La conciencia recuerda lo que es nombrado. La constitución del personaje. Ser amado a partir del personaje. A mayor desamparo emocional, mayor refugio en el personaje que da identidad
Detectar el discurso materno. ¿Por qué es importante descubrir por boca de quién habla cada individuo? Cómo lograr no imponer un discurso engañado sobre nuestros hijos
Cuando nuestro propio discurso se apropia de la voz oficial. Reforzar el personaje que nos ha dado amparo. La fascinación que producen los personajes
Defendiendo el discurso materno. Miranda: la invisibilidad como refugio. Ricardo: un pollito mojado y furioso
Patriarcado y represión sexual. Daniela: moral, mentiras y sexo
La represión de las pulsiones básicas. Todo lo que pensamos dentro del surco. Amparo: la distancia entre lo correcto y la verdad interior
Reflexiones generales sobre el abuso sexual. Belén, en busca de su femenino interno
Lo que el discurso materno no dice. Las biografías humanas realizadas a través de Internet. Joan y su falta de palabras.
La función de las palabras que describen realidades internas. Guadalupe y su hija adolescente
Cada biografía humana es un universo en sí mismo. La búsqueda del sí mismo
Gutman, Laura El poder del discurso materno / Laura Gutman ; coordinado por Mónica Piacentini ; dirigido por Tomás Lambré. - 1a ed. - Buenos Aires : Del Nuevo Extremo, 2013. E-Book. ISBN 978-987-609-384-2 1. Psicología. 2. Familia. I. Piacentini, Mónica, coord. II. Lambré, Tomás, dir. III. Título CDD 150 |
© 2011, Laura Gutman
© 2011, de esta edición: Editorial del Nuevo Extremo S.A.
A.J.Carranza 1852 (C1414 COV ) Buenos Aires Argentina
Tel / Fax: (54 11) 4773-3228
e-mail: editorial@delnuevoextremo.com
www.delnuevoextremo.com
ISBN: 978-987-609-384-2
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
A mis hijos Micaël, Maïara y Gaia
Algunas explicaciones pertinentes
Cuando ofrezco conferencias o seminarios, hay personas que están más interesadas en mí que en escuchar lo que tengo para decirles. Quieren recibir de mí una sonrisa, un abrazo, una mirada. De hecho, cuando esas personas se inscriben, pagando a veces una suma de dinero importante, preguntan si van a poder acercarse a hablar conmigo a solas. Aguardan ese momento como un niño espera mirar de cerca a Papá Noel. Es frecuente que las personas proyectemos poderes mágicos sobre otros. Y también es habitual que algunos nos disfracemos de magos, un poco para agradar y otro poco porque terminamos creyendo que somos eso. En verdad, cada uno de nosotros es mago solo con relación a sí mismo. El asunto es que preferimos depositar afuera algo que nos corresponde asumir.
Si yo jugara este juego, quedaría en el tintero todo aquello que sí quiero transmitir, y que intentaré describir en el presente libro. Hasta hoy, no he logrado poner en palabras escritas el minucioso trabajo en relación con la construcción de la biografía humana . Sé enseñarla muy bien en forma personal, sé preparar a algunos extraordinarios profesionales que trabajan con una lucidez impecable, apoyando los procesos individuales de cientos y cientos de hombres y mujeres que se acercan a nuestra institución pidiendo asistencia. Pero hasta ahora no he sabido pasarlo al lenguaje escrito, y este es mi propósito.
Creo que el gran obstáculo que tenemos en la actualidad la mayoría de los seres humanos –y que es la clave para comprender globalmente la conducta humana– es el sometimiento infantil en el que permanecemos, como consecuencia del poder del discurso materno . Palabras dichas, repetidas una y otra vez desde una determinada lente –la de nuestra madre– y que, en nuestro carácter de niños pequeños, hemos adoptado como la única lente posible desde donde vivir la vida. El modo en que luego perpetuamos este “mirar”, cargando una larga herencia de mandatos, prejuicios, miedos, moral, conceptos filosóficos, religiones y secretos, nos deja devastados. Sin saber quiénes somos. Preguntando a diestra y siniestra qué está bien y qué está mal .
