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Introducción
En mi condición de médico, hay una verdad de suprema importancia de la que he debido cobrar conciencia una y otra vez: el cuerpo humano es el logro final de la naturaleza, un don que se nos ha otorgado para que lo apreciemos y cuidemos durante toda la vida. Pero disfrutar de ese don requiere cierto conocimiento, una comprensión bien informada de nuestras necesidades corporales, más crucial ahora que nunca.
Permítaseme explicar por qué esta comprensión bien informada es ahora tan importante. Entre los muchos logros de la civilización norteamericana, la más impresionante es el hecho de que, en EE.UU., virtualmente nadie se muere de hambre, cosa que no sucedía en siglos anteriores y que, aun hoy, no podemos decir de muchos lugares del mundo. Durante gran parte de la historia, los seres humanos no tuvimos más opción que comer lo que se podía encontrar, cazar o cultivar. Esto tenía muchos inconvenientes, pero fue causa de la evolución del sistema digestivo humano, cuya notable flexibilidad no sólo le permite procesar una amplia variedad de alimentos, sino que lo torna ideal para eso.
Pasados miles de años, los parámetros de la alimentación humana cambiaron súbitamente. Cuanto menos en EE.UU., la mayoría ya no está obligada a comer lo que pueda conseguir. Por el contrario: podemos comer lo que se nos antoje... pero lo que parecemos escoger con más frecuencia es una gama de alimentos cada vez más reducida, generalmente dulces, altos en contenido graso o bajos en fibras dietéticas. Nuestro sistema digestivo, que evolucionó para adaptarse a la escasez y a la variedad, se ve ahora obligado a manejar la abundancia y la uniformidad nutricional. En otras palabras: aunque en la actualidad tenemos suficiente para comer, no estamos aprovechando los alimentos de que disponemos. Comemos demasiado de lo que no nos conviene y a menudo lo hacemos tan de prisa que el cuerpo y las células reciben más estrés que nutrición. Si bien la sociedad occidental ha resuelto en gran parte los problemas de la disponibilidad de alimentos, aún nos falta aprender cómo escoger lo que más nos conviene. En cuanto a conocer lo que comemos y entender cómo lo procesa el cuerpo, aún no hemos reconocido nuestras verdaderas necesidades.
Aunque el propósito principal de este libro es ofrecer una interpretación más esclarecida y un conocimiento más amplio de la fisiología en general, aquí nos concentraremos explícitamente en el tracto gastrointestinal. Merece nuestra atención, por cierto. Según el Ayurveda, la tradicional ciencia india de la salud, la mayoría de las enfermedades se originan en un desequilibrio del sistema digestivo. En las páginas siguientes veremos cómo está construido el tracto gastrointestinal, cómo funciona cuando se encuentra sano y cómo es posible devolverle la salud cuando ha perdido su funcionamiento ideal, por desequilibrio o por enfermedad.
En nuestro análisis del tracto gastrointestinal (GI), nos ocuparemos especialmente de la parte inferior, que incluye los intestinos y el colon. Naturalmente, no son temas que se suelan tocar en una conversación normal. Sin embargo, la gente reconocía su importancia ya en los tiempos de los antiguos griegos, cuando el filósofo Epicuro declaró que una buena digestión era la base de toda la bondad humana. Es interesante saber que Epicuro, quien celebraba los placeres de la buena digestión (y de cuyo nombre se deriva el término epicúreo ), también creía que la mala digestión era moralmente destructiva, a tal punto que era preciso hacer todo lo posible por evitarla. El mismo, con el correr del tiempo, adoptó una dieta de agua y cereales a fin de reducir al mínimo el riesgo de padecer dolores de estómago.
Cuando funciona como es debido, el tracto GI convierte la comida en energía y nutrición para construir, reparar y sustentar el cuerpo, un gran trabajo que continúa durante todos los minutos de cada día, a lo largo de toda la vida. En el curso de setenta años, un sistema digestivo norteamericano promedio procesa casi doce toneladas de comida sólida. Cuando te encuentras en estado de buena salud, la comida pasa a través de los ocho metros de conductos digestivos que vinculan la garganta con el recto sin esfuerzo consciente de tu parte y sin ninguna molestia significativa. Sin embargo, esa comodidad no es común a todos, por cierto. Los estudios demuestran que uno de cada tres norteamericanos experimenta frecuentes y significativas molestias relacionadas con la parte inferior del tracto intestinal. En verdad, en el curso de un día cualquiera, casi todos tienen algún tipo de síntomas gastrointestinales; los estudios indican que veinte millones de norteamericanos, cuanto menos, padecen una constelación de síntomas bien definida, que conocemos como Síndrome de Irritación Intestinal o SII.
A lo largo de los años, el SII ha recibido otros nombres: colon espástico, estómago nervioso, colitis mucosa, colon irritable, y muchos más. Aunque es común denominarlo «colitis crónica», esto es incorrecto, pues la palabra colitis implica inflamación del intestino, cosa que no existe en el verdadero SII. El hecho de recibir tantos nombres sugiere que no se trata realmente de una enfermedad, sino de una serie de señales y síntomas que se han convertido en un lugar común de la medicina moderna. Tan común, de hecho, que los síntomas del SII llevan más gente que ninguna otra dolencia a los consultorios de los gastroenterólogos.
En este libro analizaremos en detalle manifestaciones del SII tales como el estreñimiento, la diarrea y los gases. Aunque en general estos no son peligrosos para la vida, pueden provocar mucha incomodidad, inconvenientes, preocupaciones y hasta alteraciones emocionales. También echaremos una breve mirada a algunos de los problemas más serios que pueden afectar el tracto gastrointestinal. Afecciones tan graves como la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn y la diverticulitis quedan fuera de nuestra atención principal, pero es vital estar familiarizados con los primeros síntomas a fin de tratarlas con efectividad.
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La mecánica cuántica de la digestión
Desde un punto de vista holístico, para entender cualquier aspecto del cuerpo humano (ya sea la digestión y la eliminación o nuestra manera de procesar imágenes y sonidos), debemos comenzar con una visión del cuerpo como sistema único integrado, en el cual todas las partes están diseñadas para funcionar de una manera unificada.
Aunque el tracto gastrointestinal es, en sí, un aparato fascinante y de maravillosa complejidad, aun así es sólo un aspecto de la entidad intrincada, a menudo desconcertante, que es nuestro ser físico. Por este motivo me parece apropiado comenzar por ofrecerte un nuevo entendimiento de tu cuerpo como un todo; hasta se podría decir: una nueva visión de él. Creo que, cuando te hayas visto desde esta nueva perspectiva, te verás tal como antes, pero con una importante base sobre la cual construir un programa de salud realmente perfecta, es decir: un tracto GI saludable y un cuerpo saludable en su totalidad.