a tomar) algo que aún no tienes. Cuando realmente encuentras el amor, te encuentras a ti mismo.