El trabajo retrospectivo que cada individuo –alentado a partir de cualquier dificultad vital– tiene la oportunidad de emprender, merece un largo y penoso recorrido. Es tan arduo y tan diferente en cada caso, que yo misma estoy dando vueltas hace años para encontrar una forma ordenada y sencilla para explicarlo. La diversidad de experiencias, procesos personales, aperturas, preguntas y confrontaciones con el propio material sombrío es muchísimo más rica que la linealidad de una teoría que pretenda recoger dichas vivencias. Por eso quizás sea pertinente que explique a mis lectores cómo fui llegando, después de casi treinta años de trabajo, a las reflexiones que ordené en el presente libro, para lo cual quiero compartir algo de mi historia profesional.
Quizás sepan que inicié el trabajo de indagación sobre la conducta humana a partir de las problemáticas actualizadas en un momento tan invisible y poco valorado socialmente, como es el hecho materno . Era tal el hándicap de todas las madres jóvenes, y por supuesto, yo tenía tal empatía con todas las madres (la he tenido siempre, incluso antes de ser madre yo misma), que me resultaba natural, totalmente sencillo y espontáneo ayudar, apoyar, contener y traducir todas las sensaciones ambivalentes que inundaban a las madres con bebes o niños pequeños en brazos. Así empezó mi trabajo. Todavía en épocas en que vivía en París, con mis dos primeros hijos ya nacidos, siendo testigo de la distancia emocional que padecían muchísimos franceses (más que nosotros, los latinos), siendo también testigo de los maltratos en los partos, de la dificultosa tarea de amamantar, cuando todavía la lactancia no estaba de moda y pocos pediatras la toleraban. En ese momento –entre mis ideales de juventud, el exilio, el descubrimiento del feminismo, el post Mayo del ’68, la macrobiótica y las corrientes orientales progresistas que llegaban como ráfagas de pensamientos libres– me subía a todas las banderas donde hubiera una buena causa para defender. Quién podría estar en contra. Apoyar a las madres a amamantar solo podía ser algo positivo. Eso era lo que pensaba amparada en mi juventud.
Regresé a Buenos Aires y continué con esta labor de “apoyar a las madres”. Claro, apoyar siempre es algo bueno. Y mientras las mujeres atravesábamos con mayor o menor desesperación los períodos puerperales, sintiéndonos raras o locas o desequilibradas, una palabra de apoyo era bienvenida. Fueron pasando los años, y trabajando con las mujeres, luego incluyendo a los varones poco a poco –sintiendo también empatía, compasión, cariño y todas esas cosas que nos acercan a los seres humanos cuando abrimos nuestros corazones– empecé a darme cuenta de que, en verdad, había otros obstáculos mucho más profundos, internos y escondidos, que no tenían mucho que ver con lo difícil que era ser madre en la sociedad actual, sino con la forma en que, hoy, cada uno de nosotros miramos la vida y la vivimos.
Tímidamente, fui organizando un sistema de indagación, basándome al principio en los recuerdos de infancia. Hasta que rápidamente me di cuenta de que los recuerdos no eran tales y que servían poco para llegar a la verdad personal. Los recuerdos estaban casi siempre teñidos . Tergiversados. Fui constatando que abordar los recuerdos era una tarea muy difícil, como tratar de limpiar una habitación destartalada y abandonada por cuarenta años, llena de trapos sucios y sin utensilios para iniciar algún orden. Las vidas de las personas se presentaban igual: con urgencia para que con un pase de magia esas habitaciones se convirtieran en un lujo para doncellas, pero sin indicaciones confiables para descartar lo que no servía y dejar a un lado aquello que podría serles útil alguna vez.